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Entrevista:

"En Tres Cantos nos conocíamos todos"

La fama no ha variado la vida de Fulgencio Argüelles, un vecino de Tres Cantos (23.000 habitantes) que sigue trabajando en un banco. "Para alimentar a mis cuatro hijos, que tienen la mala costumbre de comer varias veces al día", afirma que es el motivo. El resto del tiempo permanece en su hogar, enfrascado en su nueva novela, basada en La Regenta, o preparando una escapada a Orillés (Asturias), su tierra natal. Sus vecinos apenas se han enterado de que ha sido el ganador del Premio Azorín de este año, uno de los galardones literarios de mayor prestigio nacional. Sin embargo, su primera novela publicada, Letanías de lluvia, va camino de la tercera edición a cargo de Alfaguara; y él, a pesar de su modestia, se ha convertido en un autor de moda requerido para ser homenajeado o conceder entrevistas a lo largo del país.Hasta publicar Letanías de lluvia, Fulgenio Argüelles había recibido varios premios por cuentos escritos desde su adolescencia. Un día, escayolado en la cama, se propuso a sí mismo evocar el paisaje asturiano en Peñafonte, un pueblo imaginario en tiempos de Primo de Rivera. No sólo ha conseguido ese objetivo a sus 38 años. El jurado del premio que organiza la Diputación de Alicante fue unánime en calificar su novela como notable, y así ha sido después la opinión de los críticos.

Pregunta. ¿Cuándo empezó a sentir la literatura como medio de expresión?

Respuesta. Desde muy chico, cuando me echaba sobre un escaño de roble y tapado con una manta escuchaba a la abuela, que me esgrimía romances y me rebuscaba leyendas a la luz del carbón.

P. ¿Escribir se convirtió en una tarea existencial?

R. Así es, surgió en una casa arrullada por letanías de lluvia, donde mi abuela desempolvaba historias, mi padre escribía poemas de su vida y mi madre, hacendosa, dibujaba armonías en el aire. Mi casa era mi literatura.

P. ¿Cuál es el nexo que une a una docena de protagonistas?

R. La lluvia, siempre la lluvia. Llueve sobre la memoria de niebla de Juan Damasceno, sobre la pena de Dulce Nombre, sobre los frágiles sueños de Clara... Llueve sobre todos, vivos y muertos.

P. ¿Por qué en ningún momento de la novela se menciona el término Asturias?

R. Era mi intención que el lector comprenda y se empape de Asturias sin rayar en nacionalismos ni localismos, con los que no quisiera estar nunca ligado.

P. Sin embargo, lleva muchos años en Madrid y en Tres Cantos.

R. Vine a Madrid a estudiar Psicología en 1974 y para pagarme los estudios comencé a trabajar en un banco. Ahí sigo a pesar de los años transcurridos, pero vivir en Madrid me resultó un día ya insoportable.

P. ¿Por qué eligió Tres Cantos?

R. Necesitaba un lugar tranquilo, no demasiado alejado del trabajo, que está al norte de Madrid. Vivir en la capital, en una de esas zonas tranquilas, estaba fuera del alcance de mi bolsillo, y un piso en esta ciudad resultaba viable.

P. Fue uno de los primeros habitantes de una ciudad fantasma hace 10 años, ¿no?

R. Sí, no había nada más que una panadería, una taberna y poco más. Nos conocíamos todos los vecinos.

P. Dicen que transformar una ciudad dormitorio en una ciudad con vida propia es responsabilidad de cada vecino.

R. También lo creo así, y aunque llevo unos años desligado de la vida social aquí, participé bastante al principio. Por ejemplo, en las primeras liguillas de fútbol sala.

P. ¿Cómo han variado sus relaciones con el vecindario desde que se hizo famoso al recibir el Premio Azorín?

R. En nada, apenas me conocen. Quizá a partir de ahora me incorpore a unas tertulias que se llevan a cabo en la Casa de la Juventud, donde me preparan un homenaje para el próximo día 22. La verdad es que siento bastante vergüenza de hablar en público, pero me parece interesante retomar los contactos aquí, para contribuir a paliar los efectos de ciudad dormitorio de los que antes hablábamos.

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