Enseñanza pública
CIENTOS DE miles de ciudadanos se manifestaron el pasado domingo en París en defensa de la enseñanza pública. La digestión política de este acontecimiento, sin embargo, va más allá del debate técnico sobre unas intenciones legislativas de las que el Gobierno ya había desistido tras tropezar con el obstat del Tribunal Constitucional. La manifestación, pues, no era para frenar una ley que ya no iba a aplicarse. La defensa de la escuela republicana francesa, como factor de cohesión y de esperanza social, es una defensa del principio de igualdad y de lo público al margen de la inconclusa querella sobré los defectos de la misma. Y el patinazo de Balladur en esta cuestión permite a la maltrecha izquierda francesa reactivar uno de los mitos nacionales, romper la hegemonía cultural de la derecha y recuperar en la calle un poco del encanto que perdió en las urnas.Fue una manifestación, pues, del desasosiego que produce en la ciudadanía la sospecha de que su Gobierno no está administrando el Estado de bienestar, con los apuros a que obliga la crisis, sino desmantelándolo. La escuela pública sirve aquí de símbolo. Porque, tan mii1titudinaria como la manifestación del domingo fue otra, hace 10 años, en defensa de la escuela privada bajo el principio de la libertad. De hecho, el Gobierno francés ya asume el 65% de los gastos de estas escuelas. La nueva ley pretendía no limitar el techo de subvención de las administraciones territoriales, que ahora está en el 11% de los gastos de instalaciones. El Tribunal Constitucional no tumbó el proyecto porque fuera a suministrarse más dinero público para mejorar un patrimonio privado. La objeción consistió en que la libertad para fijar la cuantía de las subvenciones podría generar desigualdad si, por ejemplo, un municipio mantenía el 11% de subvención y su vecino se sentía más generoso en las dádivas a la escuela privada.
La propia tramitación del proyecto, con unas inconvenientes prisas por parte del presidente del Senado que soliviantaron a la oposición, creó incomodidades en la cohabitación, y el hecho de que el ministro del ramo no haya sentido el deber de dimitir ha producido algún leve rechinamiento en la mayoría gubernamental. Sin mayor importancia, por el momento.
Gobierno y oposición ya están de acuerdo en abrir un debate nacional sobre el modelo escolar que permitirá congelar cualquier otra iniciativa en este sentido, y Balladur podrá defender su reiterada habilidad para retroceder ante sus propios, e igualmente reiterados, errores. Con todo, seguramente tomará más precauciones la próxima vez que intente abrir frentes, como el de la desprotección de lo, público, vista la renovada sensibilidad social por la cuestión.
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