Visita presurosa a los Santos Lugares
Desde que Isaac Rabin y Yasir Arafat hicieron las paces, son menos seguidas las huelgas que los días 9 de cada mes conmemoran el inicio de la intifada el 9 de diciembre de 1987. Bastó con que el Rey recomiese la ciudad vieja de Jerusalén para que muchos comerciantes abriesen sus negocios. Las prisas del séquito impidieron hacer compras si se exceptúa un camello de madera que la reina Sofía compró a vuelapluma.Los Reyes caminaron por la tortuosa ciudad amurallada acompañados por el cónsul de España o por el custodio de los Santos Lugares, el franciscano, Giuseppe Nazzaro. En su séquito no había ninguna autoridad israelí porque España no reconoce la soberanía de Israel sobre el sector árabe de Jerusalén.
Los cientos de soldados y policías israelíes que custodiaban a la pareja real se encargaron, sin embargo, de recordar que aquello, era zona ocupada. Armados hasta los dientes, apostados en todas partes, fueron "un servicio de orden eficaz pero brutal", según un diplomático español. Los palestinos tampoco perdieron ocasión de recordar la ocupación, acercándose a miembros del séquito, para regalarles sus insignias.
A pesar de las tensiones no hubo incidentes. Sólo en el Muro de las Lamentaciones un grupito de judíos radicales exhibió una pancarta en la que se podía leer en inglés: "Recuerden la Inquisición". La policía los disolvió.
El recorrido real empezó en el Convento de San Salvador y continuó en el Santo Sepulcro donde asistieron a una misa. El patriarca Michel Sabbah entregó allí a los Reyes la medalla del Grato Ánimo en agradecimiento a la generosidad de la Corona y del pueblo español con los Santos Lugares.
La siguiente etapa fue el colegio de niñas Nuestra Señora del Pilar, financiado gracias a la cooperación española y y a la de la CE. Cientos de niñas palestinas dieron la bienvenida a los Reyes con gritos de alegría en español, idioma que todas estudian, además del árabe.
Los Reyes llegaron al Muro de las Lamentaciones dónde el Rey se volvió a poner la kipa (gorrito que llevan los judíos en el templo). El retraso acumulado les impidió visitar las Sinagogas sefardíes y la Explanada de las Mezquitas. Con cerca de una hora de retraso, don Juan Carlos llegó al almuerzo que le ofreció Rabin. Empezó su discurso recordando que la puntualidad es una virtud de los Reyes, pero reconoció que él no cumplía la norma.
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