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Un gabonés muere de hambre en una cárcel francesa

Un ciudadano gabonés, Ignace Mabassa N'Zen Guet, falleció el pasado 11 de diciembre en la prisión parisiense de Bois-d'Arcy. De hambre. Cuando ingresó en la cárcel, tres meses antes, acusado de carecer de la documentación legal, pesaba 54 kilos. El día de su fallecimiento, tan sólo 30, el peso de un niño de ocho o nueve años. Ignace Mabassa tenía 37 años.Las causas del drama aún no han podido ser precisadas. Parece que a Ignace Mabassa se le servía cada día la misma comida que a los demás presos. Él, al ingresar en la cárcel, había hecho constar que era vegetariano, pero luego no había vuelto a repetirlo ni había rellenado el formulario correspondiente. Simplemente, dejó de comer. Según el ministro de Justicia, Pierre Mehaignerie, el recluso "tiraba una parte de la comida y disimulaba el resto", tal y como parece probarlo el que "se hayan encontrado en su armario 15 barras de pan". Entre las razones avanzadas por el ministro figura que Mabassa "actuaba así porque creía estar embrujado y temía que alguien envenenase su comida".

Ninguno de los vigilantes consideró "exagerada" la delgadez de Mabassa: "Nunca estuvo gordo", explicaba uno de los guardianes, mientras otro resalta que "se trataba de un detenido modelo, que no hacía el menor ruido". La fiscalía del Estado ha ordenado una investigación y ha puesto una denuncia "contra X por no atender a una persona en peligro". Los servicios penitenciarios parecen haber encontrado un chivo expiatorio en el guardián que descubrió el cadáver, ya que Mabassa llevaba varias horas muerto, tendido en el suelo, antes de que considerase conveniente tomarle el pulso.

Señales de alarma

El índice de ocupación de Boisd'Arcy es del orden de un 159%, y no está considerado como un centro conflictivo. En su recinto conviven 870 presos. El compañero de celda de Mabassa también es un hombre de color nacido en Angola: "Yo veía que él no comía y por eso rezaba mucho por él". No se sabe si, además de rezar, también se comía lo que Mabassa parecía rechazar.En el diario Liberation, el primero en ocuparse del caso, reproducían declaraciones de la dirección de la cárcel en las que se admitía "que ninguna de las señales de alarma nos indicó que algo iba mal. Mabassa salía de su celda, no se quejaba, después de comer entregaba su plato vacío. No había nada en él que hiciese pensar que algo andaba mal". Excepto los 30 kilos de peso.

La autopsia ha determinado "muerte por agotamiento y subalimentación". Mabassa, que llevaba años viviendo clandestinamente en Francia, decía ser ingeniero y hablar cuatro idiomas, no encontró a nadie a quien confiar su secreto. En la cárcel seguía regularmente cursos de informática. Llevaba una vida apartada pero regular.

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