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ELECCIONES EN ITALIA

Occhetto promete que llevará por primera vez a la izquierda al Gobierno

"Por primera vez votamos para ir realmente al Gobierno. No se trata simplemente de concurrir. Por primera vez es posible que nos toque gobernar, dentro de una gran alianza". Achille Occhetto, secretario general del Partido Democrático de la Izquierda (PDS), repite una y otra vez esta idea que en cualquier otro país sería redundante, porque es obvio que el líder de la izquierda tiene que presentarse a las urnas con la intención de gobernar. Pero en Italia no lo es.

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El Partido Comunista Italiano (PCI), el mayor de Occidente, del que es heredero el PDS, tuvo una larga historia de renuncias y de asunción resignada de que un empeño suyo de gobernar podía poner seriamente en peligro la estabilidad de un Estado que era un pilar básico de la OTAN.Hoy, el mismo Occhetto habla todavía más de "asumir la dirección política del país" que de gobernar, viene diciendo claramente desde hace meses que no haría ascos a que Carlo Azeglio Ciampi, un técnico de la derecha y absolutamente ajeno a la tradición comunista, siguiera presidiendo el Gobierno de Italia.

Pero cuando la campaña electoral entra en su recta final hay que dejar viejas vacilaciones y ambigüedades fuera de la mesa. Para ayudarle en el trance, se desplazaron el pasado sábado hasta Génova el secretario de los socialistas franceses, Michel Rocard, y Peter Glotz, el líder socialdemócrata alemán, que acaba de llevar a su partido al triunfo en Baja Sajonia.

Nunca el PDS, que no ingresó hasta el año pasado en la Internacional Socialista, había contado con un apoyo de este tipo. Glotz dice que los progresistas italianos son "combatientes fiables de la libertad europea", y añade, en referencia a Silvio Berlusconi: "Si una persona concentra demasiados intereses económicos y luego se dedica a la política, el peligro para la libertad es enorme. Por eso, debemos apoyar a Occhetto".

Rocard agrega que el resultado de estas elecciones debería confirmar un "retorno" de la izquierda a escala europea, y asegura que "para toda Europa sería un shock que en Italia se instalara un Gobierno contra natura integrado por la derecha democristiana, los separatistas de la Liga Norte y los neofascistas del Movimiento Social Italiano".

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Público encantado

El público se muestra encantado, aunque la tarde es desapacible y húmeda. Unas 3.000 personas se concentraron bajo la lona colgante que el arquitecto Renzo Piano hizo instalar en el puerto genovés con motivo de la otra Expo organizada sobre el V Centenario del Descubrimiento de América. Occhetto entra saludando con las manos juntas, a los acordes del Himno de la Alegria, en este escenario del último intento de renacimiento de la patria chica de Cristóbal Colón, que acabó como el rosario de la aurora.Corruptelas y escándalos, el mismo mal que está cambiando la faz política de Italia, condujo a la dimisión del Ayuntamiento de Génova. Ciudad septentrional muy rica, pero con una tasa de desempleo próxima al 20%, comparable a la de Sicilia, Génova, con toda su antigua tradición bancaria, es hoy el paradigma de la crisis de la industria pesada, como la siderurgia y la construcción naval, y del puerto que las atendía. Hay duros trabajadores, familias de clase media, progres y hasta gente guapa que se mueve al compás de la música country que anima la espera. Hay también bastantes jóvenes, lo que resulta novedoso incluso en esta Italia siempre politizada. Pero la proporción de jubilados es muy elevada. Hace años que el mayor partido obrero de Europa es, sobre todo, el partido de los funcionarios y los pensionistas.

Fruto amargo

"¿Valía la pena destruir todo el mundo de la vieja política para llevar al poder al fruto amargo de aquel sistema?", es la pregunta que Occhetto dirige a los trabajadores que hayan votado por la Liga como signo de protesta y que ahora se encuentran apoyando a Berlusconi, "el amigo de Craxi". Glotz y Rocard no dudan en unirse al anatema del ex líder socialista italiano hoy procesado por corrupción."Nuestro programa no es estatalista. Supera tanto el viejo estatalismo como el liberalismo salvaje", sigue diciendo Occhetto a la platea. "No somos el partido de los impuestos, pero todos los que trabajan y viven de su inteligencia saben que no basta la sanidad privada ni el avión privado. La derecha quiere implantar un sistema sanitario como el norteamericano antes de la reforma de Bill Clinton, en el que, si te desplomas por un infarto, lo primero que te miran es la tarjeta de crédito".

"Aquí no prometemos milagros", clama Occhetto ya en la recta final de su intervención, "sino que se os pide a vosotros que hagáis el milagro. Este país ha sido destruido, y habrá que hacer sacrificios. Pero sobre todo es importante que los hagan quienes nunca los han hecho".

El acto concluye con el consabido llamamiento "a la victoria" y un recuerdo de Enrico Berlinger, el gran líder comunista de los años setenta, que enfervoriza a la platea. Piero Fasino, cabeza de lista del PDS en Génova, que había inaugurado el mitin, sólo había citado, en cambio, a Willy Brandt, el fallecido líder socialista alemán. Suena una versión ligera y sincopada de la Internacional. El público se disgrega. No se ven puños en alto y hay poquísimas banderolas.

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