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El creciente malestar social en Francia coincidió en las cantonales

Enric González

La primera vuelta de las elecciones cantonales Francesas, celebrada el pasado domingo, ha dejado a casi todo el mundo contento. La coalición conservadora RPR-UDF confirma su hegemonía, el Partido Socialista (PS) empieza a salir del pozo y tanto los comunistas como la extrema derechista conservan su clientela. Hasta los ecologistas, con sólo un 3% del voto, se dan por satisfechos. La principal lección de estos comicios es que el rampante malestar social, aventado por los jóvenes, no incide de momento en las urnas.

La coalición de los gaullistas del RPR y el centro-derecha de la UDF esperaba con cierta ansiedad la prueba de las cantonales. La popularidad de su primer ministro, Edouard Balladur, empezó a descender hace un par de meses, tras permanecer en niveles estratosféricos durante casi todo el primer año de mandato, y hacía falta ver si la sociedad francesa transmitía alguna señal de frustración.No hubo muestra alguna de desencanto. El voto conservador, que sumó un 44,7% del total, se mantuvo en línea con el registrado en las cantonales de 1988 (44,9%) y en las legislativas de 1993 (42,8%), tras las que la RPR-UDF y sus satélites obtuvieron una abrumadora mayoría parlamentaria. La derecha sigue, pues, óptimamente colocada para ganar la sucesión del socialista François Mitterrand en la presidencia de la República. La gran incógnita radica en quién será el candidato, si el primer ministro Edouard Balladur (a quien espera un indudable desgaste en los próximos meses) o el jefe de su partido, Jacques Chirac, eclipsado y claramente molesto por la popularidad de su teórico subordinado.

Los socialistas, a su vez, empiezan a levantar cabeza. En la primera vuelta del domingo obtuvieron un 28,7% de los votos, un porcentaje algo más digno que el 20,1% registrado en las legislativas del año pasado, pero aún inferior al 34% de las cantonales de 1988. El secretario general del PS, Michel Rocard, afirmó que los resultados permitían soñar con la presidencia. Como argumento, Rocard utilizó la suma de todo el voto de izquierdas: los socialistas, más los radicales de izquierda, más los comunistas, más los grupos extraparlamentarios, acumulaban un 40,8% de los votos, frente al 44,7% del conjunto de la derecha. La desventaja, vista así, no parecía tanta.

Rocard necesita, además de resucitar al socialismo, cerrar el paso a la candidatura presidencial de Jacques Delors. El actual presidente de la Comisión Europea sigue mucho mejor colocado que Rocard, según las encuestas, para aspirar a un inquilinato de siete años en el Elíseo.

Otro dirigente de la órbita socialista, el polémico empresario y ex ministro Bernard Tapie (Movimiento de los Radicales de Izquierda), obtuvo un resonante 43% en su cantón marsellés, y sugirió ayer su intención de aspirar a la alcaldía de Marsella en las municipales del año próximo.

El Partido Comunista Francés, con su nuevo líder Robert Hue al frente, sumó un 11,4% de los votos, dos puntos más que en las legislativas. El ultraderechista Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen se quedó estancado en un 9,7%, porcentaje prácticamente idéntico al de 1993.

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