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Padres adoptivos con casco azul

Los soldados españoles tienen niños ahijados en la destrozada Mostar

Jorge A. Rodríguez

Viadimiro Pérez ya es casi bosnio. Tiene 21 años, muchos meses de servicio y tres ahijados en Mostar. En el Hércules C-130 en el que regresa a España de permiso saca una foto arrugada. "Estos son mis niños, Sanel, Amel y Merludin. Son lo mejor y siempre que puedo les llevo comida y cosas". No es el único casco azul español que tiene hijos adoptados, sin papeles ni permisos, en los escombros de Mostar, una ciudad en la que la presencia de los soldados se deja notar entre los pequeños que chapurrean castellano y se suben a los blindados como a columpios.La influencia de los españoles es perceptible en los niños musulmanes de la martirizada Mostar. Han aprendido un español de supervivencia, trufado de tacos cuarteleros. Saben decir cosas como "bombones, cigarros, comida" o "qué pasa colega", "qué te pasa en la cabeza". Cuando se enfadan contestan con un "me la suda".

En cuanto los blindados españoles se detienen un momento en las calles de Mostar, decenas de niños se encaraman para pedir cualquier cosa y jugar. Algunos se ponen el casco azul de la ONU y comen a hurtadillas en el interior para que nadie los vea.

El cabo Santos Fernández Fernández, Bulla, tiene tres ahijados. "Los niños te levantan la moral. Nosotros les llevamos cosas, café, harina y cosas así que nos mandan nuestras familias y ellos nos regalan pulseritas. Casi todos tenemos algún ahijado". Bulla sigue contando: "El otro día uno me llevó de la mano a su casa para tomar café. Yo le dije, que cómo me iba a tomar el café que le había llevado yo para su familia. El no paraba de decir "nema problema" [no hay problerna]".

Éste cabo murciano ve poco a sus chavales. Está casi siempre en una garita, en el destacamento de Medjugorje, un antiguo motel para penitentes fortificado por los españoles. "Los chavales preguntan por mí a los compañeros y ya tengo ganas de verlos".

Lo cierto es que los soldados de la Agrupación Madrid, después de casi siete meses en la zona, han tenido tiempo para todo. Ahora, cuando la paz avanza, tienen más trabajo que nunca.

"Con esto de la paz nos estamos comiendo más guardias y misiones que nunca", confiesan los miembros de la dotación de un blindado. Patrullan por las calles, controlan carreteras, vigilan observatorios, montan nuevas bases... "Yo llevo cuatro meses comiendo casi todos los días bocadillos de mortadela y queso, porque nunca estoy en la base para el almuerzo", se lamenta un soldado al que le quedan días para volver a su casa.

Enrique Melón se atusa para que su padre le vea guapo. Francisco Javier Sánchez ya se licencia y le quiere tirar los tejos a su ex novia. VIadimiro Pérez se acuerda de cómo olía a muerto su blindado después de un intercambio de prisioneros.

Éstos tres cascos azules españoles se apiñan en el avión que les trae a España después de meses de patrullar por Bosnia. Son tres de los 1.200 miembros de la Agrupación Madrid que volverán poco a poco a sus casas para dejar el puesto a sus compañeros de la Agrupación Córdoba. El relevo de la Madrid por la Córdoba, que se consumará escalonadamente en abril, dejará huérfano de español a mucho niño bosnio, ya sin padre natural tras el interminable bombardeo de la ciudad.

Pero no todos están de acuerdo con que la presencia española es bien vista por los musulmanes de Mostar. Francisco García Borobia, miembro de Médicos del Mundo y cirujano en el hospital musulmán, afirma que entre los adultos hay recelos hacia los soldados españoles. "Todavía hay quien se acuerda de cuando dieron la espantada el día que la guerra se puso fea y sólo se quedaron cuando los retuvieron varios días por la fuerza", argumenta.

El coronel Luis Carvajal, jefe de la Agrupación Madrid, disiente: "Se ha vivido más en la parte musulmana y eso se nota en la excelente relación con la gente. Por eso me da pena dejar esto. La mayoría de la agrupación está enganchada al trabajo. Tenemos mono de misión, pero también tenemos mono de España".

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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