La Bosnia de Zaldívar y García Vargas

En EL PAÍS del pasado 14 de enero C. A. Zaldívar nos invita a reflexionar sobre Bosnia. "La convivencia multiétnica es la fórmula más adecuada", afirma, y se pregunta: "pero ¿autoriza moralmente esto a castigar a quienes prefieren vivir en entidades étnicamente homogéneas?".La duda ofende, y en este caso ofende el asesor de González a los bosnios que explícita y democráticamente han deseado la convivencia multiétnica. Pretende hacernos olvidar que quienes "prefieren" la limpieza étnica la han impuesto brutalmente incluso con el chantaje de forzar a los ciudadanos a elegir entre participar en la limpieza étnica o la muerte de toda la familia; porque la opción a defender con las armas, la convivencia multiétnica, se la han negado nuestros Gobiernos a los bosnios, -empezando por nuestro amigo Mitterrand, demasiado amigo de destacados criminalistas de la zona-, mientras sólo les ofrecemos un poco de pan, alguna manta y cuatro-trozos de país inviable.

Mejor ha llamado a las cosas por su nombre García Vargas al indicar que la opinión pública europea no está dispuesta a un coste de bajas propias superior.

Quizá sea cierto, pero si la mayoría desea ser gobernada por Pétain, o por cualquier otro contemporizador de genocidios, los gobernantes y sus asesores tienen dos opciones: hacer de Pétain o defender la libertad y los derechos humanos aun a riesgo de perder su silla. Esto es: empezar por recordar que el ejército está también para defender los derechos humanos y no sólo para la muy encomiable defensa de la ayuda humanitaria; seguir, reconociendo que no hay ejército activo sin riesgo de vidas; continuar, dándole media hora diaria de televisión a Mendiluce para que nos haga vivir el reality show bosnio desde una perspectiva de solidaridad arriesgada y compromiso crítico; que se nos recuerde lo que los españoles les debemos a las brigadas internacionales, y así hasta conseguir que las reflexiones que, ciertamente señor Zaldívar, debemos hacer no sean desde el oportunismo político de salón, sino desde la capacidad de indignación por el atropello del mínimo sentido de civilización a las puertas de nuestra casa Europa.-