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Reportaje:NUEVA ZONA PROTEGIDA

Un pulmón para el sur

El futuro parque del Sureste cobija áreas de indudable valor ecológico junto a otras zonas muy degradadas

Una línea de color verde ecológico delimitará pronto una amplia zona del sureste metropolitano madrileño. La franja de terreno que rodea a las confluencias de los ríos Jarama y Manzanares, una de las zonas más deterioradas de la Comunidad de Madrid, va a convertirse pronto en el nuevo pulmón verde para las 419.745 personas que habitan 15 de los 16 municipios afectados. También muchos de los 3.017.439 habitantes del decimosexto, Madrid, se beneficiarán del nuevo espacio protegido, El Parque Regional del Sureste. En un entorno con grandes deficiencias en espacios naturales, el oficialmente llamado Parque Regional en torno a los ejes de los cursos bajos de los ríos Jarama y Manzanares, con 29.000 hectáreas de extensión -245 veces el parque del Retiro- y 200 especies catalogadas -85 de ellas protegidas- se convierte en el segundo parque regional de Madrid, tras el de la Cuenca Alta del Manzanares (46.300 hectáreas), creado hace nueve años.

Es un parque atípico, pues en él se incluyen zonas que tradicionalmente han sufrido los mayores acosos ecológicos. El futuro parque está salpicado de charcos negruzcos fruto del cambio de aceite de los coches, colinas gigantescas de escombros y vertidos industriales de enorme poder contaminante. La fauna ha sido reiteradamente agredida mediante la caza ilegal y por el tráfico de especies protegidas. La situación de deterioro pedía a gritos un mayor grado de protección.

Pedro Díez Olazabal, presidente de la Asamblea, destaca que la unanimidad que se produjo en la Asamblea para aprobar la creación del parque (en octubre de 1.993) se ha visto ahora corroborada por los 16 ayuntamientos afectados: "Todos están a favor", comenta.

"Normalmente hay un rechazo hacia los espacios protegidos por falta de información, piensan que las expectativas son otras y que se van a ver limitados sus recursos", asegura Federico Zamora, jefe de Espacios Naturales de la Agencia del Medio Ambiente (AMA). Zamora lleva cuatro años trazando sobre cientos de planos las líneas que delimitarán el parque."En el parque del Sureste, todos se han dado cuenta de que se puede compatibilizar la conservación con el desarrollo económico. Eso es lo más gratificante". Quizá sea porque las zonas de protección en ningún momento estrangulan el posible desarrollo de los municipios. Ninguno de ellos se encuentra totalmente inmerso dentro de los límites, que incluso esquivan los cascos urbanos.

Además, el plan de ordenación del parque, todavía en proceso de elaboración por la AMA, es muy flexible. Prevé diversos grados de protección a las distintas zonas que cuartean el territorio.Por ello, dentro de sus límites puede mantenerse el complejo militar de La Marañosa, con sus fábricas de armamento, y la actividad de las empresas graveras.

A semejanza de otros parques, tendrá zonas A (de reserva integral) y B (reserva natural) en las que se restringe considerablemente el número de actividades y sólo se permitirán aquellas que tiendan a recuperar el entorno. Fuera de estos espacios estarán autorizadas las actividades industriales, agrícolas y de ocio. Habrá un tercer tipo de clasificación para aquellas zonas degradadas que deben ser candidatas a la protección especial.

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Aún así, todavía queda un par de escollos para que el consenso entre los distintos grupos políticos permita la aprobación final del parque del Sureste: el vertedero de residuos sólidos urbanos de Valdemingómez, el mayor de la Comunidad de Madrid, y el permiso de extracción de áridos en la finca El Piul, la mayor gravera de España.Valdemingómez ofrece visiones de pesadilla aderezadas con olores fétidos y mareantes. Situado en el término de Madrid, posee 110 hectáreas de montañas de basura, en las que se estratifican en capas de hasta 60 metros de altura las 3.600 toneladas de desperdicios que diariamente generan los madrileños.

Este decorado de película de Mad Max, del que, sin embargo, depende la alimentación diaria de 20.000 gaviotas, decenas de cigüeñas y otras 20 especies de aves, puede ser excluido del futuro parque si prosperan las enmiendas del Grupo Popular de la Asamblea al proyecto que discute el parlamento.

"El vertedero no debe estar en una zona protegida", asegura la diputada del PP María Teresa de Lara. "Podrá incluirse sólo cuando se clausure en 1996 y la empresa adjudicataria [Vertresa] regenere la zona, lo que no ocurrirá antes de 15 o 20 años pues hay que esperar hasta que se desgasifique el suelo [extracción delos gases que se forman durante la fermentación de la materia orgánica]".

Los populares tampoco quieren que El Piul (Rivas-Vaciamadrid) sea agujereado para extraer áridos. Pero son los parlamentarios de Izquierda Unida quienes han puesto más objeciones a la autorización que se ha dado a la multinacional Pioneer.

"Es una barbaridad que en El Piul [630 hectáreas, cinco veces el Retiro], la mejor zona del futuro parque regional del Sureste, se instale la mayor gravera española", opina Juan Antonio Candil, diputado de la coalición.

El agente forestal Carlos Bris, jefe de la Comarca del Sureste, denuncia las continuas agresiones que sufre el parque y el continuo expolio que sufren las especies protegidas. "Pero hay que ser optimistas", asegura. "En el futuro la gente se bañará en el Manzanares, aunque mientras sea más barato contaminar que tomar medidas será difícil que cambie la dinámica".

Los enclaves más sorprendentes del nuevo parque natural de Madrid asoman entre cementerios de coches y vertederos descontrolados. Perlas de la fauna, como el halcón peregrino o la avutarda, sobreviven entre colchones usados y carrocerías abandonadas. Además de los parajes más emblemáticos (los humedales artificiales originados por la extracción de áridos y los cortados yesíferos que forman miradores al río), el parque encierra pequeños tesoros. Una construcción abandonada en Perales del Río acoge una de las más importantes colonias de cernícalos primilla. Los encinares y coscojares de El Pingarrón, en las laderas calizas que hay cerca de San Martín de la Vega (7.334 habitantes), permiten convivir al azor y al ratonero común junto a la abubilla y a la perdiz. Intactos bosques de ribera (tarayales, saucedas y cañizales) dan cobijo, junto al conejo y la garduña, al milano negro, el pito real, la lechuza y multitud de paseriformes -oropéndola, carraca, ruiseñor, carbonero pinzón.

A los amantes de las aves les sorprenderá saber que al sur del parque, en la zona denominada Las Arriadas (cerca de Titulcia, 872 habitantes), se sitúa las más importante garcera de la Comunidad. El hecho de que garcillas bueyeras, martinetes y garcetas comunes aniden aquí en arbustos, a escasa altura del suelo, desaconseja dar la localización exacta del lugar. Los expoliadores de nidos lo tendrían demasiado fácil.

Junto al complejo militar de La Marañosa, y cubierto también por una expléndida repoblación de pino carrasco , ideal para colonizar un suelo excesivamente hostil por su alto contenido en cal y en sulfatos, se encuentra la finca Casa Eulogio. Este conjunto de cerros testigo ofrece sin duda las mejores vistas del centro del parque. Desde sus cortados se observa el perezoso discurrir de los ríos Jarama y Manzanares hasta que funden sus aguas. Un poco más abajo, cuando toda el agua se llama Jarama, se encuentra el Soto de la Iglesia, con un impresionante álamo que alcanza los 42 metros de altura.

Otro espacio especialmente singular es El Carrascal, que en un principio no estaba incluido en el parque. Arganda ha pugnado y conseguido estirar en el plano las fronteras verdes de protección hasta conseguir abrazar esta reserva botánica de primer orden.

Allí se produce un gran contraste de vegetación, que incluye plantas típicas de suelos ácidos junto a otras netamente de terrenos básicos. Un circuito verde, conocido como la Senda Ecológica El Carrascal, incluye un recorrido entre encinas, coscojas, quejigos, espantalobos, jazmines, romeros, cantuesos, espliegos, una colección de orquídeas e incluso una especie de cardo rastrero llamado gayuba, un caso único en toda la Comunidad.

El origen

El parque del Sureste no es precisamente un paraíso terrenal por mucho que algunos lo hayan llegado a llamar la Mesopotamia madrileña. La única similitud es la forma en que se dan la mano el Manzanares y el Jarama, parecida al trazado de las fértiles vegas del Tigris y del Éufrates, donde tradicionalmente se sitúa el edén. La fuerza eros1va de estos dos débiles, en apariencia, cursos fluviales ha sido la que ha trazado el armazón del paisaje. Hace 25 millones de años, la zona estaba sumergida bajo un mar interior, una enorme laguna de aguas salobres cuyas orillas se situaban en las faldas del Sistema Central, a la altura de lo que hoy es la ciudad de Madrid. Sobre el fondo de aquel mar, llamado ahora páramo, se abrieron posteriormente camino los ríos que imprimieron su huella en el paraje.

Los espectaculares cortados yesíferos cercanos a Rivas-Vaciamadrid, a ambos lados de la carretera N-III (Madrid-Valencia), son los vestigios de ese origen. Los detalles de estos escarpados y áridos cortados, también llamados aljezares, han sido cincelados por el viento y por las escasas precipitaciones (400 litros anuales por metro cuadrado).

El agua

Como si fueran enormes espejos, grandes láminas de agua reflejan el cielo junto a la confluencia de los ríos Jarama y Manzanares. En las vegas, la mano del hombre ha sido siempre demoledora: cultivos, viviendas, industrias y graveras. Estas últimas se han encargado de transformar el paisaje de una forma más radical. Décadas y décadas de extracciones continuadas de áridos por debajo del nivel freático (nivel a partir del cual la tierra se encuentra empapada) han vaciado el terreno, provocado la afloración de lagunas. Entre ellas destacan las de El Porcal y El Campillo. La oportunidad la pintan calva y miles de aves acuáticas, de más de 20 especies distintas, han amerizado en la zona. "Las lagunas han venido a sustituir a las de Ruidera, cada vez más deterioradas por la progresiva desecación", dice la Agencia del Medio Ambiente. Ánade real, ánade friso, focha común, avetorillo, somormujo lavanco, garza imperial y zampullín chico, entre otros, han empadronado aquí a sus crías. Otras especies, que no crían aquí, como la garza real, la cerceta común o el porrón moñudo, pasan sus vacaciones invernales. Incluso algún águila pescadora hace parada y fonda de vez en cuando.

El aire

Cincelados por el viento, los cortados yesíferos rasgan un cielo a menudo plagado de silueta de los milanos negros (hasta 70 parejas). No sólo sus alas baten este espacio aéreo. Estos riscos tienen una gran importancia ecológica, pues su inaccesibilidad, salvo para acrobáticos ladrones de huevos y hasta de crías, permite que en ellos también anide el escaso halcón peregrino (las 10 o 12 parejas reproductoras son las joyas del parque), el impresionante búho real (dos parejas), los cernícalos comunes, las lechuzas y los mochuelos. Los asustados conejos no faltan en el suelo. Las aves aprovechan los escarpes y grietas que abundan en este terreno estéril para criar. Con ese fin también surcan estos riscos grajillas, chovas piquirrojas, palomas bravías, cogujadas montesinas, colirrojos tizones, collalbas negras, roqueros solitarios, grajillas, urracas, mirlos... "A pesar de las grandes agresiones que ha sufrido, es la zona de mayor riqueza fáunica de la región, quizá la mejor en cuanto a aves", asegura tajante Santiago Martín Barajas, portavoz de Aedenat. Las anátidas de las lagunas artificiales y las rapaces convierten a este parque en el mejor observatorio para los aficionados a la ornitología.

El peligro

La presión humana ha destrozado más el paisaje en cinco décadas que la naturaleza en los últimos milenios. Y no sólo por el rápido crecimiento urbano, que ha aumentado la población de algunos municipios hasta cotas insospechadas, como Getafe y Coslada (142.000 y 78.384 habitantes, respectivamente), al norte del parque, o Arganda (27.792), al este. Las mencionadas graveras, las abundantes industrias y los vertidos ilegales -escombreras, basureros, cementerios de coches, cambios de aceite de vehículos y los típicos olvidos de domingueros- han desequilibrado gravemente estos frágiles ecosistemas. Incluso una actividad menos lesiva, la agricultura, ha modificado el entorno y ha puesto en peligro, con sus pesticidas, a los animales. Pero algunas zonas todavía conservan un elevado valor natural. Como los ricos campos de cereales cercanos a Pinto (23.643 habitantes), donde caza el aguilucho cenizo y habitan varias especies de preciadas aves esteparias: el sisón, el alcaraván, la ortega y hasta la escasa avutarda (existe una importante colonia de 80 ejemplares que crían en la zona). 0 las dehesas de Jugosos pastizales donde campan tranquilamente las cigüeñas junto a las reses bravas.

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