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XXXIII CONGRESO DEL PSOE

González espera que Guerra no pase a la oposición

El "número dos" del PSOE, emplazado a participar en la ejecutiva con quienes le han defenestrado

El congreso que hoy inauguran en Madrid los socialistas será el más relevante de sus últimos 10 años desde la perspectiva cambio de poder y el menos decisivo en cuestiones ideológicas y programáticas. El 33º Congreso Federal del PSOE consagrará la pérdida de la hegemomía del vicesecretario general, Alfonso Guerra, quien sólo estará en la nueva dirección si acepta quedarse en minoría en medio de un núcleo de dirigentes que han batallado tres años para desposeerle del control omnímodo en el partido. La cita de estos tres días pasará a la historia particular del PSOE por la situación de debilidad en la que quedará su número dos, en contraste con el cónclave de hace cuatro años, en el que Guerra ejerció sin restricciones su libre albedrío por encima de sus críticos.

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En los anales socialistas, sin embargo, no constarán las propuestas ideológicas y programáticas de este congreso, en el que sólo se atisbará lo que en un futuro será el recorte en el Estado de bienestar. La renovación empezará a tomar cuerpo como postulado a seguir, aunque con escasa articulación de proyectos.Guerra lució en la clausura del 32º Congreso la misma sonrisa de satisfacción que en los dos anteriores. Mantenía todo el poder con mínimas concesiones a sus incipientes críticos, todavia sin organizar y sin la denominación de renovadores. Tuvo que admitir a alguno de ellos en las vocalías de la ejecutiva, pero el aparato seguía siendo suyo.

En este congreso, aunque Guerra aceptase continuar en la vicesecretaría general, la situación cambiará radicalmente. Felipe González no le ha permitido tomar rienda alguna ni le ha hecho partícipe de sus planes de renovación. González no ha dado tres cuartos al pregonero y justifica esta omisión porque Guerra "es un compañero de la dirección", es decir, está en lo mismo que él. No es una tendencia, ni un poder ajeno a la "mayoría" con el que haya que pactar. Y si no es así, da a entender el líder del PSOE, que lo manifieste.

Guerra ha guardado silencio. Sólo sus más próximos conocen la tristeza que le embarga. Unos le animan a que se mantenga en la ejecutiva, otros tratan de convencerle para que dé el portazo, y el escucha en silencio con aparente distancia. Dar la campanada -renunciar a la ejecutiva- no está en su concepción de partido; Guerra se resiste a asumir que el PSOE no es él.

Además, González da por descontado que Guerra no pasará a la oposición, aunque bastante malestar le produce que el congreso esté resultando para la opinión pública una mera lucha por el poder. Otros veteranos del PSOE, en cambio, restan dramatismo a la pugna y apelan a la tradición de los congresos "serios", en los que el asunto fundamental es precisamente el reparto del poder, sobre todo cuando se está en el Gobierno y desde él hay recursos para mostrar a la ciudadanía cuáles son los proyectos socialistas.

La delicada situación del PSOE en esta legislatura es objeto de especial preocupación para González y la mayoría de dirigentes regionales y presidentes de comunidades autónomas. De esto se hablará mucho en los tres días del congreso. El PSOE está en minoría, tiene que recurrir permanentemente a la ayuda de los nacionalistas, y el acoso del PP no tiene tregua. A ello se añade la machacona crítica de Izquierda Unida y de los sindicatos, que reprochan a los socialistas haber dado la espalda a la izquierda y a los trabajadores.

González reaccionó ayer a esta crítica. "No sobra la O de Partido Socialista Obrero Español. El objetivo de este congreso es renovar, no refundar el partido", dijo a Radio Nacional.

El secretario general del PSOE se empleará a fondo para convencer a los cientos de delegados que tuercen el gesto cada vez que escuchan declaraciones de ministros partidarios de restringir las prestaciones sociales. "Los responsables del partido están en su inmensa mayoría a favor de la renovación y todos se dan cuenta de que los valores de solidaridad deben ser defendidos sin comprometerse a hacer algo que el país no puede pagar".

Esta llamada a tener los pies en la tierra será una constante en las intervenciones de González para disipar tentaciones levantiscas en la ponencia sobre el Estado de bienestar. El líder socialista, después de dedicarse tres semanas casi en exclusiva a la preparación de este congreso, dejará claro que una vez terminado, la labor de los socialistas, deberá centrarse en el Gobierno.

En el anterior congreso, González admitió que el partido fuese dirigido por Guerra mientras él se encargaba del Gobierno. Desde ahora, González se encargará de los dos ámbitos. "No hay ningún grado de sometimiento del Gobierno a la dirección del PSOE". "El Gobierno se debe en primer lugar a sus votantes, más de nueve millones, y no a los militantes del partido, que son 350.000", advirtió ayer.

El presidente no prevé tensiones entre la ejecutiva y el Gobierno, y se cuidará de elegir a las personas adecuadas en la dirección para que eso sea así. González quiere una ejecutiva "representativa" y con "perfil político", lo que le deparará algunas dificultades, porque estas características recaen sobre todo en ministros y presidentes autonómicos con poco tiempo para el, partido.

González ofrece a los guerristas que en la permanente -el equipo de trabajo diario con responsabilidad en la ejecutiva estén el propio Guerra, el secretario de organización, Txiki Benegas, y el responsable de asuntos económicos, Francisco Fernández Marugán. Otros ocho guerristas ocuparían puestos de vocales.

Alfonso Guerra y sus partidarios se reunieron ayer para intentar concretar una respuesta a la previsible oferta de Felipe González. Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Juan Barranco, José Acosta, Jaime Blanco y José Marco estuvieron con Alfonso Guerra, quien, según uno de sus colaboradores, todavía "no ha deshojado la margarita" de su incorporación a la dirección.

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