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¿Pequeño y matón?

Soledad Gallego-Díaz

Una colega mía, Gina Lubrano, representante del lector en The San Diego Union, ha descubierto que los lectores están más preocupados por los sentimientos de los niños que por los sentimientos de los políticos. Cuando se les pregunta, contestan que les interesa más el contenido de las tiras cómicas e historietas que publica cada domingo su periódico, y su valor humanístico o educativo, que todas las protestas de los políticos sobre una hipotética intromisión en su vida privada.Los padres y madres españoles no parecen diferentes de los californianos: esta Defensora del Lector ha recibido más protestas sobre los contenidos del Pequeño País que sobre la c bertura de importantes acontecimientos políticos.

Tres lectoras han planteado en concreto el mismo problema: el tebeo que publica los domingos EL PAÍS es confuso, demasiado agresivo y protagonizado exclusivamente por niños y no niñas.

Belén Cofiño, de Madrid, se queja del Pequeño País del pasado día 20 de febrero. En la página 5, Spirou y sus compañeros de clase se las arreglan para que su profesora de aritmética se agache y poder verte las bragas. En la página 6, Marco Antonio consigue que la pastelera del barrio se agache y le enseñe los pechos. En la página 16, el test parece exclusivamente dirigido a niños: "Eres el chico de las mil caras".

Cofiño considera que los guiones de las historietas son "de un machismo recalcitrante". "Estoy segura de que unas niñas yendo a comprar pasteles para ver sus intimidades al pastelero no le parecerían graciosas a nadie". "Los guiones de sus historietas denigran la imagen femenina". "Personalmente", asegura Cofiño, "voy a evitar que, mientras las cosas no cambien, este tebeo caiga en manos de mis hijos".

Silvia Lezcano, también de Madrid, comenta que algún domingo lee el suplemento infantil (tiene una hija de 12 años) y que comienza "a estar cabreada". "Todos los personajes son masculinos". "No me considero una feminista airada", escribe Lezcano, "pero no entiendo por qué nunca consigo identificar a una niña en estas historietas".

Isabel Romero, profesora de enseñanza secundaria, resalta que en ese mismo número del 20 de febrero la sección denominada El Desván publicaba 14 cartas de niñas, dos de niños y dos colectivas. "Es decir, parece que existen niñas que leen la revista y que incluso se molestan en escribir cartas. Pero, en el resto de las páginas, las mujeres o las niñas dejan de existir". "¿Será por culpa de la famosa invisibilidad femenina", se pregunta la enfadada lectora.

Los alumnos de español del Schubert Gymnasium, de Markgröningen (Alemania), plantean otro problema: "La historieta de Cuttlas, además de estar mal puntuada en español, está llena de expresiones violentas".

La Defensora del Lector ha acudido al subdirector de la edición dominical, Francisco G. Basterra. ¿Qué opina de las quejas de estos lectores?

"El Pequeño País ", escribe Basterra, "no tiene como misión educar a los niños / niñas de España. Para eso están las familias y las escuelas, fundamentalmente. Es un producto periodístico que ofrece diversión y entretenimiento a los pequeños / pequeñas el fin de semana. Por lo tanto, no está realizado con los peligrosos criterios de lo políticamente correcto".

Sentados estos claros principios, el subdirector admite que no existen personajes femeninos en las historietas que publica EL PAÍS. "Existe una explicación", asegura. "En el mercado al que necesariamente acudimos en busca de tiras no existen prácticamente viñetas con una pequeña protagonista, ni tampoco, curiosamente, muchas mujeres dibujantes de historietas".

Basterra insiste: "Dentro de unos días se celebra el I Salón del Comic de Madrid; en su programa no hay rastro de historietas con niñas ni de mujeres dibujantes. En el catálogo de King Features, la primera distribuidora internacional de tiras cómicas, sólo aparece un personaje femenino". El subdirector encargado del dominical promete, sin embargo, que esa carencia se podrá corregir porque el Pequeño País "ya tiene en el telar una nueva historieta en la que una niña es la protagonista. Pronto la podrán ver".

En cuanto al tema de la violencia, Francisco G. Basterra considera que "el Pequeño País intenta trabajar con materiales nuevos y respeta la libertad creativa de los autores, con los límites precisos respecto a sexo y violencia gratuitos dentro de los baremos exigibles a un producto para el mundo infantil".

"Estamos muy por debajo, no es un mérito dificil, del nivel de violencia que cualquier niño / niña recibe diariamente en la calle, viendo la televisión o la publicidad", explica el subdirector. "Nuestros lectores / lectoras viven en el mundo real que nosotros, incluso en una revista para pequeños, también reflejamos inevitablemente".

Basterra promete a nuestros lectores alemanes vigilar y corregir la puntuación de Cuttlas y se sorprende de las protestas sobre sexismo. "Es curioso que son abrumadoramente los padres y madres los que se quejan de imágenes sexistas. Son los adultos los que encuentran a menudo malicia donde los niños / niñas, muchas veces más sanos que sus progenitores, no ven nada incorrecto".

La Defensora del Lector considera que EL PAÍS debe estudiar siempre con atención las quejas de sus lectores, pero más todavía cuando se refieren a algo tan importante como el contacto de los niños con un periódico que tiene, precisamente, vocación de producto de uso familiar.

Cree también que, cuando un diario se decide a hacer una revista infantil, debe poner los medios, el equipo y la dedicación necesarios para garantizar y controlar su calidad, y que los padres hacen bien en preocuparse por sus contenidos y en exigir el mismo trato esmerado que en otras secciones del periódico.

Hacer una revista infantil es difícil. Y todavía más dificil dar consejos a los padres sobre cómo educar a sus hijos e hijas. Robert Louis Stevenson, el escritor escocés que fue capaz de inventar historias tan maravillosas como La isla del tesoro, sólo se atrevió a recomendar: "Creo que un niño debe decir siempre la verdad, hablar cuando le pregunten y, hasta donde sea capaz, comportarse educadamente en la mesa". Seco, ¿no les parece?

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