La Virgen del Retiro

El pasado ' martes 15 de marzo leí en la sección dedicada a Madrid del diario EL PAÍS un artículo titulado Virgo popularis, firmado por el polémico y popular periodista Moncho Alpuente, en el cual criticaba, con su habitual estilo, la decisión tomada por el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Madrid de erigir una estatua de la Virgen María en el parque del Retiro de la capital.En un principio la lectura de dicho artículo me dejó algo perplejo por lo irreverente del mismo y por el regustillo de superficialidad progre que dejaba, pero mi natural tendencia a buscar en toda circunstancia su aspecto positivo, por ardua que resulte la labor en algunos casos, me llevó a considerar tal escrito como un ejemplo para los futuros periodistas de. cómo no debe manifestarse nunca un comunicador que quiera evitar caer en la más espantosa demagogia.

El ingenioso señor Alpuente, destacado defensor de causas perdidas, guía y espejo de la progresía andante, dignísimo caudillo de los que hablan por hablar, en un alarde de periodismo burlesco y efectista, critica la decisión de los ediles madrileños aduciendo unas razones tan peregrinas y en un tono tal que más parece una octavilla ácrata que un trabajo periodístico digno de ser tomado en serio, si no fuera porque evidencia una visceralidad y agresividad que resulta, cuando menos, poco edificante.

No entro yo en la conveniencia o no de colocar la estatua. Esta cuestión es, por supuesto, discutible desde el punto de vista urbanístico, artístico, estético, económico, político o religioso. De hecho, el señor Álpuente y yo coincidiríamos seguramente en muchos aspectos del tema (por ejemplo, nunca se ha distinguido un servidor por ser un ardiente defensor de la fe católica), pero ello no significa ni puede suponer que no sea respetable la decisión tomada por nuestros gobernantes municipales y, desde luego, que se pueda ser tan despreocupado al hablar de una figura como la Virgen, que tanto representa para muchos miles de conciudadanos de don