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El Congreso de Estados Unidos exige medidas contra la violencia en televisión

Antonio Caño

La reacción de la sociedad norteamericana ante el exceso de violencia en la televisión y en el cine ha provocado una investigación del Congreso de Estados Unidos. La primera en declarar ante el comité del Senado que trabaja en el caso ha sido la fiscal general, Janet Reno, que ha advertido que, si las productoras no toman inmediatamente medidas, el Gobierno intervendrá para estipular los contenidos de esas producciones. Las empresas aseguran que la intromisión del Gobierno en el contenido de sus programas es una forma de censura que viola el derecho constitucional a la libertad de expresión.

Un camión arrolló y mató hace unos días en Polk, Pensilvania, a un joven de 18 años que trataba de impresionar a sus compañeros permaneciendo tumbado en el centro de la carretera mientras los coches pasaban velozmente en ambas direcciones. Otro muchacho de 17 años resultó herido gravemente en otra prueba similar de valor el pasado fin de semana. En Syosset, Nueva York, el líder del equipo de fútbol de una escuela estuvo también a punto de perder la vida recientemente cuando fue atropellado en idénticas circunstancias que los anteriores. Todos ellos trataban de emular la hazaña de los protagonistas de la película para adolescentes The Program, en la que un grupo de estudiantes borrachos forma una fila en el centro de la carretera en una absurda prueba de hombría.La reacción de la sociedad norteamericana ha sido tan contundente que, en un hecho sin precedentes, la productora de la película, Walt Disney Co., ha tenido que borrar esa escena de todas las copias de la cinta que actualmente se exhibe a lo largo del país.

Este episodio ha colmado la paciencia de las familias y de los políticos norteamericanos. Acuciado por las presiones de sus votantes, el Congreso de Estados Unidos ha abierto una investigación sobre la violencia en el cine y la televisión. La primera en declarar ante el comité del Senado que trabaja en el caso ha sido la fiscal general, Janet Reno, que ha advertido que, si las productoras de películas y de otros programas televisivos no toman inmediatamente medidas para disminuir las escenas de violencia, el Gobierno intervendrá para estipular los contenidos.

"La mejor solución", dijo Reno, "es que la industria, en coordinación con los padres y los educadores, encuentre una solución. Pero, si no se dan pasos voluntariamente, la presión del público para que el Gobierno tome medidas será cada vez más difícil de resistir".

Representantes de las empresas aseguran que la intromisión del Gobierno en el contenido de sus programas es una forma de censura que viola el derecho constitucional a la libertad de expresión. Pero lo cierto es que lo que se pasa últimamente por las pantallas norteamericanas no parece tener mucho que ver con la libertad de expresión. Hace unos días, un niño de cinco años que le prendió fuego a su casa y mató involuntariamente a su hermana dijo después que había hecho lo mismo que Beavis y Butthead, los desalmados personajes de una serie de dibujos animados. La semana pasada, en una sala de cine de Los Ángeles en la que se proyectaba la película Judgment Night (la historia de unos muchachos perdidos en un barrio bajo de una ciudad norteamericana), una discusión sobre el contenido de la cinta acabó con un muerto y cinco heridos.

Un niño norteamericano llega a los 10 años con 8.000 asesinatos pegados a sus retinas. Al cumplir los 18 años, ese mismo joven habrá visto en las pantallas 40.000 muertes violentas. Según la revista especializada TV Guide, en un día corriente de la semana se ven en televisión una media de diez actos de violencia por hora. Uno de los senadores encargados de investigar este asunto se preguntaba recientemente: "¿Puede llamarse país civilizado a aquel cuyo entretenimiento consiste en presenciar cómo le levantan la tapa de los sesos a la gente?".

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