Escándalo en el Ateneo
Ante el escándalo de las últimas desapariciones de importantes piezas del patrimonio del Ateneo, José Prat ha declarado a la prensa que bajo su presidencia no había desaparecido ningún cuadro, que el de Rivera, en concreto, había desaparecido hace veinte años; ha procurado eludir el asunto del busto de Alfonso Reyes y ha terminado por asegurar que todo obedece a intereses electoralistas.Me temo que en lo único en que tiene razón Prat es en lo último: cinco miembros de su junta de gobierno se presentan a las elecciones en mayo, y parecen muy interesados en que los hechos reales de su gestión queden silenciados.
Así, es falso que no haya desaparecido ningún cuadro bajo la actual presidencia. En 1991, la prensa se ocupó ampliamente de una retrato de Azaña desaparecido. En cuanto al de Rivera, mucho más valioso, existen dos reclamaciones a la junta por parte de África Malo de Molina, presidenta entonces de la sección de artes plásticas, de mayo y junio de 1992, con números de registro 456 y 473. Estas reclamaciones no fueron atendidas, y en septiembre de 1993 el contador Javier Roger envió a los secretarios, especialmente a David Rivas, la siguiente carta interna (número de registro 811): "Después de constatar su irresponsabilidad y absoluta pasividad ante los escritos de la sección de artes plásticas en relación con la desaparición de uno de los cuadros más valiosos de este Ateneo... le ruego informe urgentemente en junta de gobierno y a los señores socios de esta casa...".
Por otra parte, la fotografía del cuadro procede, con toda probabilidad, de la catalogación de los mismos emprendida en 1986 por el entonces depositario Rafael Tortosa. Por tanto, la desaparición del cuadro no puede datar de veinte años atrás.
En su información a la prensa, la junta de gobierno ha jugado con el equívoco de que el autor del cuadro no sabe nada de él desde hace veinte años, y que otras personas "no lo han visto colgado". Pero es que la mayoría de los cuadros del Ateneo no están colgados, sino almacenados en un sotanillo que no sé si cumplirá las condiciones adecuadas para la conservación.
En cuanto al busto de Alfonso Reyes, yo me enteré de su desaparición por rumores, de los que informé al anterior presidente, César Navarro, quien, al confirmarlo -pues la junta no le había dicho ni palabra del caso-, se llevó el lógico disgusto.
Lo grave de todo esto no son las desapariciones mismas, puesto que ocurren en todas partes, y la directiva no es automáticamente responsable mientras no se demuestre negligencia real.
Pero lo sospechoso, lo que indica una profunda mala conciencia, es que la junta no haya querido informar a los socios, no haya practicado ninguna indagación sobre el cuadro y llegue incluso a desinformar a la prensa. ¡Y encima hable de intereses electorales!
La autoridad de Prat es muy grande, pero tengo la desagradable impresión de que la está poniendo al servicio de causas muy poco justificables. Nada podría ser peor para el Ateneo-
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