La avanzadilla de Suiza y Holanda
Los bancos y la droga se han apoderado durante los últimos años del paisaje urbano de Zúrich, capital financiera de Suiza. A partir de ahora, esta ciudad va a destacarse por albergar uno de los primeros proyectos con fines científicos que un Gobierno pone en marcha para proporcionar heroína, cocaína o metadona con receta médica a un grupo de unos 700 drogodependientes durante un periodo de tres años. La inspiración les vino de una experiencia similar hecha en Liverpool.El primer ensayo de prescripción médica de droga se inició el pasado 30 de noviembre con un grupo de 50 prostitutas drogadictas. Puesto en marcha por el grupo Por una Toxicomanía sin Riesgos (Arud), que reúne a más de 300 médicos, este proyecto, en el que participarán progresivamente 150 mujeres, pretende reducir los problemas sociales ligados a la droga. En el caso de las mujeres, la misma prostitución, enfermedades como el sida, violencia y marginación.
Para la doctora Sabina Gelstlich, portavoz de este grupo, "hay que llevar el problema de las drogas al campo médico y sacarlo de las manios de los políticos".
A partir de enero, la ciudad pondrá en marcha un segundo programa que incluirá a 50 personas mayores de 20 años. Para la jefe de obras sociales del Ayuntamiento, Emil Lieberherr, partidaria de "abolir la prohibición" de las drogas, estos intentos de distribución son un "paso en la buena dirección". Otras ciudades, como Basilea y Berna, seguirán los pasos de Zúrich.
El problema que se impone con este proyecto es de tipo moral, admite Beat Kraushaar, experto en drogas del ayuntamiento de Zúrich, ya que de los 30.000 drogadictos que se calcula hay en Suiza, sólo unos pocos podrán participar en este proyecto piloto. En el caso de que sus resultados sean positivos, habría que cambiar la legislación helvética, que prohíbe el consumo de drogas. Por el momento, este proyecto cuenta con el favor de la mayoría de los partidos políticos, salvo la derecha.'Drogoturismo'
Holanda es, para muchos, la meca europea de la droga. No en vano el consumo de drogas blandas fue despenalizado a fines de los años setenta y la tolerancia hacia las drogas duras atrae un flujo diario de decenas de drogoturistas de los países cercanos. Pero detrás de ese aparente laissez-faire, Holanda mantiene con habilidad el control del uso y abuso de los. narcóticos.
La ley establece una clara diferencia entre las drogas blandas, como la marihuana y el hachís, y aquellas que entrañan el denominado "riesgo inaceptable", categoría en la que se incluyen la heroína, cocaína, LSD, anfetaminas y derivados. El objetivo es mantener separados ambos mercados evitando que los jóvenes iniciados en las drogas blandas frecuenten lugares de alta criminalidad. Por eso se tolera, a pesar de no estar legalizada, la venta en los conocidos koffleshops, lugares donde se pueden pedir a la carta los más variados tipos de marihuana y hachís.
Esta política de ambigüedad y tolerancia se sigue en cierta medida también con las drogas duras. A pesar de que su sola posesión puede ser castigada con cuatro años de prisión y hasta 100. 000 florines de multa (unos siete millones de pesetas), la práctica es muy diferente. El número mínimo de gramos con el que un detenido va a dar con sus huesos a la cárcel aumenta paulatinamente. Pero de forma paralela, el Gobierno ha desarrollado efectivos programas de metadona, desintoxicación, información y ayuda, cuya idea subyacente es la de que los drogadictos molesten poco al resto de la población.
Esta tolerancia y el casi mexistente control en las fronteras holandesas atrae un gran número de drogoturistas de los países cercanos, Francia, Bélgica, Alemania y Luxemburgo, cuyas autoridades, y especialmente las francesas, no están dispuestos a permitir.
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