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El régimen chino 'estropea' la visita oficial de Balladur con una brutal redada de disidentes

Enric González

Gobierno chino ha reiterado a Francia, uno de sus principales socios comerciales, que la apertura económica no implica en absoluto que vaya a suavizarse la represión contra los disidentes políticos. El primer ministro francés, Edouard. Balladur, concluyó ayer una visita oficial a China emborronada por una brutal redada de opositores al régimen totalitario. Balladur, que acudió a Pekín dispuesto a ganar contratos y a promocionarse como estadista y futuro presidente, se marchó con las manos vacías y abochornado por la actitud desafiante de sus anfitriones.

El primer ministro francés y su ministro de Exteriores, Alain Juppé, fueron puestos entre la espada y la pared por la impenetrable diplomacia china. No podían callar ante el alarde de desprecio del régimen de Pekín por los derechos humanos, por que no se les hubiera tolerado en Francia; tampoco podían protestar con dureza, por miedo a perjudicar los proyectos económicos galos en el mayor mercado potencial del mundo. Finalmente, optaron por una protesta privada y muy discreta, recibida con indiferencia por el primer ministro Li Peng. Las detenciones comenzaron poco antes de que Balladur pusiera los pies en territorio chino. Primero fue Wei Jingsheng, el más conocido de los disidentes. Luego fue Xu Wenli, un opositor encarcelado durante 14 años y liberado hacía sólo unos meses. Acto seguido, en Shanghai, cayó Wang Fucheng, secretario general de la asociación China por los Derechos Humanos. Muchos otros de menor relevancia fueron también detenidos. Cuando Balladur y Juppé hicieron notar a Li Peng y al ministro de Exteriores, Yang Yicheng, su "disgusto" por la operación represiva, estos negaron que hubiera habido ningún arresto. Juppé dijo luego a los periodistas que no podía hacer más.

La provocación de Li Peng fue tan formidable que ayer, en medios diplomáticos franceses, se especulaba con la posibilidad de que los sectores más duros del régimen de Pekín hubieran lanzado la campaña de detenciones para boicotear la visita francesa y, con ella, la política de apertura económica a Occidente. En los mismos medios se pensaba también en otra explicación alternativa: Li Peng podría haber querido avergonzar a sus visitantes por no invitarle a Francia.

Ligado a Tiananmen

Desde mucho antes de que comenzara el viaje, estaba claro que Balladur no podía ofrecer una visita a París al primer ministro chino. Li Peng estaba demasiado ligado a la matanza de Tiananmen, perpetrada hace casi cinco años, en junio de 1989. Como alternativa, se entregó al presidente Yang Zemin una carta de invitación del presidente Francois Mitterrand, redactada en términos fríos y sin mención de fechas. Balladur volvió ayer a París con el bochorno que le hicieron pasar las autoridades chinas y sin ningún éxito comercial tangible. No hubo nada sobre el proyecto de unir Pekín y Shanghai con un tren de alta velocidad francés, ni se avanzo en el asunto del segundo reactor de la central nuclear de Daya Bay (el primero fue instalado por una empresa francesa), ni se concretó ninguna de las obras hidráulicas que traía en cartera. Balladur admitió que habría que esperar "bastantes meses" para ver si prosperaban las ofertas.

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