No hay donde elegir
MILOS VASICEl autor analiza el deterioro político en el que está sumida Serbia, y los grupos y personajes que el domingo se enfrentan en las urnas
Todo lo que ha hecho Slobodan Milosevic, presidente de Serbia, 'ha estado previsto y bien pensado, al menos a corto plazo. Cuando, hace justo un año, convocó elecciones anticipadas fue porque necesitaba una presencia más fuerte del nacionalismo de extrema derecha en el nuevo Parlamento. La televisión estatal, controlada por Milosevic, infló enormemente la popularidad del Partido Radical Serbio de Seselj, proporcionándole 29 escaños en el Parlamento. El Partido Socialista de Serbia del propio Milosevic perdió la mayoría del 51%, pero contaba en gran medida con los votos radicales para contrarrestar a los partidos de la oposición. Esto obró milagros: Seselj fue utilizado en las conversaciones de Ginebra sobre Bosnia-Herzegovina como excusa para las maniobras de Milosevic: "Estoy bajo la enorme presión de los radicales de SeseIj, dijo. "¿Prefieren hablar conmigo, o con él si mis concesiones a ustedes hacen insostenible mi posición y él me sustituye?". Eso funcionó. En segundo lugar, Seselj fue utilizado por Milosevic como un dispuesto y deleznable ejecutor de sus discutibles acciones: Fue quien orquestó y dirigió las indignas y despiadadas campañas difamatorias contra el primer ministro federal, Milan Panic, y el comandante en jefe del Ejército yugoslavo, el general Zivota Panic -no les une ningún parentesco-, y al final contra el presidente federal, Dobrica Cosic. Milosevic sospechaba, fundadamente, que eran un tanto ambiciosos y que soñaban con librarse de él. La tercera razón -y la más delicada- para colocar a Seselj en una posición inmerecidamente influyente era la necesidad de Milosevic de complacer y apaciguar a los serbios que viven fuera de Serbia. Los serbios de Croacia y de Bosnia siempre creyeron en la retórica extremista y expansionista de Seselj acerca de la gran Serbia y le consideraban como su protector en Belgrado. Su corazón estaba con Seselj y esa fue la semilla de la destrucción de éste.Durante las deliberaciones de mayo de 1993 del plan VanceOwen los serbios de Bosnia se opusieron claramente a Slobodan Milosevic y rechazaron el plan. Fue una importante derrota política para el presidente serbio, la primera claramente pública y humillante. Dos políticos trataron de aprovechar la oportunidad para movilizar a los serbios de Bosnia en su lucha por relevar a Milosevic. Vojislav Kostunica, del Partido Democrático de Serbia, apoyó abierta y rápidamente a Karadzic, lo que daba a entender que el presidente Milosevic no protegía de forma efectiva la causa serbia. Vejislav Seselj acusó al Partido Socialista de Serbia de cobardía e incapacidad para pensar en términos estratégicos. Kostunica era un político marginal; pero la suerte de Seselj ya estaba echada desde el pasado junio. El mismo por su orgullo y su ansia de poder proporcionó la soga con la que sería ahorcado: los miembros de su grupo en el Parlamento serbio empezaron solicitando una moción de censura contra el entonces primer ministro Nikola Sainovic y, aunque un primer ministro no significa gran cosa en Serbia, esa vez Milosevic vio que Seselj podía volverse demasiado poderoso: Si sus radicales se convertían realmente en un tercer, y decisivo, bloque en el Parlamento serbio y no en un mero grupo de votos de apoyo para los socialistas, el partido en el Gobierno iba a verse en dificultades. A pesar del odio entre la oposición y los radicales, empezarían a votar juntos contra los socialistas de Milosevic.Esta es la razón de que Milosevic se decidiera por un modo de proceder más arriesgado: Primero, el partido socialista atacó a Seselj en una carta abierta en la que le acusaba a él y a sus partidarios de irresponsabilidad, de manchar la reputación serbia, de crímenes de guerra y de otros hechos infames. Después vino una ola de arrestos entre los grupos paramilitares de Sese1j, acusados de los crímenes más atroces (contra civiles y refugiados desarmados). Esto hizo que cundiera el pánico, porque las acusaciones eran ciertas y todos conocían aquellos crímenes desde hacía meses, años. Lo nuevo era que las autoridades decidieran de repente perseguirlos. Los radicales (y otros grupos paramilitares) se percataron de lo que estaba sucediendo: Seselj ya no estaba de moda. Pero devolvió el golpe: empezó a citar los nombres y los puestos oficiales que ocupaban las personas que habían estado organizando, armando y dirigiendo a los guerrilleros en los campos de batalla de Croacia y Bosnia. Resultó que todos eran oficiales de alta graduación y en activo de la Policía de Seguridad del Estado de Serbia. Se llegó a un equilibrio: No se produjeron más ataques importantes.
Milosevic dio pronto los pasos pertinentes para sustituir a Seselj y a su partido: Zeljko Raznatovic, más conocido por Arkan, un célebre gánster, confidente de la policía y líder de un grupo paramilitar especialmente indeseable, formó apresuradamente un nuevo partido político -el partido de la Unidad Serbia- y empezó una campaña electoral bien financia da. Su programa político es un conjunto de tópicos y perogrulladas en apoyo de Milosevic; se desconoce el origen de su dinero, pero hay suposiciones bien fundadas: Se dice que propone a adinerados hombres de negocios ofertas que no se pueden rechazar rodeado de su cohorte de jóvenes inmensos con ropas de Armani en su flota de lujosos vehículos japoneses con tracción a cuatro ruedas. Arkan no podrá sustituir a Seselj en el Parlamento, pero es un buen relevo para intimidar a la población no serbia, la oposición y los medios de comunica ción independientes.
Una vez hecho eso, Milosevic disolvió el Parlamento de Serbia y convocó las nuevas elecciones anticipadas para el 19 de diciembre. Esta decisión era mucho más peligrosa que la de atacar a Seselj, un antiguo amigo y aliado que compartía con él peligrosos secretos. El deterioro de la economía serbia ha alcanzado proporciones desastrosas: La mayor parte de la industria del país está paralizada; la tasa de inflación de noviembre (según datos oficiales) alcanzó el 20.000%, aunque el tipo de cambio en el mercado negro del marco alemán (la única divisa aceptada de hecho en Serbia) subió en ese mes más del 40.000%. Nos acercamos rápidamente a la bancarrota total del sistema monetario y financiero. Las sanciones de las Naciones Unidas están estrangulando a Serbia en todas las vertientes de la vida: La economía serbia estaba ya lo bastante afectada por la caída del antiguo Estado yugoslavo y las sanciones cortaron los suministros de repuestos, materias primas y tecnología vitales; el fin de las exportaciones truncó la industria, disparó el déficit comercial y acabó con las ventajas comparativas de las exportaciones serbias, abriendo los mercados a una nueva y desesperada competencia. Además, más de un tercio del producto interior bruto (PIB) serbio se iba en las guerras en Croacia y Bosnia y en alimentar y proveer de suministros a los Estados económicamente inviables de los serbios que viven fuera de Serbia. La pobreza en Serbia es aterradora, pero el régimen de Milosevic sigue alegremente su camino suicida, acuñando más y más dinero que tiene cada vez menos valor.
Inevitablemente, surge la pregunta lógica: ¿Es deliberada tal política? ¿Qué opción se ofrece al electorado serbio, pobre, hambriento y asustado? Si el Partido Socialista de Serbia consigue la mayoría absoluta, no salvará la economía y tampoco logrará, ni mucho menos, que se levanten las sanciones, aunque Milosevic podría enfrentarse a las grandes potencias con algo más de legitimidad recién adquirida y reafirmar su papel como líder casi indiscutido de todos los serbios. Consideremos la hipótesis de una destrucción deliberada de la economía y la sociedad serbias. La suposición de que Milosevic quiera que su partido, el PSS, ahora en el Gobierno, pierda las elecciones puede defenderse con algunos argumentos dignos de tenerse en cuenta.
Por un lado Milosevic es presidente con un mandato de cinco años, así que permanece en su puesto tres años más, lo cual es una eternidad en los Balcanes. La derrota electoral del Partido Socialista de Serbia le proporcionaría una magnífica excusa para purgar el partido; convocaría a todos y les daría su arrogante y habitual sermón de desaprobación: "¿Con qué clase de gente trabajo? No podéis ni ganar unas simples elecciones", etcétera, y nadie se atrevería a protestar. Por otra parte, la tarea verdaderamente desagradable de explicar a los serbios de Croacia que tendrán que aceptar una solución dentro del marco original del plan de Vance de 1991 recaería en la oposición.
Muy probablemente, la victoria electoral pondría a la oposición serbia en un terrible aprieto. Desunidos como están a causa de sus frívolas luchas internas y sus odios personales, los líderes de la oposición serbia no podrán reaccionar debidamente y a tiempo. Milosevic elegirá entonces a alguno de ellos (muy posiblemente al joven y ambicioso advenedizo del Partido Democrático Zoran DJindJic, que ya ha ofrecido sus servicios y que está dispuesto a traicionar al resto de la oposición) y le encomendará la formación de un nuevo Gobierno. Dadas las actuales relaciones entre los líderes de la oposición, las posibilidades de formar un Gobierno y de que lo confirme el Parlamento son menos que escasas, prácticamente nulas.
Mientras la oposición lucha por formar un Gobierno, Milosevic presionaria a las Naciones Unidas y a las grandes potencias para que levantaran las sanciones, puesto que la oposición estaría gobernando en Serbia. No hace falta decir que luego se felicitaría a sí mismo si las sanciones llegaran a levantarse. Incluso si la oposición se las arregla para formar un Gobierno viable, la normalización de la economía serbia llevará años, si no décadas, y Milosevic siempre podrá culparles de todo y disculparse a sí mismo y a sus anteriores gobiernos basándose en que estaban librando guerras para salvar a los serbios que viven fuera de Serbia (las guerras que la oposición serbia nunca ha cuestionado, porque la oposición serbia es una oposición nacionalista). Dada la situación, hay que preguntarse cuánto tiempo duraría un Gobierno: La vieja nomenklatura comunista tiene todas las posiciones clave en la economía, la Administración y otros ámbitos de la sociedad.
Así que, ¿qué elección hay en las elecciones serbias de mañana? Es demasiado tarde para una recuperación económica y el país está demasiado exhausto como para embarcarse en una nueva guerra, que es la habitual solución de Milosevic para los problemas políticos nacionales. Quienquiera que tenga que intentarlo y gobernar Serbia después de una catástrofe así se enfrentará a un desafío imponente. Milosevic se encontrará en la mejor de las posiciones: Su estrategia básica a largo plazo de la gran Serbia nunca ha sido discutida por los partidos de la oposición, con la reciente excepción del Movimiento Serbio de Renovación de Vuk Draskovic. Pero incluso Draskovic cuestiona más los métodos que el objetivo. Mientras Milosevic no descarte abierta e inequívocamente el objetivo de unificación de todos los territorios serbios, no tiene que temer a la actual oposición. La oposición, por otra parte, no se atreve a denunciar ese objetivo, temiendo una crítica devastadora de Milosevic y su estructura de poder, y mucho menos los serbios que viven fuera de Serbia, que han sido empujados a guerras espeluznantemente crueles y sucias por el mismo objetivo. ¿Quién se levantará para explicarles que lucharon en vano? ¿Quién intentará unificar todos los Estados serbios en las actuales condiciones (terriblemente pobres, hambrientos), indefendibles y con sus recursos industriales y humanos agotados? No hay nadie en la escena política serbia con sabiduría, capacidad de gobierno, valor y apoyo suficientes como para salir del actual punto muerto. Uno teme que la presente crisis sólo podrá resolverse después de que el deterioro sea completo y empiece por fin el largo y doloroso proceso de vuelta al sentido común.
es analísta político de la revista belgradense Vreme.
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