"He tardado mucho en aceptarme"
Gérard Depardieu ha engrosado ya esa lista de actores franceses conocidos en Estados Unidos, un privilegio que antes obtuvieron Charles Boyer, Maurice Chevalier, Jean Gabin o Louis Jourdan. Proximamente se estrenará en Europa My father, the hero (Mi padre, el héroe), una comedia para la Walt Disney que no es otra cosa que un remake rodado en inglés de Mon pére, ce héros, de Gérard Lauzler. Las dos películas tienen en común el argumento y la presencia de Depardieu. P. Después de declararse a favor de la excepción cultural durante las negociacions del GATT, ¿no le parece contradictorio rodar en inglés una película que es la misma que protagonizó hace dos años en francés?
R. Cuando Walt Disney compró los derechos a Lauzier aún no había comenzado el debate público sobre el GATT. En cualquier caso se trata de películas distintas que abordan el mismo problema, pero en un caso partiendo de reacciones que son lógicas en una adolescente de mi país y en el otro son propias de una chica americana. Además, el GATT nos enfrenta a las majors y Disney no forma parte de ellas. Si estoy en el filme es porque encarno a un padre francés casado y divorciado de una estadounidense (Laureen Hutton). Como en Green card, de Peter Weir, la elección del idioma corresponde a una necesidad de la historia y los personajes.
P. Pero usted, como distribuidor en Francia de cineastas como Cassavettes o Satjait Ray, defiende un derecho a la diferencia que los remakes niegan al universalizar la versión americana en detrimento de las demás.
R. ¡Estoy a favor de las diferentes culturas, pero no en contra de la estadounidense! Cuando compraron los derechos de Le retour de Martin Guerre para convertirla en Sommerby, que transcurre durante la Guerra de Secesión, nunca se me ocurrió que yo pudiese intervenir en la nueva versión. Si quiere le diré también que acepté la propuesta de Disney porque es mi manera de tocarles las pelotas a esos pesados que están siempre exigiéndote coherencia. A Estados Unidos sólo hay que ir a hacer cine cuando te lo han pedido varias veces.
P. Desde que rodó Cyrano de Bergerac parece usted interpretar de otra manera, elegir personajes que mantienen una buena relación con su propio cuerpo.
R. Es posible. Antes tenía problemas derivados de mi juventud o de cómo me veía yo mismo; no me llevaba bien con mi envoltorio. Creo que eso se notaba mucho en cintas como Mon oncle d'Arnerique, de Alain Resnais. Aquella ropa no era para mí, nunca me había sentido tan a disgusto con mi cuerpo. A veces la gente habla de mí como un sex symbol, pero lo cierto es que he tardado mucho en aceptarme. Ser un sex symbol está bien, porque significa que eres joven, que estás entre los 20 y los 30. Hay algo muy hermoso en, la arrogancia de la juventud. Yo ahora ya no puedo permitirme noches en blanco, porque al día siguiente, a las diez de la mañana, me caigo de sueño. A los 45 años ser un sex symbol es una cuestió.. mental, sobre todo si se tiene mi barriga.
P. En My father, the hero usted juega abiertamente con su imagen.
R. Forma parte de la naturaleza del personaje. El tema central es la dificultad de los padres para aceptar el primer amor de sus hijos, de saber estar a su lado y saber retirarse a tiempo, de cómo les vas acompañanando en la transición de la infancia a la adolescencia y de ésta a la juventud, de manera que cada vez han de situarse a una distancia distinta. Un padre no se imagina que su hija pueda tener relaciones sexuales o que se drogue. Eso está para los hijos de los demás. Los adultos somos muy patosos con los amores de los adolescentes. Como padre he procurado estar a la altura, pero no sé si lo he conseguido.
P. El paisaje típico para una adolescente de los noventa lo integran elementos como el paro, el sida y las drogas. En la película no hay nada de eso.
R. En los comics de Lauzier sí están muy presentes esos elementos, pero en el filme que hice con él tampoco se hablaba ni de sida, ni de drogas, ni de los problemas para encontrar trabajo. No se trata, pues, de una censura Disney, sino de cómo el propio Lauzier se ve en tanto que padre. La verdad es que ser joven ahora es más complicado que 30 años atrás. Ellos han nacido con la crisis, la han visto siempre ahí. No he seguido de cerca el debate del contrato de inserción profesional y las manifestaciones que ha acarreado, porque estaba fuera de Francia, pero creo que los jóvenes tienen toda la razón.
P. En la versión americana, la hija (Katherine Heigl) tiene un comportamiento más de Lolita que en la francesa.
R. Los niños y adolescentes americanos tienen todo el poder, son los reyes de la sociedad, todo les está permitido. Yo he ido a la escuela durante muy poco tiempo, sólo hasta los doce anos y medio, pero en Francia no podía discutirle nada al profesor. Una muchacha de 13 o 14 años americana, aunque lleva la misma ropa y escucha la misma música que las adolescentes francesas o españolas, se comporta de manera distinta, tiene otra experiencia y otra forma de estar en el mundo.
P. Usted ha rodado ya más de 90 películas, pero no parece querer disminuir su ritmo de trabajo.
R. Vivo dentro del planeta cine, que es mi familia, está lleno de gente que me gusta y con la que es un placer encontrarse. Mi carácter hace que sea un entrometido y me encanta facilitar contactos y relaciones, aprovechar mi vertiente extrovertida para reunir personas que sin mi quizás no se encontrarían nunca.
P. ¿Qué piensa de que le consideren la encarnación del francés contemporáneo?
R. ¡El mundo debe de ver a los franceses como un pueblo de carnívoros! La verdad es nos siguen dibujando con el vaso en la mano, coquetando con las mujeres y con una barra de pan debajo del brazo. Creo que conozco bien a mis compatriotas. Somos un país de eternos insatisfechos, nos quejamos de todo, pero luego no pasa nada. Me gustan los franceses, me divierten pero yo ya no sé si sigo siéndolo. El planeta cine vive un poco al margen.
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