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La crisis se ceba en Asturias

El Principado suma a los efectos de la recesión internacional su propio declive industrial

La situación económica asturiana difícilmente podría ser más inquietante. Una región de tradición industrial en franco declive, cuya estructura económica está básicamente sostenida por sectores productivos vetustos y en abierta recesión en Europa (fundamentalmente, minería y siderurgia), afronta el momento más crítico de su reciente historia, cuando a un proceso de ajuste simultáneo y progresivo en todos sus sectores básicos y en las grandes industrias asentadas en su territorio (durante los años ochenta se destruyeron 15.000 empleos en la región) se suma, coincidiendo en el tiempo, una coyuntura internacional de recesión.Todo ello se produce además cuando no se vislumbran alternativas posibles que permitan sustituir, sin grandes convulsiones y en un plazo razonable de tiempo, las actividades productivas que marcaron el desarrollo industrial de la última centuria y que siguen caracterizando hoy la estructura económica regional.

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Tampoco el sector público predominante en el entramado económico asturiano (las empresas del INI ocupan el 41,5% del empleo industrial asturiano y al 9,6% del total de asalariados de la región), está ejerciendo esta vez, en la misma medida que lo hizo en otros periodos de recesión en la economía nacional, el efecto de colchón de la crisis en Asturias, porque él mismo está protagonizando de manera destacada el proceso de ajuste severo que sufre la región.

Sólo la empresa estatal minera Hunosa y la siderúrgica Ensidesa están acometiendo en este momento reducciones de sus respectivas plantillas que supondrán la desaparición de otros 12.000 empleos, cuando ya se anuncia un nuevo plan de ajuste laboral adicional en Hunosa para los próximos tres años y Ensidesa ha decidido acelerar el recorte de puestos de trabajo que tenía previsto acometer hasta 1996.

De forma que si hasta ahora se tenía el convencimiento de que el problema acuciante en Asturias -por su peculiar estructura económica, el efecto refugio del sector público y el mantenimiento de las rentas mediante transferencias estatales-, no era tanto la coyuntura presente como la definición de un modelo industrial nuevo para el futuro, los últimos indicadores de coyuntura desvelan lo que los poderosos sindicatos regionales han definido ya, en expresión de UGT, como un "veloz proceso de degradación del espacio socioeconómico asturiano".

Así, amén de la singularidad de sus problemas estructurales, sin parangón en Europa (concentración en tan pequeño territorio de tal número de grandes sectores productivos en declive), Asturias se ha configurado en lo que va de año como la región española en la que coinciden simultáneamente aumento de paro, reducción de las contrataciones laborales, caída de la tasa de actividad, merma de la población activa y disminución demográfica.

Más desempleo

Al término del primer semestre la tasa de paro registrado en Asturias se situaba en el 18, 1% de la población activa, 1,7 puntos por encima de la media nacional, y con una tendencia de crecimiento paralela a la que experimenta el desempleo en el conjunto del país. El paro, según la Encuesta de Población Activa, alcanza el 20,3%, 3,3 puntos más que a mediados de 1992.

Al crecimiento del paro se añade como dato no menos elocuente la caída de las contrataciones, con una reducción del 14,1% durante el primer semestre con relación a igual periodo del año anterior. Asturias, además, está 10,8 puntos por encima de la media nacional en la tasa de parados de larga duración, que en Asturias representan actualmente más de la mitad del total de parados, y supera en 9,5 puntos el índice relativo de parados menores de 25 años.

Como consecuencia de todo ello (reducción de 16.100 trabajadores ocupados respecto a los primeros seis meses de 1992 y aumento de unos 13.000 parados), en el Principado la población activa era a finales del pasado semestre un 0,7% inferior a la del mismo periodo del año anterior.

Pero es, además, la región española con menor tasa de actividad (proporción de trabajadores ocupados o parados sobre población en edad de trabajar). Desde 1981 ha perdido más de cinco puntos, de modo que si al inicio de la década de los ochenta disponía de 59,6 empleados y parados por cada 100 personas mayores de 16 años (1,3 puntos por encima de la media nacional), en 1992 esa cifra se había rebajado a 44,54 (4,5 puntos por debajo de la media española).

La recesión coyuntural y los ajustes sectoriales a que está sometida la estructura productiva asturiana ha determinado que la cifra de trabajadores asalariados en Asturias haya alcanzado este año la cota más baja desde 1988 (219. 100 personas) y que la suma de pensionistas y parados supere a la de trabajadores por cuenta propia y ajena, 336.000 frente a 329.000.

Todo ello determina que en Asturias existan en este momento tan sólo 1,3 cotizantes a la Seguridad Social por cada beneficiario, frente a una media en España de dos cotizantes por pensionista. Esta desproporción se agudizará aún más en Asturias como consecuencia de los procesos de prejubilaciones anticipadas, con la consiguiente amortización de puestos de trabajo que tienen en marcha las grandes empresas públicas de la región y algunas compañías privadas.

Paralelamente, las previsiones sindicales apuntan a que este año la región batirá el récord de expedientes laborales desde 1980. En el primer semestre habían aumentado, respecto a igual periodo del año precedente, un 74,8%, y en un 34,9% el número de trabajadores afectados.

Las expectativas son necesariamente sombrías. El producto interior bruto (PIB) por habitante de la región no ha dejado de reducirse, y si en 1982 se encontraba 3,5 puntos por debajo de la media española, el año pasadoya lo separaban 12,85 puntos de la media nacional.

La renta familiar disponible, por el contrario, se mantiene permanente, incluso mejoró unas décimas en el periodo citado merced al efecto subsidiador del Estado, fundamentalmente por las pensiones, cuya media en Asturias es, junto con la del País Vasco, la más elevada del país.

Esta divergencia entre una renta garantizada mientras no desaparezcan las clases actualmente pasivas o fallezcan los miles de trabajadores del sector público industrial que se están acogiendo a prejubilaciones con condiciones económicas muy ventajosas, y la tendencia declinante de la economía regional, determina la aparente paradoja de una comunidad autónoma donde, con una quiebra sin parangón en su estructura productiva, mantiene tasas de consumo y de calidad de vida elevadas. Éstas permiten al mismo tiempo el sostenimiento del sector servicios y, hasta ahora, un relativo sosiego social, crispado sólo en momentos de ajustes laborales concretos en empresas determinadas.

Sin embargo, el aumento progresivo del paro, y sobre todo el de larga duración y el juvenil (lo que evidencia dificultades para incorporarse al mercado laboral a los demandantes de primer empleo y rigideces que obstaculizan la reincorporación de los trabajadores que temporalmente se han visto desplazados de él), y la caída de las contrataciones ponen un contrapunto en la tranquilidad con la que se ha asistido hasta ahora al proceso de declive industrial.

Decadencia industrial

Este fenómeno de decadencia industrial, al cabo de un siglo de la implantación de las primeras minas y siderurgias, ha supuesto ya, aunque apenas se ha iniciado el proceso de reconversión, la reducción de la tasa de empleo industrial al 21,16%, casi un punto por debajo de la media nacional e inferior también a la comunitaria, según datos de SADEI (Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales), cuando en 1980 Asturias mantenía una proporción de empleo industrial del 29,32%.

Las perspectivas para los años inmediatos presagian un agudizamiento de la tendencia declinante. El Informe X de Hispalink, encargado por el Consejo Superior de Cámaras de Comercio, prevé que Asturias culminará este año con una caída del PIB del 0,6%, sólo superada por Andalucía, Madrid y Cataluña, y dos décimas más negativa que la media nacional, y que en 1994 se convertirá de nuevo en la comunidad autónoma con peor evolución económica: tendrá un comportamiento negativo del PIB (-0,2%) frente a un crecimiento previsto en el conjunto del país del 0,4%.

Además, están sin concluir ajustes importantes en la minería, la siderurgia se mantiene en la incertidumbre, la construcción naval vuelve a dar síntomas de sobrecapacidad, está sin acometer la reconversión en las empresas públicas de armamento y en el campo prosigue un ajuste silencioso pero acelerado.

Importantes grupos industriales privados están en pérdidas y algunos han empezado a aplicar despidos colectivos a sus trabajadores.

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