Testigos de cinco generaciones la contemplan
Una recién nacida es la benjamina de una familia gallega, cuyo patriarca tiene 106 años
Cristina Bouzada Carballa nació el 30 de diciembre en el hospital Xeral, de Vigo, y cinco generaciones la contemplan por lo que al árbol genealógico materno se refiere. Los padres, los cuatro abuelos, siete bisabuelos, tres tatarabuelas y el padre de éstas, el gran patriarca, Miguel Carballa Otero, que el próximo día 10 cumplirá 106 años.La recién nacida vive en Vigo, en la casa de su abuelo materno. Su retatarabuelo vive en Sanxenxo (Pontevedra) y siempre soñó con conocer a un descendiente suyo de la sexta generación. El sueño se ha cumplido, aunque el primer referente vivo de una familia muy bien relacionada con la longevidad tardará algunos días en ver de cerca a su retataranieta.
Ciento seis años. Seis generaciones con testigos para vivir, ver y contar. La madre de la recién nacida, Cristina Carballa Martínez, tataranieta del patriarca, cuenta 20 años y estudia delineación en Vigo. En dos años habrá terminado su aprendizaje. Está muy feliz con la niña y con la marcha de sus estudios. Su marido, José Manuel Bouzada García, tiene 22 años y es electricista. El matrimonio siguió los pasos de la mayoría de los antecesores de Cristina, que se casaron jóvenes. Más o menos a esa edad contrajo matrimonio el patriarca, que está a punto de conmemorar su 106 cumpleaños.
Dentro de algunos años, los padres de Cristina Bouzada Carballa podrán hablarle de la longeva familia que arrancó un 10 de enero de 1888, cuando vino al mundo su retatarabuelo. Le contarán que ese mucho más que abuelo, tan interesado en su llegada, tuvo la suerte de contar los 104 años de su madre, que un hermano suyo falleció a los 95 y una hermana con 87 años vive en Marín (Pontevedra). Le hablarán también de sus tres tatarabuelas, que superaron con creces las siete décadas y viven una en Argentina y otras dos en Portonovo (Pontevedra). Son las hijas del patriarca. Le hablarán, por supuesto, de los bisabuelos. O quizá no. Porque acaso los bisabuelos podrán contar directamente sus andanzas y vivencias a la bisnieta.
Y mientras se ponen a punto biografías de urgencia y árboles genealógicos, el patriarca descansa en su casa de Sanxenxo. Duerme, camina muy poco, apenas ve y de vez en cuando recuerda sus andanzas de viejo lobo de mar y habla de las mareas, de la pesca y de las gentes y las cosas de su tiempo. El retatarabuelo navegó durante muchos años y hasta los 100 echaba su partida, fumaba su cigarro, tomaba sus vinos y leía el periódico.
"La verdad es que tuvo un bajón a finales de 1992, como consecuencia de una caída por las escaleras. Se golpeó en la cabeza y ahora sus facultades físicas están muy mermadas. Cuando le contamos que ya tenía una retataranieta, se encogió de hombros". Lo dice Marisa, una de sus nietas.
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