Un sangriento interrogante en el aire
El acuerdo sobre las grandes líneas de la futura Constitución de Suráfrica abre la puerta a la democratización del país, pero deja en el aire el sangriento interrogante de cómo se va a asimilar a la poderosa Alianza de la Libertad, formada por nostálgicos del apartheid y dirigentes negros conservadores, que ha decidido autoexcluirse del proceso negociador.Los enfrentamientos entre partidarios de la reforma y seguidores de lo que ahora es la Alianza de la Libertad han costado unas 13.000 vidas desde que el presidente surafricano, Frederik W. de Klerk, comenzara hace tres años a dinamitar el régimen racista. Y este nuevo hito puede ser el catalizador de un desbocamiento del odio.
La Alianza pugna con el Partido Nacional de De Klerk por el segundo puesto en el favor popular, muy lejos ambos del Congreso Nacional Africano (ANC) de Nelson Mandela, y ni al actual presidente ni al futuro primer mandatario negro de Suráfrica les interesa que tamaña fuerza quede al margen de los esfuerzos para construir la democracia.
De Klerk confía en poder satisfacer parte de las demandas que plantea la Alianza durante el paso por el Parlamento del borrador constitucional pactado.
El ANC ha manifestado en más de una ocasión que ya se ha hecho todo lo posible por atender las peticiones de los conservadores, aunque es seguro que Mandela hará esfuerzos adicionales para evitar la ruptura, dado su objetivo de que "todos los surafricanos trabajen juntos".
La Alianza de la Libertad es algo tan contra natura que no será difícil provocar fracturas en ella. Las amenazas de sus más exaltados integrantes de combatir con las armas al régimen que les fuerza a convivir con los negros de igual a igual no puede ir muy lejos ante un Estado legitimado para responder a la fuerza con la fuerza, pero pueden forzar a la nueva Suráfrica a nacer derrochando sangre.
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