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Madrid 'kasbah'

Pasan todos los días por la aduana del cristiano en las mismas esquinas contra las que en otro tiempo se achucharon Fortunata y Juanito Santa Cruz, pareja irremediable de Galdós. Son los inmigrantes que nos han tocado en esta capital.Los extranjeros que descubre primero el comerciante y luego las carrozas de gasóleo (antes lecheras o coches celulares) conducidas por policías, alimentados de pequeñitos con las primeras remesas del nescuit y hoy ya especialistas en el "Oiga, su documentación".

Han llegado a Madrid desde sus naranjales, sus nogales, los palmerales de la madre África. También empiezan a llover desde el Este. Con la alfombra al hombro, la dieta al hombro, la patera, dispuestos a hacer que el camello pase por el ojo de la comisaría y luego nade en los afluentes de la Puerta del Sol y desemboque en Lavapiés, puerta de morenez y marginalidad sureña, el sumidero de la Villa.

Allá arriba, en Serrano, no están dispuestos a forcejear. En Colón y Castellana riegan el asfalto. En la ruta de El Escorial son albañiles y pastores (papeles fáciles de obtener).

Pero en el centro antiguo y dejado de la mano de Dios, que no del ceronoventayuno en estos días, ponen su olfato atento por si husmeara un viento peculiar a mitad de camino entre el vapor de la sopa harira y el incienso en el que se han criado, para tomar impulso en el camino del trabajo y no dejarse ir contra la noche con pasos de panteras de la necesidad.

Sabemos que cuando un vecino del centro nombra la palabra "degradación" aterriza una patrulla de macizos, se instala en la esquina de los atracos y en el Apolo de Los miserables y crecen los ficheros en menos que llega Telemadrid. De ahí viene lo del "Harlem de Mesón de Paredes" o el "Bronx de los Matanzos" que se cita en sus equivalentes neoyorquinas.

Un centro en el que sobremueren zombies, chapuzas, choricillos de cuarto y mitad, incluso traficantes y gente guay, como en todos, pero con un índice mayor de perdedores.

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Así, los inmigrantes, después de darle brillo al asfalto de Colón para arriba -donde crece la fuente de lo bueno y lo negro-, bajan a dormitar a la kasbah del Madrid antiguo con la esperanza puesta, a pesar del país que no los quiere y de un barrio dejado de la mano de los restauradores, donde faltan locales culturales para atender al arco iris sociológico que se ha formado en él. Y donde falta sol en las fachadas que se vienen abajo.

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