Se acabó la base, se marchó el padre
Varias mujeres se asocian para buscar a los soldados de EE UU con quienes tuvieron hijos
Son pocas, pero muy valientes. A pesar de que no llegan a la decena, se han agrupado bajo el nombre de Arpa (Asociación para el Reconocimiento de la Patemidad), con sede en la localidad madrileña de Móstoles (198.000 habitantes), desde donde pretenden encontrar a los hombres con quienes convivieron durante años y reclamarles unos apellidos, un poco de cariño para sus hijos y una pensión que les ayude a soportar los gastos. La mayoría de estas mujeres tiene su objetivo a miles de kilómetros: quienes fueron sus esposos o compañeros cambiaron la estabilidad de una familia por la movilidad de un comando de la OTAN en Europa. "La culpa fue de quienes de cidieron el desmantelamiento de las bases militares norteamericanas. Si no hubiese desaparecido el puesto naval de Rota, este colectivo nunca hubiera existido". Son palabras de Paqui Rodríguez, presidenta de la recién nacida Arpa. El denominador común de las mujeres agrupadas bajo estas siglas es haber vivido con un hombre que luego desaparece y deja a madre e hijo sin preocuparse de sus derechos le gales. Paqui conoció en el verano de 1986 a James N. Morrison, "un apuesto ATS de la Marina norteamericana". Tras cuatro años de relación estable, quedó embarazada y pensó dar a luz a su hijo en un hospital de Madrid. Recién nacido Jaime, que ahora tiene ocho años, el americano pidió 12 días de permiso que pasó en la capital con su nueva familia. "Pero el permiso terminó y fue la última vez que lo vi. Dijo que llamaría cuando llegase a Cádiz, aunque jamás lo hizo", comenta Paqui, resignada por el paso de los años.
Poco después supo que las instalaciones de Rota habían sido desmanteladas y sus integrantes habían partido con destinos diferentes. "La débil pista de James se difuminó dejándome en la más absoluta sensación de vacío", explica. Lo ha intentado todo: anuncios internacionales; cartas al domicilio del americano en lowa, devueltas sin abrir; telegramas a las Fuerzas Armadas norteamericanas; hasta fue a un programa de televisión de búsqueda. de desaparecidos. "Pero vine peor que fui", lamenta, "porque me dijeron que James está en Italia, pero no quisieron darme su teléfono".
Después de aquello, Paqui llevó su historia al canal privado Telemóstoles, de donde surgió la idea de formar una asociación. A través de Victoria, secretaria del abogado que colabora en ese espacio televisivo, se formó el colectivo Arpa, hace un mes. "Nuestros objetivos", explica Victoria, "son el apoyo y asesoramiento legal a mujeres con problemas de abandono, que no saben que pueden reclamar la paternidad de sus hijos más allá de las fronteras españolas".
Al conocer la existencia de Arpa, otra mujer de 45 años, Francisca, se puso en contacto con Victoria para reclamar los derechos de su hijo. Fruto de su relación con Steven, marinero americano destinado en Rota, nació Abel, que, ahora tiene nueve años y no recuerda el rostro de su padre. Al ver que Steven no volvía, Francisca esperó a que el pequeño tuviese edad y fuerzas para soportar 15 horas de avión, y se presentó en Florida. Cansada de "las juergas nocturnas sin hora, viajes sin calendarios y una convivencia sin comunicación", Francisca regresó a Madrid.
La secretaria de la asociación, Victoria, explica que "el Ministerio de Justicia tiene un departamento donde el Gobierno español reclama personas al Gobierno americano para que pasen una pensión alimenticia". Este servicio se ofrece después de que España ratificase hace un año en Brasil el Pacto Internacional para los derechos del niño y el Pacto de Nueva York para el reconocimiento de las pensiones.
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