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Tribuna
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Marea sur

Torear en la corte da moral. Cuando puse el pie en el estribo, camino de Madrid, en un ferrocarril originario de Linares-Baeza, aquel año de Woodstock, Clinton -mucho más aleonado que ahora- marchaba contra la guerra de Vietnam, y Lenny Kravitz estaba por balbucear su primera palabra. No era cosa de mirar hacia atrás. Mi provincia, rebosante de monjitas y de guardias civiles, era una especie de parque jurásico con señoras limpiacristales que cantaban a Lagartijo corneado en Úbeda y a Manolete, fino estilete del frente nacional, vencido por Islero al lado del patio de mi casa, cuando yo ni siquiera andaba por el mundo. En cambio, aquí, en Madrid, películas subtituladas, libreros sapientísimos, murales de vanguardia, pecé, atardeceres de blanco satén, amores libertarios, inglesas de Virginia Woolf y estudiantes que leían a Camus y cantaban a Bob Dylan, Al vent y Gora Euskadi.En aquel tren que se acercaba a los Campos Elíseos, tú cantaste (¿lo recuerdas, Joaquín?) el repertorio que llevaba consigo el conductor y algunas pocas melodías más, en otras lenguas, convencido, al igual que yo, de que entraríamos en Madrid por la estación de Atocha. No era verdad. Los andaluces teníamos forzosamente que pisar por el Oeste, es decir, por la plaza de Las Ventas, como lo hiciera Juan Belmonte, en 1934, que estrenó el tendido principal tres años después de celebrarse la primera corrida de su historia. Pero el que no pisaba por Las Ventas nunca daría la vuelta a un ruedo.

Lo decía, en el documental Torerillo, Basilio Martín Patino, en su día maletilla de alta ganadería, con la plenaria voz de don Fernando Rey, entre noche de luna y becerrada ante espontáneos como el Puñales, cuyo cuerpo -ya no iba a caballo el torerito, como en la Ilustración- de Juan sin tierra se jugaba el alma en la capea, porque "más cornás daba el hambre que el toro". Eso lo sabías tú, Joaquín Sabina, pase de pecho y niña que ya no quiere ser princesa.

Ayer desandábamos entre dos luces todo aquello, cuando escuchamos a nuestra gente todo terreno, de Leganés-Suzuki hasta el ministro vasco, con la pancarta "Ni uno menos" a los despidos de Santana. "Nuestras mareas se crecen en la dificultad", nos decimos a un tiempo ante tu cuadro de Juan Vida en esta arena de corridas baratas. Prefieren, como tú, perder una corrida por las cogidas que les mande el azar a escuchar de cualquiera que se te va la pascua con la siesta.

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