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La popularidad de Balladur desciende por primera vez entre los franceses

La popularidad de Édouard Balladur baja por primera vez desde que fue nombrado primer ministro. Las últimas encuestas recogen un retroceso de siete puntos para el primer ministro francés. Sin embargo, su gestión, según el semanario L' Express, es aprobada todavía por un 52%. Un porcentaje alto para un hombre que dirige un país con más de tres millones de parados y que ya ha visto cómo los trabajadores de Air France, los partidarios de la escuela pública y los pescadores tomaban la calle.Al retirar el proyecto de subvenciones suplementarias a la escuela privada y acudir a Rennes con 300 millones de francos en el bolsillo para calmar los ánimos de los pescadores, Balladur ha ido en contra de su imagen de hombre previsor y que sólo decide pensando en el bien social a largo plazo.

Los primeros tropiezos balladurianos no le impiden seguir siendo el candidato preferido de una gran mayoría de franceses ante la elección presidencial de 1995, seguido, muy de lejos, por Jacques Delors y Raymond Barre. A Jacques Chirac, el aspirante natural y eterno de la derecha, los sondeos no logran sacarle de un modesto 32%. Y de ahí proceden la mayor parte de los problemas de Balladur.

El portavoz del gaullista RPR y de Jaeques Chirac, el locuaz Jean-Louis Debré, se refirió a las últimas medidas económicas presentadas por el primer ministro como a un plan que "está bien pero podría ser mejor. No corresponde a esa otra política que deseamos en materia de empleo". El liberal Charles Millon las calificó de "catálogo de medidas simpáticas" y el presidente de la Asamblea Nacional, Philippe Séguin, se limitó a decir: "Si todo eso sirve, Édouard seguirá subiendo en los sondeos".

La fórmula Balladur pasa por parecer no aspirar a nada y acapararlo todo. Cuando fue nombrado primer ministro, dijo que su plan de actuación se inscribía en una lógica a cinco años vista. Luego la realidad y sus correligionarios han ido torciendo las cosas. El paro ha seguido creciendo. Las privatizaciones no han servido para desendeudar el Estado sino como parches.

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