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Reportaje:

De la Cierva, Lola y Garcilaso

La carretera de Extremadura es, para muchos madrileños, una sucesión de polígonos in dustriales, ciudades dormitorio y algún que otro hotel de traza sospechosa. La mayoría ignora, sin ir más lejos, que a la al tura del kilómetro 10,5 -o sea, en Cuatro Vientos- se halla el museo más celestial de la re gión. Hay que disculparlos. Las señales del arcén -divisa circular roja, gualda y roja junto a cruz de san Andrés- nada aclaran al profano en temas de aviación, a quien los 40.000 metros cuadrados del Museo del Aire le suelen pasar tan inadvertidos como una granja avícola. El lugar desprende un inevitable tufillo a hazañas bélicas, y la guía, algo trasnochada, no mejora las cosas: "La historia de los aviones Polikarpov l- 15 Chato republicanos [se lee en una de sus páginas] fue gloriosa en su grandeza y en su miseria, una por su abundante y eficaz actuación en todos los comba tes desde su aparición en la batalla de Madrid, otra por el tributo ofrecido en los mismos". Pero es de justicia reconocer que está muy bien montado y que atesora cacharros de lo más pintoresco, desde un auto giro La Cierva C. 19 MK-IV de 1932, hasta un B-25 Mitchell de los que bombardearon Tokio en 30 segundos de celuloide.

Bombas Carbonit

El Dragon Rapide, el Plus Ul tra, el Jesús del Gran Poder, los Sabre, Bucker, Saeta, Rata, Chirri, descansan de sus traba jos en la explanada y en los tres hangares de este museo. Y también objetos no voladores, como dos de las bombas Carbonit que los copilotos se dedicaban a arrojar a mano (y a ojo) en la guerra de Marruecos. Siete kilómetros más adelante se encuentra otro sitio al que la gente no suele ir a pasar el domingo: Móstoles. Lo que no sabe la gente es que, de no ser por esta villa y por su alcalde Andrés Torrejón, los españoles probablemente escucharíamos La Marsellesa antes de acostamos por la noche. "La patria está en peligro. Madrid perece víctima de la perfidia francesa. Españoles, acudid a salvarle", tal fue el grito desesperado de Torrejón el 2 de mayo de 1808, el primero que se oyó en todo el país y por el que se le evoca con un monumento horripilante del escultor Carretero (1908).

Historia aparte, Móstoles posee ermita del XVII -la de Nuestra Señora de los Santos-, iglesia con ábside mudéjar y moa¡ como los de la isla de Pascua. Labrado por un chileno en el tronco de un árbol seco, este último vigila con ceño primitivo los devaneos de la gata Rosy en la plaza del Pradillo. Los taxistas de la vecina parada no hallaron mejor lugar para ponerle casa que a la vera del tótem.

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La próxima parada (y el próximo hallazgo) es Navalcarnero. De esta villa, fundada por segovianos en 1499, el capitalino tiene, como mucho, las referencias que le haya proporcionado el estómago de algún amigo. Al margen del buen asado y del buen vino, pocas cosas más han trascendido. Si acaso, la plaza porticada en el más puro estilo castellano y el hecho de haber acogido en su iglesia renacentista la boda de Felipe IV con Mariana de Austria.

Hay que saber demorarse paseando para sacarle el jugo histórico a Navalcarnero, en forma de escudos nobiliarios o calles como la de la Constitución. Y hay que saber aguardar a misa de once, o a la que sea, para llevarse como recompensa las sorpresas de una capilla -la de la boda real- con altar barroco y cúpula pintada al fresco por Maella, de un Cristo gitano y de un lienzo en que figura (no nos pregunten a santo de qué) la inmarcesible Lola Flores.

Saliendo por la carretera de Griñón, a 12 kilómetros se alza el castillo de Batres. Pese a que la Escuela de Paisajismo de Madrid -con sede aquí- ha echado el resto, la espesura aún permite adivinar su tosquedad militar. Y eso que su más célebre inquilino fue (sorpréndanse por última vez) el refinado Garcilaso de la Vega.

Vino de buena mesa

Dónde. Batres, punto final de la ruta, dista 44 kilómetros de Madrid. Sólo en coche se puede visitar cómodamente el Museo del Aire, Móstoles y Navalcamero, todos ellos con acceso por la Nacional V. Para llegar a Batres, tomar la M-40 a la altura de Navalcamero.

Cuándo. El Museo del Aire abre todos los días de 10 a 14 horas, excepto lunes. Más complicada se presenta la visita al castillo de Batres, que sólo admite curiosos los martes que no sean laborables de 9 a 12 horas.

Quién. La Oficina de Información Turística de Móstoles atiende en la plaza de España, 1 (647 17 10). La de Navalcarnero, en el Ayuntamiento ( 811 02 71). Y el Museo del Aire, en el teléfono 71147 26. Escuela de Paisajismo Castillo de Batres, 532 88 71.

Cuanto. El precio de la excursión es el que uno decida pagar a la hora del almuerzo -en Navalcarnero, claro-, y que puede oscilar en las 1.500 pesetas del restaurante Alcázar (cocina casera en la plaza de Segovia, 1; ( 811 01 48) y las 5.500 del Felipe V (platos castellanos y catalanes, en el Kilómetro 28 de la carretera de Extremadura; 8 11 09). Una opción intermedia son los asados de las Cuevas del Carnero (Calvo Sotelo, 1; 81104 61).

Y qué más. vinos de las Bodegas Ricardo Benito (N-V, kilómetro 30,5) y de Nuestra Señora de la Concepción (carretera a Cadalso, kilómetro 0,3).

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