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Un consenso imposible

Que Carlo De Bendetti terminara pasando un día u otro por la cárcel no era descartable, a la vista de sus antecedentes procesales recientes. Pero inquieta que la ocasión le llegue precisamente ahora, por motivos poco claros y en un clima cargado de confusión y rumores inverosímiles que han apuntado hasta al propio jefe del Estado.Oscar Luigi Scalfaro, el presidente de la República, tiene todas las limitaciones que se quiera como político, pero su perfil humano de terciario franciscano, una orden religiosa seglar, le pone, por lo menos, al amparo de dos peligros que en la actual situación italiana son una peste: es muy difícil que sea masón y muy improbable que se haya manchado por dinero.

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Orden de busca y captura por presunta corrupción contra el empresario italiano Carlo de Benedetti

Tales son las condiciones que le han hecho apto para representar el último recurso institucional en un país que busca alternativas para un Gobierno de circunstancias y un Parlamento deslegitimado.

Por debajo de la formalidad que él encarna, no queda más que la realidad de unos políticos que prefieren el caos a reconocer que han esquilmado el Estado; unos empresarios que pactaron con aquellos y que ni siquiera en las dificultades actuales dejan de combatirse a muerte, como hacen De Benedetti y Silvio Berlusconi; unas fuerzas armadas frustradas y en desbandada al haber perdido sus padrinos políticos; unos servicios secretos que siguen en el juego de invertir los fondos públicos en guerras particulares, incluso de mafias, y en sustanciosos negocios de sus agentes; una Administración a la medida de altos cargos que han levantado fortunas sobre el tráfico de fármacos, sangre contaminada o estupefacientes sintéticos; unos palacios de justicia que son plataforma de lanzamiento de las más disparatadas acusaciones, y unos medios de comunicación asolados por profetas y santones, poco escrupulosos con las informaciones.

En esas circunstancias, parece realmente imposible que los italianos puedan llegar al consenso mínimo necesario para salir del atolladero.

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