Dos imágenes en rojo
Habla Delibes desde un sofá, con los brazos en cruz sobre el lomo del asiento. Cada uno apunta a dos imágenes que rompen con un doble golpe sanguíneo la blancura de la sala. Son cuadros inundados de rojo y flanquean la silueta oscura del hombre.La imagen de su izquierda es un óleo de dos perdices rojas. ¿Puede entenderse a Delibes sin la caza de este pájaro? "No. No me entendería a mí mismo. Cazar es un deporte y una pasión. Me gusta cazar solo, o me gustaba. Salgo ya pocas veces a una ladera. Hago recorridos cortos con alguno de mis hijos. Ya tengo 73 años. Pero con la caza comienza a ocurrir lo que con las palabras: se extingue, la están matando. Pasa algo trágico en este final de siglo y no hay indicios de que alguien sepa qué ocurre. No sólo están acabando con las palabras: también con la caza. Hay agresiones al idioma y se vulnera la naturaleza. Han exterminado estas aves salvajes y ahora llenan su vacío soltando en el campo otras de granja. La vieja perdiz roja era un animal indómito, de portentosa gallardía y energía. ¡Y pretenden ahora sustuirlo por una gallina!". Hay en su ironía un deje de metáfora amarga. La otra imagen en rojo, a la derecha del escritor, es la de una bella mujer, la suya: Mujer en rojo sobre fondo gris. Protagonizó su última novela y el centro de su vida. Mur¡ó Ángeles a los 48 años, hace 19, y dejó al escritor sumido en un estado de estupor insalvable, con el que, susurra Delibes, "convivo, solo convivo, pero no acepto".
El cuadro tiene algo de totémico en esta casa. "Quisieron", dice Delibes, "hacer una película con el libro inspirado en ella. Yo soy débil y no me supe negar al principio. Luego lo pensé. Dicen que podría salir una buena película. Es posible, pero yo no la veré: si la hacen es porque yo estaré muerto. Ella creía que yo escribiría otro Quijote si me ponía un estudio de trabajo. Lo hizo, poco antes de morir. Era un estudio muy silencioso. A mí me gusta la soledad, pero no soporto el silencio. No escribí nada en él".
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