La injusticia de la justicia
Supongo que mi denuncia será una más de las planteadas por los miles de ciudadanos que no tienen suficiente dinero para recurrir a un abogado privado y entonces deciden confiar en nuestro sistema judicial, al que financiamos todos con nuestros impuestos. Pero cuál será mi sorpresa al comprobar que la verdadera justicia la realizan los funcionarios -es decir, los auxiliares, administrativos u oficiales de los tribunales-, ya que los abogados de oficio no son más que una figura decorativa que desde el primer momento se desinteresa de tu caso, ya que teóricamente no les estás pagando, y que se limita a firmarte unos papeles. Documentos en los que tú has tenido que reunir toda la información precisa para el caso y, lo que es aún más sorprendente, que tú mismo tienes que entregar en el registro si esperas que tu problema sea resuelto.Si el demandante ha conseguido superar toda esta carrera de obstáculos, aún le queda la sorpresa final: el juicio para la concesión de la justicia gratuita. En ese momento, el desconcierto es mayúsculo, porque el demandante se convierte en víctima, ya que su abogado no asiste a la vista y ni siquiera se ha disculpado.
Por tanto, es el propio interesado el que tiene que ejercer de abogado para saber que pasos debe seguir si un demandado no se presenta en el juicio. Pues bien, a pesar de tener en sus manos todos los documentos acreditativos de su razón, a pesar de tener la certeza absoluta de que el demandado es un infractor de la ley, no pasa nada, porque nadie se ha hecho cargo de la citación judicial y entonces no se le puede juzgar. Y yo me pregunto: ¿Qué sistema judicial tenemos que defiende al delincuente y deja indefenso a la persona honrada? ¿Cómo es posible que confiemos nuestros problemas a unos abogados "de oficio" que ni siquiera aparecen en el juicio? En una palabra, el "vuelva usted mañana" de Larra se convierte, gracias a la ineptitud de algunos abogados de oficio y a la obsolescencia de ciertas normas, en "no vuelva nunca, por favor".-
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