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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Insalud: un caso digno de Kafka

El 4 de octubre pasado, un médico clínico del Insalud -consultorio sito en la avenida de Aragón, 7, San Blas- me dio la papeleta para una consulta con un médico especialista (a pesar de tener la consulta previamente fijada, tardé una hora más allá de la cita en ser atendido; la razón: ocho personas presentes habían recibido el mismo turno.En el mostrador del caso, tras otros 10 minutos de espera, dada la cola existente, una gentil señorita me preguntó para qué fecha quería la consulta con el especialista. Por razones de trabajo le dije: "Por favor, no la semana siguiente". Me apuntó, pues, "día 15, sala 303, planta tercera, 16.00".

El día 15 de octubre me presento, a las 15.45, por si acaso (resido desde hace tres años en Madrid, es mi primera asistencia a la sanidad pública española), en el mismo consultorio. Entro y busco el ascensor que me lleve a la tercera planta: no hay tal; ¿escalera?, tampoco.

Vuelta al mostrador -ya son las 14.50, pero me sobra tiempo, digo yo- Consulto: ¿cómo llego a la planta tercera? La gentil señorita que me atiende me dice: "Esto no es aquí, sino en la calle de Hermanos García Noblejas, al fondo". Pasmado, pregunto por el número: no lo sabe.

Ya son las cuatro. Vuelvo a mi coche (por ser viernes y debido a la hora, pude aparcarlo bien, y no hay nadie en segunda fila en la avenida de Aragón).

El turno ya está perdido, me lamento. Pero iré igualmente al consultorio para obtener una nueva cita. Cojo la calle de los Hermanos García Noblejas, pues, con ojos de halcón hacia diestra y siniestra, buscando un cartel del Insalud. No voy despacio, pero igualmente los autocares, taxis y turismos -a 100 por hora- quieren hacer que me estrelle, les estoy robando un minuto de su fin de semana. Son las 16.10: veo un cartel del Insalud, Consultorios Externos (Hermanos García Noblejas, 41).

Son las 16.20 cuando entro ufano a las instalaciones -al fin, pero quien quiere celeste, que le cueste- Otra vez al mostrador. "No es aquí, sino en el número 89", me dicen.

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Encuentro un lugar para aparcar. Solaz. Ingreso en el edificio. Cojo el ascensor a la planta tercera. Consultorio 303: toco a la puerta, no me atienden. Abro: nadie.

Bajo en el ascensor (ya son las 17.00), indago en un mostrador, se me indica que no atienden en el consultorio 303, sino en el 305. Subo, nuevamente, toco a la puerta, otra vez no hay respuesta. Abro: nadie.

Bajo; consulto nuevamente al señor del mostrador y me indica que la "señorita a la vuelta" atiende los casos individuales.

La señorita indicada -son las 17.15 ya- atiende a una pareja de avanzada edad; como me corresponde, creo (también me volveré viejo, si el destino así lo define, mastico), y espero. Pasan 15 minutos más, la señorita sigue con el mismo caso. En ningún momento se ha dignado a percibir mi presencia, quizá considera que soy parte del mobiliario.

Otra señora se quiere colar -son las 17.00-. Ante mi negativa, opta por dejar a su hijo en mi fila, ella buscará la ventanilla para las citaciones (el mismo especialista que yo). Rara avis, consigue lo suyo en menos que cinco minutos.

Seis menos cuarto: me decido a dejar mi lugar -temeroso a que otro lo ocupe- y a atreverme a buscar el espacio mágico en el que dicha dama halló su panacea.

Hete aquí, milagro: tras cristales, una gentil dama, a la que presento mis menesteres, me atiende sin demoras. Hojea en las agendas de los especialistas que atenderían mi consulta para este día y no me halla en sus antecedentes.

Revisamos conjuntamente los listados de sus cuadernos, sin resultado. Ella relee mi papeleta, yo también. Todo cuadra. No figuro el día 15 de octubre.

Finalmente hallamos el quid de la cuestión: mi cita no es para el 15 de octubre, sino para el mismo día de noviembre (ieureka!).

Por suerte o por previsión, tengo un seguro privado: espero que me salve de tamaños desatinos.

Posdata. Siendo las seis de la tarde ya, no tuve más ganas de volver a mi lugar de trabajo ese viernes.-

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