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La tentación de la Casa Blanca

Barbara Bush, con su imagen de ama de casa y sacrificada compañera, no despertó el interés de Felipe González. Pero Hillary, independiente y rebelde, es diferente. Para empezar, conserva su apellido (Rodham). Es la mejor asesora del presidente, su punta de lanza en la reforma sanitaria. Y, además, tras las fotos de Vogue, se ha convertido en una de las atracciones sensuales del país. González acudió, pues, a rendir sus respetos ante la primera dama por la mañana temprano, mientras Clinton trotaba por los alrededores.La esposa del presidente del Gobierno, Carmen Romero, tampoco se resistió a la tentación de conocer al personaje más cotizado de Washington. No se sabe que Romero tenga especial interés o conocimiento de la reforma sanitaria, pero quiso escuchar a Hillary, el cerebro en la sombra, la feminista, la de pasado radical. El resto del programa de Romero es privado y, a juicio de los responsables de prensa de La Moncloa, secreto.

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Reformas navideñas

Hillary no tenía ayer la cabeza en la reforma sanitaria. Son días de gran revuelo en la Casa Blanca, porque los decoradores están preparando las habitaciones para la Navidad, y la dueña de la casa tuvo que repartir instrucciones aquí y allá sobre las instalaciones de los árboles, los adornos y todas esas cosas.Sin embargo, Hillary dedicó atención al visitante, e incluso se asombró de la convicción con la que su huésped defendió la política sanitaria desarrollada por su Gobierno en España. La esposa de Clinton llegó a lamentarse de que el presidente del Gobierno español no pudiera venir en otro momento para exponer sus ideas ante el Congreso norteamericano, donde tanto sufre la primera dama para encontrar apoyos a su iniciativa.

El principal objetivo del jefe del Ejecutivo español es conocer a las personas que hoy cuentan en Washington. En ese sentido, si hay algo que González pueda aportar, como le dijo el vicepresidente, Al Gore, es veteranía. Doce años en el poder produjo a Gore admiración.

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