Respeto al árbol
En las sociedades civilizadas (incluyo la española), pocos se atreven a cuestionar conceptos genéricos como conservación de la naturaleza. Así, hay un sentimiento de pena cuando un bosque se quema, pena que se transforma en indignación si el incendio es provocado. Sin embargo, agresiones al árbol, pese a su proliferación por pueblos y ciudades, suelen pasar inadvertidas.Consta que ciertas administraciones públicas protegen adecuadamente los árboles de nuestros bosques, pero no es menos cierto que otras, en general las municipales, se empeñan en lo contrario, realizando drásticas, injustificadas y reiteradas podas, hechas sin ton ni son con premeditación, alevosía y a plena luz del día, y lo que es peor, causando heridas y deformaciones algunas veces irreparables.
No se sostiene, desde el punto de vista de la arboricultura, dejar árboles como postes de teléfonos o con formas abstractas y ridículas, a no ser que se confunda el tocino con la velocidad, la poda de mantenimiento ornamental con la poda de fructificación, la topiaria, el arte de hacer bonsáis o la producción de leña para calefacción.
Por tanto, en consideración a ese ser sufrido e indefenso y del poco sentido común, deberíamos reclamar a esos podadores que afanosamente se prodigan por todo el país moderación, abstención o, lo dicho, un poco de sensibilidad.
