_
_
_
_

Musulmanes contra musulmanes en Bihac

Los 300.000 habitantes del enclave bosnio están cansados de tanta guerra

Ramón Lobo

ENVIADO ESPECIALEl enclave de Bihac parece una miniatura. Entre Velika Kladusa, en el norte, plaza fuerte del rebelde Fikret Abdic, y la ciudad de Bihac, en el sur, donde manda el general Drekovic, fiel al presidente Alia Izetbegovic, no hay más de 60 kilómetros de curvas en una empinada y peligrosa carretera. Dentro viven más de 300.000 personas. A diferencia de otros frentes, donde combaten croatas y serbios, en el enclave la lucha es musulmán contra musulmán. Tras los últimos choques a primeros de octubre, donde hubo un muerto según los observadores militares de la ONU y cuatro según la Armija, reina una calma de fusiles cargados.

El pueblo parece apoyar a Abdic, del que vive, pues su empresa, Agrokomerc, es el único motor de la economía de la zona.Fadil Dedic, de 34 años, dueño de cuatro tiendas de alimentación con los estantes vacíos en Bihac, aún recuerda el gran recibimiento que le dispensaron a Fikret Abdic en 1990, a su regreso de las cárceles yugoslavas. "Toda la carretera", dice señalando con el índice, "desde aquí hasta Velika Kladusa estaba repleta de gente que gritaba babo (padre) y arrojaba flores a su paso". Tres años después, la situación ha carribiado. Para los militares leales al presidente bosnio, que controlan dos tercios del enclave, Abdic es un traidor, y para la gente, un asunto tabú.

Dusko Vukovic, de 23 años, habitante de la ciudad de Bihac, lo confiesa sin rodeos: "Mucha gente está a favor de Abdic, pero no lo expresa por miedo". En Velika Kladusa o Cazin, Abdic es un dios al que se venera con devoción. Almir, que holgazanea delante de un bar que no vende nada, exclama con mirada extraviada puesta en el cielo: "¡Él cuida de nosotros!", como si ello le excusara de levantarse tan siquiera.

Los más afortunados del enclave poseen bicicleta o viajan en una carreta tirada por un par de bueyes, siempre abarrotada de autoestopistas. Jovencitas como Mirela, Enisa y Behiha, de 16 años, caminan una hora cada día para acudir al colegio. Allí, en los libros, aprenden todo lo que les niega cicateramente la vida. En el enclave no hay calefacción ni electricidad. Los enchufes están mohosos de tanto esperar. Cuando cada tarde se apaga el sol se encienden las velas. Sólo un par de hoteles de tres al cuarto, los cuarteles del batallón francés al norte y sur de la llamada línea de confrontación, la Armija y la sede de Agrokomerc tienen generador.

Apenas circulan dos docenas de automóviles y un par de autobuses destartalados. Las carreteras están inundadas de obstáculos: perros que ladran a las ruedas o viandantes que pululan en zigzag con el dedo pulgar levantado. No hay gasolina, aunque es posible hallar vendedores furtivos que la ofrecen a precio de oro. El mercado negro es una segunda economía de Bihac, como en Sarajevo.

La ciudad de Bihac, marcada por impactos de granada y de bala con la firma de los serbios de Bosnia, que están a tiro de piedra al otro lado de la montaña, parece vivir peor que Velika Kladusa, en cuya calle principal se hacinan los vendedores de cartones de tabaco. Las casas han sido milagrosamente respetadaspor la artillería de los otros serbios, los de Krajina, con los que se dice que Abdic hace pactos diabólicos. Igual que con el batallón francés, a los que la Armija acusa de favorecer la secesión."Están muy implicados en el conflicto", conceden diplomáticamente fuentes del cuartel general de las Fuerzas de Protección de la ONU (Unprofor) en Zagreb. Otros con menos recato hablan de casos de corrupción, pero no ofrecen nombres ni hechos. En el terreno, el comandante Emodine, jefe de la base logística de Velika Kladusa, no hace declaraciones.

El responsable del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en la región de Bihac, el francés Jacques Franquin, es contundente: "Esas acusaciones son parte de la guerra de propaganda". Pero algo más debe de haber cuando el propio general Jean Cot, comandante en jefe de Unprofor en Croacia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina, acudió hace una semana a resolver el asunto. Tras dialogar con Fikret Abdic y con el jefe del Ejército bosnio en el enclave de Bihac, el general Ramis Drekovic, Cot garantizó que no habría nuevas irregularidades y que la actuación de los cascos azules franceses sería de estricta neutralidad.

Controles militares

Aunque la Armija controla dos tercios del enclave, los pasos de montaña de Skokovi y Johovilla están en manos rebeldes. Las carreteras están regadas de controles militares construidos sobre derribos: árboles caídos, piedras o coches quemados y en los que es imposible distinguir la filiación de sus hombres. Todos usan la bandera bosnia y un Kaláshnikov como argumento. Aunque éstos son estrictos, a Alia, un soldado de la Armija, no le cuesta pasar por ellos subido en un coche particular. Nadie le hace preguntas. "Acudo a ver a mi madre en Velika Kladusa", asegura a modo de explicación. Alia no teme que le consideren un espía y le detengan. "Si tengo que morir, moriré", afirma.

Los expertos admiten la existencia de un factor económico en la revuelta de Abdic, cuya empresa, Agrokomerc, omnipresente en el norte del enclave, ofrece empleo directo a 13.000 personas e indirecto a muchas más. El marco alemán es la moneda corriente de cambio. Incluso abunda la calderilla, como si un cajero de un gran banco alemán estuviera agazapado a la vuelta de la esquina. Nadie se explica la existencia de tanto marco. En el sur, los hombres fieles a Sarajevo vuelven a señalar al batallón francés. "Son el correo de Abdic", señalan sin dudar.

"Abdic ha ido demasiado lejos", reconoce un observador militar de la ONU. Ejup Topic, presidente del Parlamento local, cree que el problema es más profundo: "Aún no hemos entendido en qué consiste la democracia. Aquí, si ocho votan a favor y dos en contra, esos dos inician inmediatamente una guerra".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_