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El LABERINTO DE LA ADMINISTRACIÓN

Con un 10 no se gana una oposición

Un estudiante de Economía obtiene la máxima nota y no logra plaza de bedel

Ésta es la primera vez que El laberinto sale sin retrato. Pedro Sánchez González ha llevado su resistencia hasta el final. Se niega a ser fotografiado. Ni siquiera ha consentido que la cámara le capte las manos; teme que eso le cueste el primer trabajo que consigue cuando ya tiene cumplidos los 24 años.Su padre tiene más arrojo. Eufrasio Sánchez Sánchez va por los 60 años y sueña con abandonar el taxi, pero se siente amarrado al volante por mal que ande el negocio. Él es quien aporta los únicos ingresos de la casa: el hijo mayor, Pedro, está en el paro; el segundo, con 22 años abandonó los estudios de formación profesional y lleva dos años buscando empleo; la pequeña, de 20 años, estudiante de biblioteconomía, trabaja como cajera eventual en los almacenes Continente. Ya le han avisado que en abril no habrá más tarea para ella.

Montar una farsa

Con este panorama a sus espaldas, Eufrasio no pudo contener su indignación al ver que su hijo mayor, a pesar de encabezar la lista de los mejores clasificados en unas oposiciones para cubrir siete plazas de ordenanza en la Universidad Nacional a Distancia se quedaba sin opción.

En una carta escrita al hilo de estos hechos, Eufrasio decía: "Mi hijo Pedro Sánchez sacó el número uno, con un 10, en la categoría de ordenanzas en el examen que se celebró el 12 de diciembre de 1993. Esto no fue suficiente para conseguir ninguna de las plazas con vocadas., algo que no entiendo. Por eso ruego a quien corresponda que, de la forma más clara y sencilla, me explique para qué sirven esas convocatorias y exámenes. Me pregunto si no sería mejor conceder dichas plazas a los que de antemano ya las tienen adjudicadas (o sea, a los interinos), sin necesidad de montar esta farsa, que, entre otras cosas, sirve para acabar con la ilusión, esperanza y fe en las instituciones y en un sistema en el que continua y retóricamente nos dicen que todos somos iguales ante la ley y tenemos los mismos derechos. Me pregunto qué posibilidades y méritos tienen que tener mis hijos para acceder a una plaza de ordenanza en la Universidad y me pregunto también qué derechos tengo y la forma de hacerlos valer para exigir responsabilidades por el daño, principalmente moral, que han causado a mi hijo".

Pedro Sánchez estudia renqueando tercer curso de Económicas en la Facultad de Somosaguas de Madrid. Eligió esta salida por sugerencia de su padre, no porque pensara que sería una buena plataforma para desenvolverse en la vida. Su vocación está en la historia pura, en la investigación sobre el pasado. Pero el mirar atrás apenas tiene escaso futuro, tal como apuntan hoy las ofertas laborales a este tipo de titulados, de manera que Pedro optó forzado por el derecho mercantil y la contabilidad, unos terrenos donde no se mueve con excesiva holgura. A su edad ya tenía que haber terminado, le recuerda su madre.

En el verano pasado solicitó una plaza de vigilante temporal en el Museo del Prado, y la obtuvo tras una pequeña prueba. A esa experiencia le sacó triple partido: trabajo temporal, mucho tiempo libre para disfrutar de la pintura que tanto aprecia y puntos para acumular en su currículo con vistas a la Administración. Nunca imaginó que iban a decidir su destino. En las pruebas convocadas el 27 de agosto de 1993 por la UNED para cubrir siete plazas de ordenanzas, cuatro de mozos y tres de limpiadoras, esos puntos han resultado esenciales. Optaban a ellas alrededor de 3.000 opositores, pero pocos de ellos sabían que les iba a servir de poco, por mucho que la multitud fuera lo suficientemente disuasoria para no esperar grandes oportunidades. Las oposiciones tenían dos fases; en la primera se realizó una prueba psicotécnica con una escala de evaluación del 1 al 10; en la segunda el tribunal valoraba el currículo, la experiencia y el trabajo de los aspirantes en tareas similares. Si Pedro Sánchez y los otros 3.000 opositores hubieran sabido que había más ordenanzas interinos que plazas a concurso no e hubieran movido de casa. Se habrían ahorrado el pago de las tasas, la incomodidad de verse inmersos en una muchedumbre el día del examen y la ansiedad que produce un trance como ése a un parado de larga duración, como eran la mayoría. Los 40 eventuales jugaban con ventaja. Cada año de trabajo en la Administración pública les cuenta 0,1 puntos por año completo, hasta un máximo de tres puntos, y quien hubiera trabajado en la UNED contaba con 0,3 puntos por cada mes de servicio.

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En el haber de Pedro sólo contaban los meses que había estado de eventual en el Museo del Prado, de manera que poco tenía que hacer a pesar de haber sacado un 10 en la primera prueba. El cómputo medio de las dos fases de la oposición le situó en el puesto número 13. Las plazas a concurso eran siete. Desde la gerencia de la UNED -en este caso- lamentan que el acoso del paro empuje a tanta gente a competir por una plaza de ordenanza o limpiador. "Se crean situaciones desmotivadoras, porque cuando pasen los años, ¿cómo se va a sentir un licenciado haciendo la limpieza?", dice su gerente, Santiago Jiménez.

Esta situación kafquiana no le preocupa a Pedro. El continuaría estudiando historia, que es lo que le gusta, se casaría y podría presentarse en casa con la cabeza bien alta. De momento está cabizbajo. Sin saber los resultados de la oposición a la UNED, se presentó a otras que convocaba la Universidad Politécnica en las que ha tenido mejor suerte. Le han llamado a casa para anunciarle que ha obtenido plaza de vigilante. Pero tiene tanto miedo a que se le vaya de las manos que desearía no ver esto escrito.

Los lectores que deseen exponer sus casos pueden enviarlos a El Laberinto. Sección España. EL PAÍS. Miguel Yuste 40. 28037 Madrid.

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