Así es, si así os parece
Al igual que sucedió durante la noche de las últimas elecciones, Guerra se apresuró el mediodía del domingo, nada más cerrarse la composición de la Ejecutiva, a comparecer ante la prensa como el auténtico protagonista y el verdadero triunfador de la jornada. Abstracción hecha de las diferencias existente entre el 6-J y el 33º Congreso del PSOE, ambas ocasiones han acreditado la madrugadora habilidad de Guerra para ofrecer su propia interpretación triunfalista de los acontecimientos y condicionar de esa forma el curso posterior del debate. Junto a esa rapidez de reflejos a la hora de ocupar tempranamente el terreno, la capacidad de Guerra para simplificar las cuestiones complejas, iluminar las realidades halagüeñas y negar las evidencias molestas ha forjado esa pirandelliana versión del desenlace del congreso que ha hipotecado los análisis posteriores.Más allá de su pertenencia a una u otra corriente, los delegados al congreso poseían el interés en común de no tensar demasiado la cuerda, a fin de evitar que la nueva comisión ejecutiva pudiese quedar deslegitimada por el voto de castigo de los guerristas y que la presentación de una lista alternativa al comité federal consagrase formalmente el fraccionamiento de la organización. Pero así como algunos animales de fábula de Orwell eran más iguales que otros, así ese temor supuestamente unánime a la escisión compartido teóricamente por todos los asistentes al congreso no impedía que algunos delegados fuesen más miedosos que otros. Mientras la oficialización como corriente de los guerristas era declarada un mal absoluto por Felipe González, renuente a pasar a la historia como responsable de la quiebra del PSOE, Guerra y sus seguidores dejaban entrever tácticamente la posibilidad de la ruptura aunque en el fondo de sus almas la descartaran. De esta forma, los renovadores, debilitados psicológicamente para aguantar los envites de sus rivales, vieron limitada su capacidad de resistencia; la sangre fría de James Dean en Rebelde sin causa para frenar el coche antes de llegar al abismo es el mitificado modelo negociador de Guerra.
Por lo demás, el guerrismo suele aplicar varas de medir diferentes a las situaciones según disponga de la mayoría o se encuentre en minoría. Si debe pechar -como le ocurre ahora- con las incomodidades derivadas de estar en minoría, exigirá la aplicación de criterios de proporcionalidad estrictos para la composición de los órganos de dirección y jurará en nombre de la integración, la cohesión y el consenso. Pero la experiencia enseña que cuando Guerra dispone de votos suficientes, no duda en laminar a sus adversarios: esa ventajista disposición a invocar alternativamente el principio de la mayoría o el principio de representación proporcional según cuadre con las propias conveniencias hace imposible a la larga el funcionamiento de las reglas de juego democráticas en cualquier organización.
Durante la negociación para componer la comisión ejecutiva, el guerrismo reivindicó no sólo el derecho a imponer nombres, sino también el derecho a vetar candidatos. La presencia de Benegas en un alto puesto de la comisión permanente de la e ejecutiva fue convertida por los guerristas en casus belli; sólo las oscuras complicidades de estos últimos años en la administración de Ferraz pueden explicar que Guerra lleve su espíritu simulador hasta equiparar a ese trotón de la política, cuyas dotes para cualquier oficio continúan siendo uno de los secretos mejor guardados de la vida española, con las grandes figuras de la historia del PSOE. Todavía más escandalosos resultaron los vetos interpuestos a candidatos como Joaquín Leguina, culpable de haber denunciado la corrupción política; para su vergüenza, los renovadores no dudaron en entregar a los guerristas la cabeza del único dirigente socialista que se tomó tan en serio las exhortaciones de Felipe González a elevar el tono del debate como para publicar un libro de ideas en vísperas del 33º Congreso.
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