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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Kohl, canonizado

EL CONGRESO de la Unión Cristiana Democrática (CDU) de Alemania, que se ha celebrado en Hamburgo del 21 al 23 de este mes, se ha caracterizado por una exaltación del canciller Helmut Kohl como una personalidad histórica excepcional, la única capaz, después de 12 años en el poder, de levantar al partido 11 con el viento de frente" y de conducirle a la victoria en las elecciones generales que tendrán lugar el 16 de octubre próximo.El congreso se reunió en un clima bastante deprimido. Había motivos: desde hace ya bastantes meses los sondeos anuncian con cifras claras la derrota de la CDU en las futuras consultas electorales: no más de un 30% de los alemanes expresan su voluntad de votar por el partido del canciller Kohl, frente al 45% pronosticado a los socialdemócratas del SPD. En el curso de 1994 van a tener lugar 17 consultas electorales locales y regionales antes de la convocatoria decisiva de octubre. Es lógico que Kohl quiera evitar que un partido deprimido entre en esa carrera; si la CDU empieza a perder en las consultas regionales, es inevitable que llegue a octubre con moral de derrota.

Por eso Koffl ha adelantado el congreso de su partido a sólo tres semanas de la primera prueba electoral: la que tendrá lugar en Baja Sajonia, donde los sondeos son muy desfavorables para la CDU. Así, el congreso de Hamburgo ha sido una especie de mitin para los responsables del partido en toda Alemania, para devolverles la confianza y ponerles en condiciones de afrontar la batalla con una moral alta. ¿Cuál será la principal arma de la CDU para recuperar esa moral? Hamburgo lo ha dejado clarísimo: aprovechar al máximo la personalidad de Kohl.

Esta exagerada personificación del partido y de su campaña indica una carencia bastante lamentable de nuevos valores en su seno. No hay jóvenes que aparezcan en el mundo político como posibles nuevas estrellas de la CDU. En cambio, en la socialdemocracia -donde abundan los barones- el candidato a canciller, Rudolf Scharping, bastante gris cuando fue elegido para ese cargo, logra afirmar su prestigio y gana popularidad.

Para la CDU, su líder será la única bandera. Por un lado, su figura como artífice de la unidad alemana tiene aún cierto arrastre electoral, si bien la forma en que ha llevado a cabo esa unidad sea hoy muy discutida. Por otro lado, la dimensión internacional de la figura de Kohl, el alemán respetado en Moscú, París, Londres y Washington, será explotada al máximo, buscando el contraste con los líderes socialdemócratas. Ya en el congreso de Hamburgo se ha adelantado esa línea con acusaciones como la de que el SPD no apoyó en el exterior la unificación o insinuaciones de que la victoria de ese partido provocaría un cierto aislamiento de Alemania. Se trata de reproches injustos, que no corresponden a la trayectoria del partido, de Willy Brandt, pero que indican que el congreso ha sido, más que nunca, el primer acto de la campaña electoral para las elecciones de otoño.

En todo caso, incluso si Kohl ha sido saludado en Hamburgo con ovaciones entusiastas, y si ha logrado así recargar la moral de su partido, le quedan por delante tareas mucho más complejas: ganar la confianza de los ciudadanos en general. Los aspectos negativos de la situación económica (con cuatro millones de parados) y el deseo de cambio que sienten los electores después de 12 años de Gobierno de un mismo partido son factores que pueden causar la derrota de la CDU. Es sintomático que el partido liberal, su aliado desde hace 11 años, se plantee ir a las elecciones con las manos libres con vistas al futuro, es decir, dispuesto a gobernar tanto con la CDU como con los socialdemócratas, si éstos salen vencedores de las urnas.

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