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La confesión

"Hay una cosa peor que un maleante: un hombre corrompido en un puesto político importante, un hombre que pretende estar haciendo observar la ley y que en realidad está cogiendo pasta de alguien que la infringe. Ni un golfo que se respete quiere para nada a esta clase de gente. Los compra como lo haría con otros artículos necesarios para el comercio, pero en el fondo los odia", observó una vez Al Capone. Ahora, estos políticos, presuntamente, ocupan un lugar importante en la explicación que algunos ex gestores y colaboradores de Javier de la Rosa ofrecen sobre la desaparición de los dineros de Kuwait Investment Office (KIO).Pero cuando una inversión de casi 500.000 millones de pesetas está virtualmente perdida, como es el caso de Torras, y cuando existen indicios de que una empresa como Quail, de 226 millones de capital, que pertenecía a Javier de la Rosa, se llevó 30.000 millones en contratos y comisiones, la teoría de la conspiración no es válida.

Juan José Folchi es un abogado listo que trabajó muchos años para Javier de la Rosa, hasta que a mediados de junio dejó Grand Tibidabo. Fue secretario del consejo del grupo Torras, y asesor legal de Tórras Hostench Londres y otras empresas. Folchi intentó a finales de 1992 la última carta para evitar que KIO presentase una querella contra De la Rosa y sus colaboradores, incluyendo él mismo. Viajó a Londres y se entrevistó con los representantes del grupo. Según les explicó, no interesaba remover el affaire KIO porque había mucha gente influyente implicada en España. Ni Al Bader, ni Al Nouri, recién llegados a KIO, hicieron caso a Folchi. El abogado envió un documento en el que presuntamente se daba cuenta de los sobornos. KIO siguió adelante en Madrid y Londres con sus demandas.

En medio del naufragio del barco kuwaití, a mediados de 1992, Narciso de Mir, por orden de Javier de la Rosa, solicitó al responsable de Peat Marwick en España un informe sobre las operaciones del grupo y transferencias bancarias. El responsable le dijo que no podía hacer ninguna valoración excepto poner por escrito lo que ellos mismos, como gestores de Torras, le dijeran. De Mir contestó que era eso lo que deseaban.

A mediados de noviembre de 1992, De la Rosa utilizó ese informe como gancho ante algunos periodistas extranjeros y logró filtrar la información en el Financial Times, con un sugestivo título: ¿Where did the billions go? (¿Dónde fueron los miles de millones?). Peat Marwick no contestaba lógicamente a esta pregunta, pero De la Rosa logró hacer colar que KIO, como institución, era el beneficiario de las transferencias. Ahora se ha descubierto en Londres que al menos 7.000 millones de pesetas han ido a parar a cuentas de ex gestores de KIO. Se han confirmado desvíos a las cuentas de Fotiad K. Jaffar, el valedor de De la Rosa, y otra a la de Fahad Mohammed Al Sabaj, presidente de, KIO a lo largo de veinte años y primo del emir de Kuwait.

Los esfuerzos de Folchi para convencer a los kuwaitíes de que no menearan el asunto fracasaron, pero aún resuena el eco de su confesión, o intento de chantaje, según se mire. A todo esto, el juez Moreiras ya había citado a De la Rosa a declarar para el 28 de abril. No hay que pedirle que se convierta en el juez Wilkerson, que condenó a Capone a 50.000 dólares de multa, 30.000 de costas y 11 años de cárcel, pero sí que investigue el asunto. Y más pronto que tarde.

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