Seúl y Tokio piden mucha cautela a Washington al tratar con el régimen de Corea del Norte
Japón, Corea del Sur y Estados Unidos volvieron a preguntarse en Seúl sobre la probable reacción de Corea del Norte si es sancionada por negarse a la inspección internacional de sus instalaciones nucleares. Al ser imposible una respuesta con conocimiento de causa, los Gobiernos de los dos países asiáticos coincidieron ayer en la conveniencia de actuar con prudencia, proseguir el acercamiento diplomático y no exponerse a la reacción de una dictadura arruinada, pero aún temible. EE UU suena más guerrero y hasta se habla de que prepara un ataque con misiles de crucero.
Después de su reunión con el presidente surcoreano, Kim Young Sam, el primer ministro nipón, Morihiro Hosokawa, subrayó que aunque desconocían la dirección de las posibles sanciones de la ONU contra Corea del Norte "estamos de acuerdo [Japón y Corea del Sur] en que es importante dedicar el máximo tiempo posible a tratar de resolver este asunto a través del diálogo". Seúl y Tokio, cuyo nuevo primer ministro pidió perdón a los coreanos por la "guerra de agresión" lanzada contra su país por el ejército imperial a principios de siglo, prometieron intensificar sus gestiones para que Pyongyang abra sus plantas al escrutinio de los inspectores de las Naciones Unidas. Otros piden paciencia sin movimientos bruscos anticipando el pronto desmoronamiento interno del régimen.El espionaje norteamericano asegura, por otra parte, que Corea del Norte ha agrupado cerca de la línea desmilitarizada a 800.000 soldados, es decir el 70% de sus fuerzas Armadas. Y otras fuentes, de las que ayer se hacía eco el dominical británico The Sunday Times, agregan que Estados Unidos dispone de planes de ataque con misiles crucero contra aquellas instalaciones sospechosas de albergar la tecnología necesaria para fabricar bombas nucleares y cerradas al exterior. El presidente norteamericano, Bill Clinton, que ayer abordó en una entrevista en Washington con la cadena de televisión NBC la cuestión norcoreana, hizo hincapié en que no puede permitirse a Pyongyang hacerse con armamento nuclear y aseguró que cualquier ataque de Corea del Norte contra su vecino del Sur sería considerado como un ataque contra el propio Estados Unidos.
Hace 42 años, Corea del Norte ya demostró su determinación al invadir el Sur, con la ayuda militar soviética y china, y desencadenó la Guerra de Corea (1951-53). La URSS desapareció y Pekín renueva sus lazos de amistad con Kim Il Sung, pero le exige los pagos en dólares.
China, que comparte fronteras con Corea del Norte y dedica toda su atención al control de la apertura económica, se opone a la imposición de sanciones, pero es improbable que se levante en armas junto a Pyongyang si la ONU castiga a Kim Il Sung. De ser ciertas las informaciones filtradas por funcionarios que viajaron a Asia con el secretario de Defensa norteamericano, Les Aspin, en el sentido de que Pyongyang no ha desarrollado todavía la bomba nuclear, es más factible un ataque desde el Sur que viceversa. Y duraría poco porque el armamento convencional de Corea del Norte es inferior y el suministro de repuestos más difícil que antes.
El general Gary Luck, nuevo comandante en jefe de los 36.000 soldados norteamericanos en Corea del Sur, instaba a tomarse las cosas en serio: "Es fácil en Washington enfocar esto como una partida de ajedrez (...) Pero quiero recordar que esto es auténtica y realmente peligroso". El subsecretario de Defensa para Asuntos de Seguridad Regional, acompañante también de Aspin, no desdeñaba la capacidad militar de Corea del Norte al manifestar que "una de las razones por las que este país es tan pobre es que se ha estado preparándose siempre para la guerra".
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