La ayuda a Bosnia
Los PROBLEMAS de Bosnia deben tratarse con la urgencia que exige lo desesperado de la situación sobre el terreno. Las intensas nevadas amenazan a la población con la muerte de hambre y de frío. Para hacer frente a tan lúgubre panorama, la Unión Europea (UE) decidió, en su primera reunión de alto nivel, adoptar medidas para que los convoyes humanitarios, protegidos por los cascos azules de la ONU, puedan llegar a los núcleos de población más necesitados.Esos corredores humanitarios deberían imponerse, si fuera necesario, recurriendo a la fuerza. La importancia de semejante decisión estribaba en que era una aplicación concreta de la nueva Política Europea Común, definida en el Tratado de Maastricht. Pero con una particularidad: el Tratado permite tomar medidas por mayoría cualificada, sin necesidad, por tanto, de ninguna unanimidad, con lo cual actitudes sistemáticamente proserbias, como las de Grecia, no pueden impedir que la UE actúe decisivamente.
¿Qué es lo que ocurre en la práctica? A pesar de que, en una reunión en Ginebra, serbios, croatas y bosnios musulmanes se comprometieron a respetar el paso de los convoyes, éstos sufren constantes acosos; muy pocos de ellos han podido llegar a destino y la existencia misma de esos corredores está en el aire. A nadie puede. sorprender, sobre todo a estas alturas, que principalmente serbios y croatas sean quienes violen cualquiera de sus promesas. La lista de compromisos adoptados en tomo a la antigua Yugoslavia y luego incumplidos sobre el terreno es larga. Los Gobiernos europeos, además de proseguir sus esfuerzos para que los convoyes lleguen a su destino, han convocado una nueva reunión el próximo lunes en Ginebra, ampliando incluso el número de participantes para tratar de alcanzar con los contendientes un acuerdo que facilite las cosas. Sin embargo, la cuestión a la que deben contestar de modo insoslayable es la de si ha llegado, posiblemente, la hora de imponer los corredores humanitarios por medio de la fuerza. Willy Claes, ministro de Exteriores de Bélgica (el país que preside la UE), ha recordado la decisión ya tomada de emplear la fuerza contra los grupos que interfieran en el paso de los convoyes.
Es muy probable que si no se aplica la fuerza, aunque sea con objetivos limitados, para abrir de un modo efectivo los corredores indispensables para que la ayuda llegue a la población necesitada, las promesas que formulen las partes en las próximas reuniones carezcan de toda validez. Así ha ocurrido en el pasado. El problema de los corredores se ha convertido, hoy en día, en un banco de prueba de la efectividad de la política exterior de la UE. Es cierto que Europa no tiene instrumentos propios para desencadenar una acción militar: el Ejército Europeo -al que España ha decidido incorporar una brigada motorizada- se halla en fase de preparación. Sin embargo, existen preparativos concretos, de los cascos azules y de la OTAN, para que se pueda emplear la fuerza en Bosnia en caso de necesidad.
Una prueba más de que la blandura diplomática tiene efectos contraproducentes es la reciente iniciativa franco-alemana de ofrecer a Serbia levantar las sanciones contra ella a cambio de que acepte ampliar la zona musulmana en el plan de reparto de Bosnia, un plan que el Gobierno de Sarajevo ha rechazado por lo menguado de las concesiones territoriales. Los serbios lo han tomado como señal de debilidad europea y su reacción hasta ahora ha sido la de exigir que las sanciones se levanten sin condiciones y declarar que no hará más concesiones. MIadic el jefe militar serbio en Bosnia, ha hablado de fronteras intocables trazadas con sangre. El fanatismo nacionalista sigue en el centro de la política serbia. Europa debe tenerlo en cuenta en su tarea inmediata para la imposición de unos corredores humanitarios con los que aliviar la dramática suerte de la población bosnia.
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