Oleada de descontento en Francia por el plan de empleo juvenil
El Contrato de Inserción Profesional (CIP) ha tocado un nervio muy sensible en la sociedad francesa. El talento apaciguador del primer ministro, el conservador Edouard Balladur, no ha servido hasta ahora para contener una creciente ola de descontento sobre la que cabalgan, unidos por primera vez en mucho tiempo, los principales sindicatos. El Gobierno se mantiene firme en la defensa de su idea de emplear a los jóvenes por un salario inferior al mínimo, a la espera de una manifestación, mañana en París, que se prevé multitudinaria.
Un 69% de los franceses cree, según una encuesta, que el país se precipita hacía una grave crisis social. El CIP, una medida aprobada casi de oficio por el Gobierno, ha conseguido fundir dos de los mayores fantasmas de la sociedad francesa: el desempleo y la desesperanza de los jóvenes. El CIP permite a las empresas contratar a menores de 25 años por la mitad del salario mínimo (si carecen de estudios y de experiencia) o, en el más generoso de los casos (estudios superiores), por un 80% del salario establecido en el convenio sectorial.Los más ofendidos por el CIP son los jóvenes con formación académica, porque se sienten estafados. Creían que sus estudios les abrirían las puertas del mercado de trabajo, pero resulta que no. Una encuesta publicada el lunes reveló que, pese a la casi unánime oposición al CIP, un 70% de los 750.000 jóvenes parados estaban dispuestos a aceptar cualquier trabajo, por cualquier salario, y un 82% consideraba que su generación se vería afectada por un desempleo endémico.
Con la actual política de moneda fuerte e inflación baja, Francia necesita un crecimiento económico anual superior al 3% para empezar a crear empleo. No se atisba de momento la posibilidad de llegar a ese ritmo de desarrollo, y el propio Gobierno da por seguro que el paro seguirá en aumento al menos hasta finales de 1995. Los jóvenes se sienten los principales perjudicados por el problema.
Balladur, a la baja
La llama del descontento ha brotado en distintos focos y se ha extendido con rapidez: cualquier incidente, como el asesinato de un muchacho en un suburbio de París, es susceptible de originar enfrentamientos entre jóvenes y policías con el problema del paro como fondo. A falta de una oposición política solvente, por la debilidad y desorientación del Partido Socialista, los sindicatos se han convertido en el único elemento de cohesión de un movimiento difuso pero pujante.Contra su costumbre, las principales centrales sindicales han establecido una estrategia unitaria contra el CIP y, en general, contra la política gubernamental en materia de empleo, y están consiguiendo acorralar al gobierno de Balladur. La popularidad del primer ministro, inverosímilmente alta durante su primer año en el cargo, ha bajado ya del 50% (47% según un sondeo publicado el domingo).
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