"No quiero que el Estado sea mi chulo"
Los transexuales son los únicos partidarios, de momento, de la legalización
"Yo soy puta y estoy a favor de que se dignifique esto, pero para nada veo bien que mi trabajo se legalice para que luego tenga que pagar impuestos y trabajar para el Estado", dice Luci, nombre con el que una prostituta de la calle de la Ballesta de Madrid, de 34 años, quiere ocultar su verdadera identidad. Son las diez de la mañana, y ella ocupa su puesto en la céntrica y cutre calle de la Ballesta de Madrid. No lejos de ella, otras compañeras más marcadas por los años también esperan, mientras la actividad laboral hierve en la vecina Gran Vía. A pesar de las dificultades para contabilizar este colectivo, se calcula que en España las prostitutas rondan la cifra de medio millón."Nunca he trabajado de noche, porque, con los críos, me viene fatal para llevarlos y traerlos del colegio; algunas de mis compañeras también prefieren este horario porque dicen que la noche es mucho más peligrosa", explica. A pesar de coincidir con los horarios de trabajo, no le faltan clientes. "Los hombres sacan tiempo para todo; eso sí, se ha notado un poco lo de la crisis, que nos ha obligado a bajar precios y hacer más horas", añade.
Su oposición a la legalización de la prostitución coincide con la de muchas prostitutas del mundo que han manifestado su desconfianza hacia las peticiones de algunos sectores progresistas que sugieren la opción de una prostitución legalizada, en lugares determinados, con mayor control policial y comodidades, y la posibilidad de que, con la cotización a Hacienda, el ejercicio de la prostitución pueda acceder a una jubilación. "Ahora que no tenemos chulos, sólo nos faltaba tener que trabajar para el Estado", dice al explicar que el cambio registrado en la actitud de la policía, "que ya no molesta ni abusa como hace unos años", ya no hace necesaria la presencia de un protector.
"Yo empecé hace 13 años, porque me quedé embarazada, me tuve que marchar de casa y no me daban empleo por ser madre soltera; pero luego me hice a ello y no se me ha ocurrido cambiar de trabajo porque así voy a mi aire, no tengo horarios ni jefe que me de la lata", explica. A ella le suena muy ajena la teoría de algunas feministas según la cual, las prostitutas ejercen este trabajo porque no tienen otra opción y que las putas son víctimas de la miseria y la opresión masculina. "Las oprimidas de verdad, son las mujeres que están casadas; yo sólo aguanto a un tío un ratito mientras que ellas tienen que hacerlo todo el día", dice.
Immigración y droga
Luci es de las muchas que opta siempre por la posibilidad que reserve lo más posible su independencia. Por eso, "a pesar del frío" prefiere trabajar en la calle que en un club o local. "Estaría al cubierto pero tendría que someterme a un horario fijo, pagar parte de lo que gano y, encima, tampoco contribuye a protegerme más porque, ni siquiera allí, pueden controlar el momento más peligroso que es cuando una se mete en la cama con un tío; lo que hay que hacer, y una lo aprende con la experiencia, es ser psicóloga con los que se acercan a una".Para Luci, "la droga y la emigración son los principales problemas de este negocio", en España". "Cada vez hay más adictas y emigrantes; las unas por pagarse la dosis diarias, las otras porque no tienen papeles y vienen a llevárselo, el resultado es que están haciendo bajar los precios y, lo peor de todo, no utilizan el condón que tan poco le gusta a los clientes", añade.
Lola, transexual a mujer, coincide con ella en este punto. "Las drogadictas no son profesionales y, encima, nos traen mafias y complicaciones de delincuencia", añade. Lola, que se considera una mujer de cuerpo y alma, forma parte de un "subgrupo del principal" que apenas alcanza el 1% del total. La diferencia es que las mujeres biológicas no se han organizado mientras que nosotras sí estamos unidas; el problema es que, mientras ellas no avancen, nosotras tampoco lo haremos, al menos en el tema de la calle".
"Nosotras padecemos la doble marginación de ser putas y además, que no nos reconozcan nuestra identidad", dice al subrayar que, en el caso de los transexuales, la prostitución es casi obligada con o sin cambio de sexo porque "la discriminación no deja ninguna salida", añade Lola.
"Lo peor de esto es el peligro; a veces estás en la calle y los niñatos hijos de papá pasan y nos tiran desde sus coches botellas o piedras". Por tener mayor seguridad policial y poder optar a la jubilación, la asociación a la que pertenece ofreció a Hacienda pagar impuestos. "Pero nos contestaron que no podíamos porque nuestra actividad no es lícita". Para ella no hay duda de que las prostitutas transexuales son un blanco mayor de agresiones que las mujeres biológicas.
En compensación, dice, ellas gozan de mejores tarifas razón por la que las putas clásicas las han acusado de competencia desleal. "Somos una novedad en el mercado y, ahora que la mujer está más liberada sexualmente, ofrecemos un juego erótico que tiene más morbo en la calle; a nosotras no se nos acercan para nada homosexuales, al menos declarados, sino hombres y, cada vez más, parejas heterosexuales: ellas también disfrutan mucho con nosotras aunque, por el momento, no se atreven a venir solas".
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