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La crisis económica enfría el nacionalismo en el estreno electoral de la Ucrania libre

Pilar Bonet

El patriotismo ya no es argumento suficiente para entusiasmar al electorado de las tierras occidentales de la antigua Galitsia, uno de los valores espirituales y culturales de Ucrania, país que el domingo celebra sus primeras elecciones legislativas como Estado independiente en medio de una grave crisis económica. Un clima de apatía precede a la elección del nuevo Parlamento de 450 escaños, que podría verse abortado como proyecto si se confirman las previsiones de escasa participación y la asistencia a las urnas no llega al 50% del censo electroral.

ENVIADA ESPECIAL, Los candidatos son más de 5.000, pertenecientes a múltiples formaciones políticas e independientes de tendencias variopintas, gracias a una ley electoral que permite presentarse a aquel que haya recogido 300 firmas.Las últimas elecciones legislativas se celebraron en Ucrania en 1990, cuando la república era todavía parte de la URSS. Aquella fue la gran hora del movimiento nacionalista Ruj, cuyos líderes arrasaron con programas de renacimiento nacional y resistencia contra el imperio soviético, semejante a los que esgrimían los frentes populares de las repúblicas bálticas.

El sueño de los líderes de aquella época -la liberación de Ucrania del imperio soviético se cumplió en 1991, pero la grave crisis económica que azota al país desde entonces ha cambiado actitudes y minado la combatividad, incluso en estas tierras consideradas como el crisol de la nación, porque conocieron el dominio soviético durante menos tiempo y conservaron mejor las tradiciones.

"La dirección económica del país ha sido caótica. No necesitamos 450 genios en el Parlamento, sino nueva gente capaz de reformar la economía, de proceder a una privatización masiva y elaborar una política financiera e impositiva", señala Yuri Kliuchkovski, un profesor universitario y uno de los candidatos del Ruj. Las elecciones ucranias pueden despejar algunas incógnitas, especialmente el grado de influencia de la extrema derecha nacionalista en las regiones occidentales y el de los antiguos comunistas -hoy reciclados como socialistas- en las orientales, según opina Kliuchkovski, acotando los dos polos entre los que oscila la vida política.

"Hay que distinguir entre quienes están a favor de consolidar la independencia y los que quieren una mayor integración con Rusia. Ambas tendencias son incompatibles y no existe una tercera vía", señala Igor Yujnovski, otro candidato del Ruj que ya fue diputado.

La segunda tendencia definida por Yujnovski está prácticamente ausente en esta zona occidental, donde sólo hay diferentes grados de radicalismo a la hora de abordar la cristalización del Estado. Algunos observadores creen que las elecciones pueden mejorar la posición de los nacionalistas más radicales, representados por la UNA-UNSO (Asamblea Nacional Ucrania) y el Partido Nacional Socialista de Ucrania (PNSU).

La UNA-UNSO, cuyo líder es Andréi Shkil, está dispuesta a enviar a sus hombres a luchar a Crimea, tras haberlos enviado al Transdniéster y a Georgia, pero tiene una ideología paneslavista que despierta reticencias entre nacionalistas más moderados. El PNSU es una formación cuyo emblema -una letra N con un I superpuesta- recuerda mucho a la cruz gamada de Hitler. Yuri Krivoruchko, su responsable ideológico y candidato electoral, se apresura a declaramos que el PNSU no tiene formaciones militares ni comulga con el paneslavismo. Sin embargo, la mayoría de sus líderes proceden de la escolta paramilitar del Ruj y muchos de ellos se enorgullecen de haber participado y combatido en la guerra de Afganistán.

Como otros políticos de Ucrania occidental, Krivoruchko está en contra de la doble nacionalidad ucranio-rusa, una de las principales reivindicaciones de los habitantes de Crimea. Krivoruchko aboga a favor de un proceso de naturalización para iodos los rusos que no puedan demostrar que sus pasados vivían en Ucrania antes de 1918. Uno de los principales problemas de Ucrania, según Krivoruchko, es que en este país viven demasiados rusos (un 20% de la población).

La península de Crimea, el talón de Aquiles de Ucrania, está hoy más lejos de Lvov que en 1991, el año de la independencia. La opinión en Ucrania occidental es unánime: el presidente Leonid Kravhcuk ha cometido muchas equivocaciones en relación a Crimea, y debería haber sido más duro.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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