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Marruecos: apocalípticos e integrados

Bernabé López García

Concluye, con la formación de un nuevo Gobierno, el proceso de renovación del Parlamento en Marruecos que se inició hace un año con la elección de los representantes locales. Un año marcado por las esperanzas de reforma política que auguraba la Constitución recién reformada y que introducía mejoras para la democratización del sistema. Pero marcado también por el pugilato, viejo como la historia del Marruecos independiente, entre el soberano y las fuerzas políticas de lo que se ha dado en llamar el movimiento nacionalista: es decir, aquellos que hicieron realidad, mediante la lucha popular, dicha independencia.Una vez más, como ya ocurrió en 1962 y 1972, el proceso constituyente se escatimó, y el texto de septiembre de 1992 ha resultado una carta otorgada. Pero no cabe la menor duda de que recoge gran parte de las sugerencias, demandas o exigencias de la oposición, que debió recurrir al arbitraje real para hacer escuchar algunos de sus planteamientos. El carácter otorgado y la envergadura de los recortes llevó a que la oposición, unificada desde mayo de 1992 en un bloque (Kutla) democrático, fuera contraria a llamar al sí en el referéndum constitucional de septiembre de 1992, con la excepción del PPS (ex comunista), que defendió un sí con reparos. Reparos y boicoteo que chocaron con la solidez del aparato administrativo, que prefabricó unos resultados afirmativos del orden del 99%.

Los procesos electorales en Marruecos son lentos por estar condicionado el resultado final a un triple tiempo que se inicia con la elección de los concejales de los ayuntamientos, que constituirán a su vez, al final del proceso, un cuerpo electoral responsable de la designación de un quinto de los diputados. El 16 de octubre de 1992, las urnas dieron unos resultados municipales que desagradaron profundamente a la oposición, pero esta vez no tanto por la manipulación de la Administración, sino por la intervención del dinero y porque dejó en evidencia la apatía y/o incultura política de la mayoría del cuerpo electoral: apenas un 24% de

los electores votó por las candidaturas opositoras, que obtuvieron tan sólo un 20% de los concejales de todo el país. Los meses transcurridos hasta la celebración de las elecciones por sufragio -directo han sido de los más intensos de la historia reciente del país. Contactos de trastienda entre la oposición y el soberano, sugerencias de ofrecimiento del Gobierno a aquélla para mejorar la imagen exterior del régimen, finalizaron en una actitud nueva ante las elecciones por parte de los partidos integrantes de la Kutla, que optaron, por primera vez en la historia electoral, por unir los rangos de los dos principales partidos opositores (Istiqlal y USFP) contrarrestando el efecto desperdigador que la ley electoral uninominal mayoritaria produce en un panorama político tan atomizado como el marroquí. Y produjo, el 25 de junio de 1993, el efecto deseado tanto por la oposición como por el poder, cada vez más volcado a admitir la alternancia. Un 41% de los escaños (con un 25,4% de los votos) reservados a los dos tercios del Parlamento elegidos por sufragio directo fueron ganados por la Kutla, que obtuvo el refuerzo de ocho diputados progresistas elegidos fuera de la coalición. Un clima de cambio comenzó a instalarse en todos los mentideros del país, dando lugar al verano más movido de las últimas dos décadas, en que por primera vez se hablaba de política en la calle, se barajaban nombres de ministrables y primeros ministros en los cafés, revelando que, como nunca desde 1963, las elecciones habían despertado una confianza en sus resultados entre la población. La participación no fue excepcional, pero tampoco pobre (63%), y la actitud de la Administración- fue discreta,con algún exceso denunciado, pero sin que afectara al crédito de la operación.

El 17 de septiembre llegó el turno a las elecciones indirectas para elegir el tercio de los parlamentarios. Una buena parte de los 111 escaños se encontraba ya condicionada por la tendencia política de sus electores primarios, los concejales electos un año antes. La oposición sólo contaba con posibilidades reales de hacerse con no más de ocho o diez escaños de los 69 del colegio local, a los que cabría añadir de seis a ocho en el colegio de los asalariados (elegidos por los sindicatos) y alguno más en los de las cámaras de comercio e industria, agricultura o artesanía. Si se analizaba lo que habían dado de sí estas elecciones indirectas en el pasado y se tenía en cuenta la naturaleza de los electores primarios, pocas esperanzas se abrían a la oposición... a no ser que la Administración hubiera intervenido en su favor. De haber intentado una alianza con el partido bisagra de centro RNI, el más cercano de los oficialistas a su programa, podrían haber logrado juntos, sin gran dificultad, la mayoría. Pero lo que no esperaba es que la antigua mayoría (UC, MP, PND y MNP) iba a usar la misma táctica de formación de una nueva coalición (la Entente o Wifag nacional), constituyendo con su 43% de concejales y su mayoría en los otros colegios un bloque difícilmente derrotable, quebrando las esperanzas de la Kutla de convertir en mayoría su minoría mayoritaria.La Administración intervino en algún caso en favor de candidatos oficialistas, pero, en la inmensa mayoría de los casos, los resultados fueron fruto de la lógica inexorable del sistema electoral y de la utilización por las fuerzas en liza del mismo. La oposición era consciente de dicha lógica y de las limitaciones del sufragio indirecto, por lo que no parece coherente verla denunciar su carácter antidemocrático a posteriofl, cuando le fue mal en la feria y la Administración no jugó su juego. Su prensa habló del "complót", "del grado extremo de la manipulación", y su secretario general llegó hasta emprender el camino del autoexilio.

Varias novedades resaltan del Parlamento de 1993. La primera es el reagrupamiento de seis de los siete partidos más representativos en dos grandes coaliciones, cada una sin alcanzar la mayoría: 122 escaños de la Kutla frente a 154 de la Entente, a la que se le han añadido con posterioridad numerosos tránsfugas. La segunda novedad es que, poniendo en práctica la nueva Constitución, el monarca ha iniciado consultas con todas las fuerzas políticas a fin de nombrar a un equipo gubernamental emanado de las urnas. Difícil tarea cuando la apuesta por la alternancia venía desde arriba, pero los resultados electorales no permitían una mayoría por el cambio. Hassan II ha hecho la oferta de gobernar, en primer lugar, a la Kutla, pero su actitud apocalíptica, impulsada tanto desde sectores sindicalistas de la CDT como de alguna cabeza rectoral del Istiqlal, le ha llevado, en un comunicado conjunto hecho público el 5 de noviembre, a exigir para su participación la posibilidad de formar un Gobierno fuerte, homogéneo y solidario, con competencias, en suma, en las políticas exterior e interior, que el soberano pretendía en su oferta mantenerlas, como la figura del primer ministro, directamente ligadas a sus competencias reales. Una tercera novedad es sin duda la permeabilidad de las consultas, que no han sido secretas como antaño, sino que han trascendido a la opinión, primero, a través del relato de Alí Yata (tras su evicción de la Outla) en Al Bayane, y más tarde por medio del largo discurso del soberano el 6 de noviembre. Todo este discurso conmemorativo de la Marcha Verde se centró en la descripción con todos los pormenores de las consultas y en la

defensa ardiente de la bipolarización política que permitirá a Marruecos "una política de equilibrio y de moderación", adoptando el "sistema de dos platos de la balanza", según palabras de su rey, como en Inglaterra y Estados Unidos.La negativa de la oposición a hacerse con el grueso de un Gabinete ¿ha sido por recelar entrar en componendas con el ministro (del Interior), que le ha recortado su victoria, o porque contaba con aspirar de la noche a la mañana a tomar todas' las riendas del poder haciendo abstracción de tres largas décadas de historia? ¿Los varios escaños escatimados por fraude electoral en las indirectas de septiembre han sido un pretexto para no afrontar en momentos difíciles -recuérdese que está pendiente el referéndum en el Sáhara- un poder que podría conducirle a un fracaso popular que iniciara su decadencia? Queda la duda de si tras la actitud apocalíptica de una oposición, en el fondo heterogénea, no se esconde la incomprensión de que las transiciones políticas -en Chile, como en España y, por qué no, en el Magreb- requieren vivirse desde dentro, "impulsando las reformas constitucionales y políticas e instaurando un clima político y social que incite a la movilización" popular. No es desde el exterior de una oposición voluntaria como se pueden alcanzar estos objetivos, señalados en su memorándum al rey por la Kutla y admitidos por el monarca en las consultas de las últimas semanas, sino que dicha actitud puede más bien acelerar un desencanto en el que los que no han podido votar, la mitad de la población con menos de 20 años, ya se encuentran instalados desde hace tiempo. Aunque el pulso sostenido recientemente en la prensa por el periodista Khalid Jamai con el ministro del Interior, así como la conversión de éste en blanco de la oposición en los debates parlamentarios para discutir el programa gubernamental, permite aventurar que hay signos de que una ruptura democrática se prepara en Marruecos.

Bernabé López García es profesor de Historia del Islam Contemporáneo en la Universidad Autónoma de Madrid.

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