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Tribuna:EL ESTADO DEL BIENESTAR (y 2)
Tribuna
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Apostar por unas políticas consensuadas

Tras analizar, en la primera parte de su artículo, la crisis del Estado del bienestar, el autor aboga por políticas consensuadas para lograr objetivos como la generación del empleo y afianzar los sistemas de protección social.

El Estado del bienestar ha enraízado en las sociedades que lo han construido porque ha estado asociado con un conjunto de actuaciones que han alcanzado a la mayoría de la población. Por ello, pretender introducir en él cambios importantes supone afectar al nivel de vida de la población. Lo que equivale, en la práctica, a desencadenar una batalla que hasta. ahora han rehuido las formaciones políticas pragmáticas.Esta vinculación social ha servido para desoír el ruido ideológico que levantan quienes doctrinariamente especulan con su desaparición. Frente a los ataques de los neoliberales la opinión pública ha adoptado una actitud resistente rechazando sus planteamientos. Esta actitud positiva que, ante la amenaza de desmantelamiento, defendió a la protección social del ataque liberal tuvo como factor negativo el hecho de que desencadenó un instinto de conservación que generé pasividad.

Las reformas, si bien han mantenido globalmente las políticas de bienestar, han reducido su efectividad, ya que, como consecuencia del incremento del paro, son cada vez más las trabajadoras y trabajadores que han visto cómo se deterioraba su. bienestar material. El contrato de trabajo se ha visto afectado por la aparición del trabajo desviado o subordinado. El paro de larga duración no sólo no se ha reducido-sino que se ha incrementado de ciclo en ciclo. Uno y otro hacen que resulte más difícil rellenar el historial laboral que da derecho a pensión. Otro tanto ocurre en el seguro de desempleo, que cuando se agota les obliga a dirigirse a la beneficencia.

No ha habido una respuesta adecuada a esta situación. En las dos últimas décadas las sociedades europeas evidencian una fuerte impotencia para hacer frente al problema del paro. Por lo que la dualización ha hecho acto de presencia en ellas, generando situaciones de marginación y de pobreza que se extienden dentro de su propia opulencia.

A partir de aquí es posible formular algunos interrogantes. ¿Están amenazados los avances sociales cuando inexorablemente las políticas económicas, para alcanzar mayor competitividad, se vuelven más austeras y tienen que olvidar la preocupación por la demanda? Y, en sentido contrario, ¿peligra la competitividad ante las resistencias a efectuar tales ajustes? Creo que tenemos que admitir que el Estado del bienestar está atrapado entre la necesidad de contener el gasto público y la inconveniencia de ampliar los contenidos de las políticas redistributivas, que ha venido llevando hasta finales de la década de los setenta.

La situación actual abre necesariamente la puerta de grandes cambios, que obligarán a adoptar algunas estrategias -positivas y no sólo defensivas- por parte de los distintos protagonistas.

El entorno en el que se elaboran las políticas económicas y sociales ha cambiado totalmente, por lo que las nuevas circunstancias han de ser tomadas en consideración por el movimiento sindical. Con la plena vigencia del mercado interior se crea un contexto en el que la política cambiaria, la arancelaria, la de contingentes, por sólo citar algunas, ya no forman parte del arsenal de instrumentos que están al servicio de los gobiernos para manejarlos en defensa del empleo, del bienestar y en detrimento de la competencia exterior.

En estas circunstancias, a lasque debe añadirse la reducción del crecimiento económico, la capacidad de respuesta está limita da, por lo que debe ponerse énfasis en la solidaridad interna como estrategia' de los trabajadores. Pará ello, deberán reducirse una parte de las reivindicaciones que se formulan al capital. Consecuentemente ha de aceptarse esta blecer límites a los objetivos y a las políticas redistributivas con el fin de que puedan mantenerse la acumulación y la competitividad. La política fiscal, en muchas naciones europeas, es el reflejo de esta situación, ya que ha llegado al techo permisible. Las medidas discrecionales« destinadas a ampliar las coberturas y las p resta ciones sociales -si se aplicaran obligarían a que se aumentaran los impuestos y las cotizaciones, ocasionando efectos negativos en el nivel de precios y en el empleo a contratar por las empresas.

Ocurre también que la falta de disciplina económica hace entrar en conflicto a las políticas de bienestar con la competitividad de precios. Una insuficiente disciplina en el gasto público o excesos en los precios, salarios e impuestos añaden dificultades a las ya existentes. Estando en economías abiertas, la competitividad es el único instrumento capaz de garantizar la estabilidad del empleo; debemos apelar a la misma y al conjunto de actitudes que comporta si queremos hacer de la solidaridad el objetivo de nuestras políticas. Cumpliendo anteriormente los prerrequisitos de productividad y calidad.

Para alcanzar esa mayor solidaridad compatible con una mayor disciplina en el funcionamiento de la economía, puede actuarse por la vía del consenso o por la vía de la exclusión. U primera opción se corresponde con las posiciones políticas que otorgan a los interlocutores sociales un papel protagonista y relevante. La segunda -claro está- se vincula con quienes creen que el hecho sindical ha negado a su fin.

Los socialistas creemos que los acuerdos tripartitos constituyen el camino mas rápido para lograr objetivos tan esenciales como los de generación del empleo, y desde ellos afianzar los sistemas de protección social. Son el único camino para, en un momento de declive en la efectividad del Estado del bienestar, evitar soluciones económicas drásticas y el que mejor impide las estrategias tendentes a desplazar al movimiento sindical de las posiciones de poder relativo que había alcanzado desde la posguerra.

Frente a ellos, los conservadores adoptan otra estrategia en la que proponen abandonar la negociación colectiva y a dejar de considerar la cohesión social como seña de identidad de nuestras sociedades. Oponiéndonos a estos planteamientos, señalamos que las circunstancias aconsejan orientar de otra forma el comportamiento de los agentes económicos relevantes.. Apoyamos la negociación colectiva, la autonomía y la fortaleza de las partes, para que sea posible que la disciplina de costes en las empresas favorezca el empleo y la solidaridad.

Apostar por políticas consensuadas en las sociedades europeas no es una tarea fácil. Pese a las dificultades que tiene, creo que defender la solidaridad entre los trabajadores y la disciplina económica es un empeño más adecuado que el que de fiende la derecha. El paro de La respuesta con servadora pretende larga duración aprovechar una posicion dominan ha aumentado te, derivada de las dificultades que padecen muchos tra bajadores y el movimiento sindical, para restaurar por la fuerza (con paro, desprotección social y con ataque a los sindicatos) la disciplina de trabajo. El cambio en los comportamientos debe producirse también en las otras estructuras de clase. En sociedades como las europeas, donde el Estado del bienestar es la espina dorsal de un modelo de organización social, antes de adoptar las posturas de confrontación, debería encontrarse una forma inteligente y positiva de implicar a la fuerza de trabajo en mayores responsabilidades institucionales y empresariales. Tratando de captar de ella algo más que su capacidad para trabajar, captar sus corazones y sus cerebros.

Francisco Miguel Fernández Marugán es secretario de Asuntos Económiicos, Sociales y Sindicales de CEF-PSOE y diputado por Badajoz.

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