España en marcha
"Yo me entristezco, me entristezco ante este rebajamiento, ante esta depresión dolorosa del espíritu de aquella España".Azorín (La voluntad)
La actividad económica en España lleva más de año y medio cayendo, porque ni se invierte ni se consume ni, en consecuencia, hay demanda interna. La caída de la compra de bienes de equipo, el frenazo de la construcción y el enfriamiento del consumo privado
revelan bien a las claras las pérdida de pulso de nuestra economía.
Como no podía ser menos, esta atonía se ha traducido en una dramática destrucción de empresas, en un alarmante aumento de paro y en un grave deterioro de la relación entre cotizantes y beneficiarios de la Seguridad Social que ha reavivado las dudas sobre la futura viabilidad del sistema.
Los equipos económicos de González han metido la economía española en el congelador, pero no por eso la fiebre ha remitido: los precios, el desequilibrio exterior y, sobre todo, el déficit público no han pueden ahogar en la cuna nuestras posibilidades de recortar distancia con con los países punteros que cuentan con sistemas mercantiles, administrativos, fiscales o laborales mucho más compatibles que los españoles con las reglas del juego establecidas por el Acta Única, Maastricht y la Ronda Uruguay.
Por eso urge poner en marcha inmediatamente un plan de choque, porque sólo con arrancada podremos sortear los escollos que históricamente explican nuestro atraso relativo.
El plan de choque que el Partido Popular propone sólo se entiende si se contempla en su totalidad, porque junto a las medidas reactivadoras que se traducen en pérdida de ingresos se incluyen recortes del gasto público y privatizaciones que compensan de sobra aquellas disminuciones.
Las medidas en concreto son las siguientes:
1. Para activar la demanda
Para alegrar el consumo, proponemos reducir la tarifa del impuesto sobre la renta en un 5% y rebajar las retenciones que sufren los trabajadores.
Para darle oxígeno a la inversión, proponemos la regularización de balances, modificar el régimen de plusvalías, libertad de amortización para los activos comprados este año y el que viene y deducciones más generosas para las empresas que inviertan, investiguen o exporten.
Para aumentar la liquidez de las empresas, queremos que en los contratos con la Administración -que es un mal pagador el impuesto se ingrese en el Tesoro sólo cuando se cobre, y que en los demás casos se devuelva cuando el cliente no lo pague en un plazo de dos años.
2. Las pequeñas y medianas empresas Proponemos simplificar los trámites a los que se enfrentan quienes desean crear una pequeña empresa, agilizar el cobro de impagados, premiar a los que inviertan, aunque estén en régimen de estimación objetiva, y permitir a los empresarios incluidos en regímenes especiales deducir el impuesto sobre el valor añadido soportado en la adquisición de bienes de inversión.
3. Para impulsar la acvidad en ciertos sectores clave
Proponemos una reducción del 20% en el impuesto sobre la renta por compra de viviendas nuevas y la reducción del impuesto especial sobre matriculación en cinco puntos. La liberalización del sector de las telecomunicaciones y la erradicación de las restricciones a la competencia servirán también para impulsar el crecimiento de los servicios.
4. Para crear empleo
Todas estas medidas pueden hinchar las velas de nuestra economía; pero pueden no ser suficientes para crear empleo. Por eso, queremos aumentar la deducción por formación profesional, modificar los módulos de estimación objetiva y revisar el impuesto sobre actividades económicas para eliminar sus perversos efectos sobre el empleo y, además, bonificar las cuotas a la Seguridad Social de quienes contratan trabajadores fijos.
5. Para controlar el gasto público
Todas estas medidas cuestan dinero: 140.000 millones de pesetas en 1994, y no los 691.000 millones que dice el Gobierno, empeñado en ignorar que su puesta en práctica supondrá una mayor recaudación fiscal y un importante ahorro para la Seguridad Social. Por poner un solo ejemplo, la compra de viviendas nuevas daría derecho a una deducción en el impuesto sobre la renta en 1995, pero obligaría a pagar el impuesto sobre el valor añadido en 1994. Si los cálculos del Gobierno fuesen correctos, la deducción totalizaría 113.000 millones de pesetas -insisto, en 1995-, mientras que los ingresos por IVA en 1994 serían de 135.600 millones de pesetas.
El Gobierno ignora además, l hacer sus cálculos, las medidas sobre control y reducción del gasto que el plan incluye. La aprobación de una ley presupuestaria de nueva planta, el respeto estricto a los límites impuestos por las Cortes al crecimiento del gasto, la reducción del fraude en el cobro de prestaciones por desempleo, así como el control del dinero público antes de que se contraiga una obligación son medidas de disciplina que permitirán a la larga ahorros importantes.
La supresión de los organismos que ya no tienen contenido, la reducción de altos cargos al nivel de 1983, la congelación de la oferta pública de empleo para 1993 y 1994, así como, un pacto de austeridad para reducir los gastos de funcionamiento son medidas que deben permitirnos ahorros importantes de forma inmediata. El círculo se cierra si tenemos en cuenta que la privatización de las empresas públicas que reiteradamente hemos propuesto a las Cortes nos dará unos 450.000 millones de pesetas en 1994, que se destinarán a la amortización de deuda pública. Y eso supone un ahorro de 35.000 millones anuales por pago de intereses.
La hora de España exige una nueva sensibilidad, un conocimiento más profundo de nuestra realidad y un afán de reforma absolutamente incompatible con la resignación que paraliza al Gobierno de Felipe González. El año 1993 ha caído sobre un pueblo embriagado por los fastos del año anterior de forma súbita, y España se ha hundido en un pesimismo desconocido. Sólo esta pérdida de confianza en nuestras posibilidades como nación explican la masiva venta de empresas al extranjero, la emigración de nuestros empresarios hacia Portugal, Marruecos o Hispanoamérica, o el notable hecho de que los españoles ahorren más que nunca, pero no lo canalicen hacia la inversión productiva, sino que lo que atesoren para protegerse de un futuro incierto.
La busca de la España que inspiró a los intelectuales de finales del siglo pasado debe traducirse, hoy como entonces, en la regeneración de la vida española, en la europeización de España y en la recuperación de la fe en nosotros mismos que nos llevó a culminar el esfuerzo titánico de la transición.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.