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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Temor y esperanza

EUROPA MANTENÍA ayer el aliento ante el final -a la una de la madrugada pasada, hora española- del plazo dado por la OTAN a las fuerzas serbias de Bosnia para la retirada de todo su armamento pesado en un radio de 20 kilómetros del centro de Sarajevo. Desde Sarajevo llegaban algunas noticias que alimentaban el muy cauto optimismo generado en días pasados por el hecho de que los serbios se declararan dispuestos a dicha retirada y por el comienzo de la misma. Demasiadas veces, sin embargo, las tropas de Karadzic han engañado a la comunidad internacional como para, esperar de ésta que bajara la guardia de inmediato. Ministros y altos mandos de la OTAN, reunidos en la base aérea de Aviano, en el norte de Italia, dejaban ayer claro que no habría nuevos plazos ni tolerancia para nuevos subterfugios. Todas aquellas armas pesadas que estuvieran dentro del perímetro establecido al cumplirse el plazo tendrían que haber sido entregadas a los cascos azules o haber sido inutilizadas definitivamente e inspeccionadas por las tropas internacionales. En caso contrario, podrían ser objetivo de ataques aéreos en cualquier momento.No parecía ayer probable -pero tampoco descartado- que la OTAN decidiera atacar en las primeras horas de la madrugada las armas pesadas que, en cierto número, siguen en la zona declarada de exclusión, ya sea por imposibilidad técnica o por falta de voluntad para retirarlas. En todo caso, la amenaza de ataques aéreos con credibilidad por parte de la OTAN ha encauzado el primer paso realmente positivo hacia el final de la matanza en Sarajevo. Demuestra así cuál es el único lenguaje que entienden realmente líderes como Karadzic o su jefe militar, Mladic, y el error de quienes han preconizado las continuas concesiones a los agresores iniciales en esta guerra, hasta conseguir que todos los contendientes adoptaran sus estrategias y métodos. Si la mera amenaza logra poner punto final a los bombardeos -y al cerco que sigue vigente- sobre Sarajevo, su éxito será doble. Esta política podría aplicarse a todas las demás ciudades que están siendo asediadas y bombardeadas, sean serbios, croatas o bosnios de mayoría musulmana los sitiadores o los sitiados. El fin de la guerra parece aún lejano. Pero la OTAN parece haber encontrado la fórmula de acabar con la impotencia que ha paralizado al mundo ante esta tragedia.

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Lo que queda por hacer

Hay otros fenómenos que hacen de esta pasada semana una de las más significativas desde la disolución de la URSS. Con su iniciativa, desencadenada por el ultimátum de la OTAN, Rusia vuelve a reclamar su papel como superpotencia europea. Ayudando a los serbios a evitar un ataque y a crear la Gran Serbia podría alcanzar en los Balcanes una influencia que siempre quiso y que ni bajo Stalin tuvo. Rusia ha advertido que un ataque supondrá un gravísimo revés a las relaciones de Moscú con Occidente. Grecia actúa como si sus intereses nacionales coincidieran mucho más con las ortodoxas Rusia y Serbia que con sus socios en la Unión Europea. Aún más doloroso para las convicciones europeístas es el fracaso de la UE en esta crisis. Cuando el destino de Europa está en juego, éste se sigue dirimiendo en gran parte en Washington y, de nuevo, en Moscú. Sólo Francia parece ser capaz de escapar a la confusión europea. La esperanza de que los ataques aéreos no sean necesarios se mantenía al escribirse estas líneas. También el temor a las consecuencias de éstos, si finalmente se producen. Asimismo, la convicción de la imperiosa necesidad de que la OTAN mantenga su credibilidad en estos tiempos de incertidumbre y multiplicación de los peligros.

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