_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Bakalao

Ángel S. Harguindey

Acaban de conseguir su cuarto de hora de fama y no parece importarles demasiado. Son ellos, los del bakalao, los nietos jóvenes de los que retomaron el placer de viajar sin rumbo. Hijos de hijos precoces de Cassidy, Kesey, Kerouac, Hopper, de los enloquecidos de la gaseosa de ácido eléctrico, de los ruteros de la intensidad y el exceso, de todos aquellos que en definitiva aplican con constancia y fe la máxima clásica de viajar es necesario, vivir no es necesario.

Pero también son los descendientes seculares de los nómadas, de los hijos de la nube, de los paseantes medievales por el amor y la muerte, de los perdedores, de los gitanos con gracia ("me llevé 15 o 16 años en Madrid durmiendo dos o tres horas diarias" comentaba José Sordera en estas páginas), de los que han ido dejándose la piel en el camino y, además, han sabido y conseguido encontrar el placer en la necesidad: de los sabios de la vida.

Tienen sus catedrales, sus paradas y fondas, su parco vocabulario y sus energía acumulada a lo largo de la semana de paro, insumisión o hastío. Por no faltar no les faltan ni las acusaciones ni las torpezas de quienes anatemizan lo que no entienden o las fáciles leyendas mixtificadoras que brotan siempre en los campos abonados por cadáveres. Las cunetas están llenas de cuerpos ensabanados desde que se pudo viajar a más de 90 kilómetros por hora pero es ahora cuando las voces de los bienpensantes alcanzan su punto cenital.

Debates parlamentarios autonómicos, discusiones sobre la dureza de las drogas de laboratorio, disquisiciones sociológicas, referencias cultas... la tópica parafernalia adulta que surge de los siervos del sistema cuando éste descubre un organismo extraño. La consigna es simple: lo que no se controla y mercadea se persigue hasta que se pueda deglutir. Después se tira de la cadena. Atrás queda la incapacidad de quienes los maldicen para ofrecer alternativas atractivas.

Ellos, entre tanto, desfogan su incertidumbre los fines de semana. Se aturden, se encuentran y desencuentran, se desean y emborrachan. Saben que el pasado, pasé, y que el presente -48 horas de asfalto y naves industriales reconvertidas en discotecas- sirve fundamentalmente para no pensar en un futuro que casi no existe. El mismo que han / hemos destruido entre quienes hoy les reprochan con nostalgia no tener ideales solidarios y los que directamente les insultan desde la autosatisfacción del BMW (con frecuencia son la misma persona. Ventajas de quienes hace tiempo perdieron su propia memoria o la vergüenza).

No hace falta preguntar cuántas vidas se han cobrado, y se cobran, los nacionalismos iluminados en los últimos dos o tres años. O los fundamentalismos. Cuántos han muerto por colocar un trapo nacional en una torre del tendido eléctrico. Ni cuánta desesperación han provocado los listos de la cultura del pelotazo y quienes la han fomentado. Ni tampoco cuánto embrutecimiento colectivo hace falta para que los profetas audiovisuales del apocalipsis y el asco se puedan llevar a casa unas decenas o cientos de millones de pesetas al año como justa retribución a sus esfuerzos en favor de la estulticia.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Lo que importa, lo que permite rasgarse las vestiduras, es que cinco, diez, veinte... adolescentes se empotren los sesos contra cualquier árbol en una madrugada de sábado repletos de ruido y risas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_