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Los "okupas" de Villaverde se movilizan para rechazar la acusación de violencia

Ana Alfageme

Seis de los 10 jóvenes detenidos el lunes en Villaverde acusados de 20 agresiones niegan, tras su liberación sin cargos, el carácter violento que les atribuye la policía. "Nos están culpando de lo que pueden haber hecho otros, los nazis", aseguran los arrestados. Una delegación de 12 compañeros de los detenidos, representantes de varias tribus urbanas -skins antirracistas, heavies, punkis y otras pandillas- que se reúnen en una vieja escuela de Villaverde, se presentaron anoche en comisaría para explicar su caracter pacífico, según fuentes policiales.De la entrevista con los policías salió la decisión, según las mismas fuentes, de celebrar una asamblea entre el centenar de inquilinos de la vieja escuela y nombrar un par de representantes para iniciar un diálogo con la comisaría. "Ellos desean conservar su punto de reunión y nos han asegurado que no quieren heroína por allí", dijo una fuente policial.

Los agentes de la comisaría de Usera investigaban varias agresiones desde el pasado 28 de diciembre a jóvenes en la discoteca Big Bang, en Villaverde, además de los golpes a una pareja -Rosario Moya y Francisco Velasco- el pasado jueves cuando paseaban por la calle, según su declaración. En el hospital, los médicos observaron que la mujer tenía heridas en la parte posterior de la cabeza. El hombre, lesiones en un lateral del cráneo. Ambos tenían moratones en todo el cuerpo. Por ello, 10 jóvenes fueron detenidos el lunes. Seis fueron liberados pocas horas después. Cuatro de ellos, dos chicas y dos chicos skins antirracistas, pasaron ayer a disposición judicial, según fuentes de la policía. Están acusados de lesiones.

Versión distinta

La versión de los chavales liberados era muy diferente a la de los denunciantes: para ellos, se trataba de dos heroinómanos que se habían instalado en el refugio desde hacía algunos meses. Una veintena de okupantes de la casa estuvieron discutiendo con ellos una hora y media para que se fuesen, el domingo por la noche. Iban a hacerlo, pero la mujer se abalanzó sobre uno de los jóvenes al grito de "Os voy a apuñalar por la espalda" o "Ya veréis cuando crucéis a San Cristóbal". El hombre empuñó un hacha y empezó la gresca. Eran 20 contra dos.

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Los seis forman un curioso conglomerado: hay un skin antirracista, un punki, dos muchachas de pelo largo y dos patinadores. Los cuatro primeros son amigos. Con los rollers comparten una escuela abandonada que okupan desde el mes de junio. Por allí recalan al menos un centenar de jóvenes de varios barrios de la vecindad: heavies, punkis, skins antirracistas, bakaladeros y rollers. "Lo que tenemos en común", dice una chavala, "es que, aunque no pensemos lo mismo, nos respetamos. Casi todos somos pacifistas".

La policía se llevó de La Casa, como ellos llaman a su refugio, un martillo, un hacha, varias barras de hierro, placas de matrícula y un bate de béisbol. "El hacha es para partir leña, y punto. No somos violentos; únicamente nos defendemos si nos atacan", dice uno de los arrestados. La policía sospecha que las placas de matrícula son para cometer hurtos por el procedimiento del tirón. "No tenemos necesidad de robar, aunque no nos sobre el dinero; nos gustan las placas", contestan ellos. Las pancartas con reivindicaciones obreras "no han servido para crear problemas en las manifestaciones, como dice la policía; si queremos ir a una, vamos por una cuestión ideológica", dicen. "Lo que ocurre es que nos tienen controlados, nos piden los carnés cada dos por tres y ahora nos culpan a nosotros de todo. ¿No ves las pintadas?". Leyendas nazis y antirracistas se superponen en las paredes del barrio.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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