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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Diferencias

Me niego a que se me conceda un cargo político o profesional por ser mujer. Eso parece que desean quienes solicitan las cuotas de participación. ¿Tan poco nos valoramos, que hemos de recurrir a un trato de favor para nuestra condición femenina? El hombre y la mujer pueden desempeñar su trabajo igual de bien o de mal. No tengo más preferencias que la valía personal o profesional.Si solicito un empleo, quiero lograrlo por mí misma y en competencia con cuantos opten a él, sean hombres o mujeres, blancos o negros. Deseo que se valore mi capacidad, no que se me abran las puertas porque contribuyo a alcanzar el porcentaje de mujeres que tienen previsto en la empresa.

Quiero creer que el aprobado en las oposiciones para profesores agregados de bachillerato lo obtuve por méritos propios y no se debió a un acuerdo previo entre el ministerio y el tribunal. Me habría ofendido muchísimo. Y a mis compañeros de sexo masculino también.

Hay un excesivo interés por no hacer de menos a las mujeres. Y se llega al ridículo. Reconozco que, a pesar de que en la convocatoria de oposiciones no rezaba: "Profesores. agregados y profesoras agregadas", considere que tenía derecho a presentarme. Ahora todo se especifica más, es decir, se clasifica más, se discrimina más. Se crean diferencias donde no las había. Parecerá mentira, pero jamás empleo expresiones del tipo: "Vosotros y vosotras, alumnos y alumnas, padres y madres". Es un disparate mayúsculo desde los puntos de vista lingüístico y social. Parecerá mentira, pero ni siquiera reparo en que mis alumnos son chicos y chicas. Lo doy por hecho. Sé que son chicos y chicas. Y no los cuento. No me interesa. Son iguales todos: estudiantes de BUP y COU. Nada más. También he tenido en clase a cristianos, judíos, musulmanes, testigos de Jehová, ateos, boy scouts, hindúes, tullidos y atletas, militaristas convencidos y objetores. Todos son iguales en lo que a mi trabajo y a sus derechos y deberes se refiere. Sé que parecerá una locura, pero no puedo evitarlo. Claro que es culpa mía: cuando era estudiante y leía u oía: "El hombre es mortal", yo no me consideraba eterna, sino incluida en la categoría hombre = género humano. ¡Qué se le va a hacer! Insisto: no puedo evitarlo. Cuanto más hablemos de diferencias, más ahondaremos en ellas, ¿no les parece?-

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