El cambio llega a Laos
El modelo chino se aplica con dificultades en el empobrecido país del sureste asiático
ENVIADO ESPECIALLa hoz y el martillo permanecen todavía izados en los mástiles de algunas gasolineras y edificios públicos de Laos, tierra natal de Sittong, un ciclista de 50 años y menos kilos que alternael ojeo de turistas con una guardia nocturna en la Embajada norteamericana.
Sittong, padre de ocho hijos, confía en que la apertura económica decidida por el Gobierno del Partido Popular Revolucionario, siguiendo el modelo chino, le permitirá motorizarse y aprovecharse de una clientela que anticipa generosa y en tropel. "Estoy muy viejo para tirar del triciclo", dice.
De momento tendrá que esperar, porque en este país, con únicamente 16 líneas telefónicas internacionales, se duerme la siesta a la sombra de los palmerales y las pagodas, sus gentes son menos dinámicas y agresivas que en otros mercados del sureste asiático, tratan de engañar amablemente, y además, el número de viajeros es tan escaso como prudente el flujo de la inversión extranjera. El pequeño y pacífico país indochino, abierto al sistema de mercado con el asesoramiento del Fondo Monetario Internacional (FMI), comienza a desperezarse y a crecer con la llegada de empresarios japoneses, franceses o norteamericanos, que no han hecho mucho dinero, pero creen que merece la pena tomar posiciones. "Este país es más estable políticamente que Camboya o Birmania", destaca un ejecutivo nipón. Pese al tirón, un rascacielos de oficinas es aún impensable en una capital cuyo edificio más alto no supera los, 30 metros.
Toneladas de bombas
Laos, bombardeado por Estados Unidos con más de dos millones de toneladas de explosivos para impedir los suministros a Vietnam del Norte por la llamada ruta de Ho Chi Minh durante la guerra de hace dos décadas, es uno de los países más pobres y aislados de Asia. No se observan, sin embargo, en sus aldeas de madera y caña niños mendigos ni la miseria encontrada en otras naciones de la región con renta per cápita más alta. Hasta hace muy poco, los principales ingresos en divisas de este antiguo protectorado francés, cubierto en un 45% por bosques y con letreros de "munición sin explotar" en algunos de los ribazos norteños, provenían de la exportación de electricidad y del peaje impuesto al sobrevuelo de las compañías aéreas internacionales. La apertura y privatización de empresas públicas han hecho posible una moderada diversificación en la producción y que, entre 1990 y julio de este añoja inversión extranjera pase de 400 millones de dólares, la mitad del producto nacional bruto.
La remota Vientián, de apenas 100.000 habitantes, descuidada, tranquila, provinciana y con pocos vestigios del pasado colonial, es la capital y la ciudad más importante de una nación eminentemente agrícola y tribal en las regiones apartadas y montañosas de los 236.800 kilómetros cuadrados de territorio nacional. "Queremos que todos bajen a los llanos y dejen de cultivar opio, pero es difícil", reconoce una empleada en la única agencia que alquila motocicletas a los contados turistas occidentales, mochileros muchos de ellos y atraídos todos por los misterios del reino de Lane Xang, la tierra de un millón de elefantes, donde, desaparecieron 514 de los 2.248 soldados norteamericanos actualmente censados como desaparecidos en acción en Vietnam, Camboya o el sur de China.
Khampoui Keobualapha, presidente del gubernamental Comité de Planificación y Colaboración, subraya que el Gobierno ya no clasifica a los países en amigos o enemigos, como se hizo durante la guerra fría en alianza con la URSS. Ahora se trata de sumar socios comerciales. "Nuestro principal problema son las comunicaciones. Tenemos que construir carreteras con nuestros vecinos, Tailandia, Vietnam, China, Birmania y Camboya, y también corredores hacia los pantanos, las minas y los bosques", señala.
El puente de 1.200 metros que sobre el río Mekong enlazará con Tailandia, a 30 kilómetros de Vientián, es la obra más ambiciosa de todas, y será inaugurado la primavera próxima: un regalo australiano de 30 millones de dólares. Hasta ahora, la entrada en Laos, donde la sonrisa de sus cuatro millones de habitantes parece auténtica pese a unos ingresos anuales de 25.000 pesetas, se efectúa por avión o barcaza. El partido teme que, además del tráfico de mercancías, el puente facilite la entrada de la prostitución, el sida (rampante en la otra orilla), la delincuencia y "otros vicios capitalistas".
Darouny, de 42 años, merienda con la familia en una arboleda cercana. "Este puente es lo único nuevo en Laos desde que me fui a EE UU hace 17 años harto del Gobierno comunista", asegura injustamente. Darouny se modera pronto, temiendo escuchas hostiles. Es su primer regreso después de tantos años de ausencia, y sospecha, con razón, que el régimen permanece represivo y encarcela a los pocos que se aventuran en la disidencia. "Estoy deseando volver a Michigan", agrega. "Allí tengo mi cochecito, mi cervecita, mi televisor y mi periódico". Pertenece a la comunidad tribal h'mong, organizada en guerrilla hace 30 años por la CIA para combatir al movimiento comunista Pathet Lao, controlando el poder en Laos desde que el Pentágono perdió la guerra de Vietnam. El miedo y los desastres que siguieron al establecimiento en 1975 de una Administración comunista empujaron al exilio a 350.000 personas, la población profesionalmente más preparada.
El discreto progreso de Vientián y poblaciones próximas se observa en el parque de ciclomotores nipones que poco a poco sustituyen a las bicicletas, en el incremento de estudiantes de inglés, en la apertura de una oficina de correo urgente DHL, en los pintadas que en varias tapias destacan la seriedad de los laosianos en el trabajo o en las dos tiendas de alquiler de vídeos.
La mano de obra cualificada es todavía insuficiente y lastra el desarrollo, pero para evitar abusos en los contratos se han dispuesto salarios mínimos: desde los 150 dólares mensuales de un cocinero, a los 100 de un conductor o los 90 de un vigilante. Un ejecutivo extranjero recuerda que "aunque queda mucho por hacer, la gente habla más libremente y ya circulan algunos coches".
Crecimiento e inflación
Las reformas económicas emprendidas en 1989 para adaptar Laos a la economía de mercado han posibilitado un crecimiento anual de. seis puntos, y la inflación, que se disparó hasta el 85% en el primer periodo de la apertura, ha podido ser reducida hasta el 7%. Según fuentes oficiales, se han privatizado, en mayor o menor medida, unas 1.000 empresas, y toda la maquinaria estatal ha necesitado modificaciones.Los problemas a resolver son ingentes, y la burocracia a salvar por los inversores, un laberinto. La esperanza de vida no pasa de los 50 años, las enfermedades contagiosas abundan, y en la mayor parte del país la economía funciona a niveles de sobrevivencia.
Las exportaciones, textiles muchas de ellas, llegaron en el último ejercicio a los 76 millones de dólares (más de 10.000 millones de pesetas), pero las importaciones se situaron en los 210. "Aunque somos un país de muchos recursos naturales, no disponemos de datos precisos sobre ellos", agregaron las citadas fuentes. La verdadera capacidad hidroeléctrica y minera, con vetas de oro, continúa siendo un enigma.
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